jueves, 29 de enero de 2015

Dios mío, pero ¿qué te hemos hecho?



La comedia Dios mío, ¿pero que te hemos hecho? de Philippe de Chauveron fue un gran éxito en el país que la engendró, Francia. Sabrá el santo Dios mencionado en el título las ganas de reírse que tendrían los franceses para celebrar semejante dechado de falta de gracia, humor o ingenio.


El único chiste (si se es de lo más benévolo) es el de la situación inicial. Los Verneuil son un matrimonio maduro de la campiña francesa, híper conservador y ultra católico. Y dicen todo el tiempo la frase del título porque sus hijas eligen maridos que les prueban los límites de la tolerancia, una se casó con un chino, otra con un musulmán y otra con un judío, y ahora la menor se casará al menos con un católico, aunque el hombre ostenta un detalle no menor para los Verneuil, es negro.


Este planteo inicial sugiere que habrá comentarios raciales y religiosos arriesgados que expongan los prejuicios y las cortedades de una sociedad que se cree amplia y avanzada, pero no… aunque no les salga del todo, los Verneuil insisten en una corrección política que les quita todo humor. A ellos, a la película, a los espectadores.


Una buena comedia es como una omelette, hay que romper unos cuantos huevos. El humor es ruptura. De algún tipo. La inversión de la lógica social, política, religiosa, o de lo que se elija para provocar risa. Los humoristas son en el fondo moralistas que quizá, entre otras cosas, aspiren a la corrección política. Dicha corrección es la meta final, no las herramientas primeras.


En resumen, un esbozo de comedia sosa, que aburre mucho, mucho, mucho. Y mucho.

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