El niño 44 de Tom Rob Smith es uno de los libros más atrapantes que leí, es de esos que lo
tientan a uno a pedir carpeta médica para poder quedarse en casa y llegar al
final sin pausas. Al menos a mí me pasó, y creo que no era para menos. Leo
Demidov (en la película Tom Hardy) un policía que, fue héroe condecorado, cae
en desgracia en plena purga estalinista, a la vez que se topa con un asesino
serial de niños. No es un detalle menor que para el estalinismo, Rusia era el
paraíso y por lo tanto no podía haber asesinos, menos que menos seriales y
menos que menos de niños. Y tampoco es menor caer en desgracia en uno de los
momentos más peligrosos y sangrientos de la historia. La novela atrapaba por su
atmósfera asfixiante, por la inminencia siempre latente de una delación que
acabara no solo con la carrera de Leo Demidov sino con su vida y que el asesino
siguiera tan campante sembrando cadáveres. Además cada vez que en la trama
aparecía un niño, uno no podía dejar de pensar en si sería otra víctima o si por
fin fuera el que se salvaría.
Durante
años, la novela fue un proyecto de Ridley Scott, quien en algún momento decidió
solo producirla y le cedió la dirección al sueco Daniel Espinosa que se había
dado a conocer internacionalmente en el 2010 con Dinero fácil y que en el 2012 había hecho para Hollywood, Protegiendo al enemigo (Safe house) con Denzel Washington y Ryan Reynolds.
Y lo
que terminó, más que una versión del libro, es una versión del resumen del
libro. Quedó la trama pelada sin climas, densidad, carnadura, y si me apuran
hasta sin suspenso. Y ya se sabe, cualquier trama pelada es un esqueleto sin
gracia. Prueben contarle la trama de Don
Quijote sin aditamentos a un niño y sin duda contestará: Y esta pelotudez
fue famosa durante siglos…
De
todos modos el trámite de verla ofrece algunas compensaciones. Tom Hardy vuelve
a coprotagonizar con Noomi Rapace como en La
entrega, un par de películas más y son el Spencer Tracy y la Katherine
Hepburn de este siglo. Se respeta la tradición anglosajona del acento, es
decir, como transcurre en Rusia, todos los actores hablan inglés con el acento
de un ruso hablando inglés (los peinadores de canas recordarán que la vieja
televisión hacía eso, en nuestro caso español con acento francés, con las aventuras científicas de Jacques
Cousteau en el Calypso). El numeroso elenco ofrece talentosos nombres y uno se
entretiene reconociéndolos y recordando sus carreras: Gary Oldman, Joel
Kinnaman, Paddy Considine, Jason Clarke y Vincent Cassel (ah y que farfullen
con acento ruso es una delicia adicional). Y claro, Tom Hardy, que actúa tan
personalmente que ya parece raro, como encendido. Después de haber visto La entrega unas cuatro o cinco veces
(que se le va a hacer, cuando algo me gusta, me gusta) creo que le descubrí el
truco: es como si actuara también los subtextos, como si pusiera también en
primer plano lo que deje subyacer, quedar soterrado. Como sea, el hombre
devuelve con su espectáculo la plata de la entrada.
En
resumen, vaya a una librería de viejo, busque el libro, hasta no hace mucho
estaba de oferta, cómprelo, vuelva a casa, póngase el piyama y las pantuflas,
siéntese en su sillón favorito, centre la luz, apague los teléfonos y déjese
atrapar por una buena novela de suspenso. Y a la película, bueno, cuando llegue
al cable, espíela, y como todos los que disfrutamos el libro, sentirá que es
una pena que no haya sido mejor.
Gustavo
Monteros
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