Las
películas biográficas (biopics que le dicen) me tienen un poco podrido.
Trafican con el morbo de develar miserias de personas célebres por algún motivo
y en general reducen complejas experiencias de vida a “traumitas” explicables
en tres oraciones y una escena. Enfrento el trámite de ver Violette (2013) con más entusiasmo que otras veces ante otras
biopics, por la sencilla razón que, salvo por el nombre y alguna referencia
suelta, lo ignoro casi todo de Violette Leduc (Emmanuelle Devos). El arranque es fuerte y prometedor. Estamos
en la campiña francesa en plena Segunda Guerra Mundial, Violette es perseguida
por la policía y sus perros; la pobre arrastra una valija con cortes de carne
obtenidos en el mercado negro. Después sabremos que finge estar casada con Maurice
Sachs (Olivier Py), un escritor homosexual, al que le pide una pasión carnal
que él no puede retribuir. Maurice la instará a que no se queje sino que
escriba lo que siente. En estas breves escenas aparecen lo que serán los rasgos
en apariencia más destacables de Leduc. Se sabe una chica fea, arrastra una
infancia de negación y desprecio. Tiene la autoestima por el piso y como toda
persona en esa situación es demandante y espera que la quieran para comenzar a
valorarse un poco (se sabe que las cosas no funcionan así). Aprende entonces a
volcar los tormentos interiores en la escritura. El resto de la película
ofrecerá variaciones sobre estos temas, cómo enfrenta, se sobrepone, se rinde o
se resigna a estas cortedades y exorcismos. Amará a hombres y mujeres
equivocados, logrará ser reconocida por su arte y será una de las pioneras en
expresar con todas las letras lo que es amar a otra mujer y elegir abortar.
La
película está divida en capítulos que se centran en personas o lugares que signan su vida. Entre
las personas, la más importante es Simone de Beauvoir (Sandrine Kiberlain), a
quien amará sin ser correspondida y que será siempre su mentora. Figurarán
también Jean Genet (Jacques Bonnaffé), el perfumista Jacques Guérin (Olivier
Gourmet) y se nombrará más de una vez a Jean Paul Sartre, Albert Camus, Jean
Cocteau, Julian Green, quienes no aparecerán corporizados.
Como
suele ocurrir en las películas biográficas, es más una vida ilustrada que la
expresión de las densidades de su protagonista. Y también como suele ocurrir,
serán los actores los que salven al film del olvido y lo hagan casi de visión
obligatoria. Emmanuelle Devos es una actriz extraordinaria que hace de Violette
un ser entrañable. Deslumbra, inquieta, conmociona. Y Sandrine Kiberlain para
nuestro beneficio se hace una panzada con su Simone de Beauvoir. El resto del
elenco está igual de bien y es imposible no destacar a Catherine Heidel como
Berthe, la madre de Violette.
Dirigió
Martin Provost que en 2008 ofreciera Séraphine
sobre la vida de la pintora Séraphine de Senlis, quien se ganara la vida
durante años como una fregona.
En resumen: una vida bastante sufrida, una película apenas penosa; una mujer muy valiosa, una película no tanto.
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