Era una cuestión de tiempo antes de
que fueran el centro de su propia película. Se cuentan por decenas las veces en
que fueron la nota de color de dramas y comedias. Y si bien en The full monty, la profesión fue el
exorcismo final, que sacaba por un rato a aquellas víctimas precursoras del
neoliberalismo merdoso de tanta malaria y despojo, el strip tease masculino no
tenía “su” film. Magic Mike viene a
compensar esa falencia.
Mike (el bueno de Channing Tatum)
parece que la tiene clara. Es un joven, casi treintañero, de buena salud y
físico envidiable, que trabaja de stripper. Sabe que el glamoroso trabajo de
desnudarse por plata tiene fecha de vencimiento (y sí, como el modelaje, el
fútbol o el ballet, la juventud prima sobre la experiencia, para decirlo amablemente
y no hablar de de las descalificaciones de flacideces, canas, arrugas y demás
patetismos a los que nos somete el tiempo). Por eso ahorra todo lo que puede y
planea establecer una empresa de fabricación de muebles únicos, con o sin
materiales reciclables. Y para no creérsela del todo (y sí, ser un objeto
sexual puede marear un poco, supongo… no tengo la dicha de ser uno) acepta de día trabajos en negro, como poner
tejas en un techo. En esa changa conoce a Adam (Alex Pettyfer) un chico de
veinte años, a la deriva y medio tarambana (combinación mortal si las hay). A
la noche, Mike se encuentra con Adam de casualidad, y de puro solidario, lo
lleva a que dé una mano en las bambalinas del show (y sí, en el strip hay que
salir bien cubierto y con muchos accesorios que se van descartando, así que un
vestidor nunca viene mal). Y no va que como en Gypsy (aunque allí, claro, la cosa era con nudistas mujeres), falla
un stripper y hay que reemplazarlo y…
¿quién va a debutar para ser más tarde un éxito?: sí, ¡Adam! En algún
momento la hermana de Adam, Brooke (Cody Horn) le va a pedir a Mike que lo proteja.
Pero como dijimos, Adam es un poco tarambana y se va a tentar con los peligros
de la noche: sexo fácil, drogas o pegarse a mujeres poco aconsejables que ninguna
madre, o hermana en este caso, aceptaría. La cuestión es que Mike descubre que
en realidad no la tiene tan clara, le agarra una crisis y entonces…
Si bien la sinopsis puede indicar que
se trata de un film industrial que explota los pectorales, los bíceps, los
bultos y demás topografías masculinas, no, es un film medio independiente de
Steven Soderbergh (Sexo, mentiras y video,
Kafka, Erin Brockovich, La gran estafa, Che). Parece que el proyecto nació
cuando Channing Tatum le contó que, antes de triunfar como estrella de cine,
tuvo un breve paso por el strip-tease.
Soderbergh le da espesor (sin
exagerar) a los convencionalismos de la trama. No demoniza ni subestima el
trabajo de arrancarse la ropa y sacudir los genitales. Filma los números con
elegancia y detalla aspectos de la profesión. Como que más allá de permitirse
algunos excesos de drogas, sexo y alcohol, los strippers viven pendientes de su
cuerpo, lo entrenan, lo cuidan y lo miman (y sí, después de todo es su medio de
ganarse la vida.) Y que como buenos devotos del culto al cuerpo suelen
descuidar el intelecto. Y bueno, tampoco les piden otra cosa. Una futura
psicóloga, que se acuesta con Mike sólo por el beneficio fisiológico, le dirá:
“No hables, basta con que seas hermoso.”
Dos trabajos actorales se destacan,
el de Tatum, buen actor con un excelente manejo del cuerpo y ¡oh, sorpresa! el
de Mathew McConaughey. El 2012 fue un buen año para el tejano. Cuando su
carrera parecía despeñarse en el chiste de ser un ex galán que sólo podía
ofrecer marcados abdominales, McConaughey, insospechadamente, dio actuaciones destacables,
aquí, en Killer Joe y en The paper boy. En este film, es el líder
y mánager de los strippers, un exhibicionista avejentado al que se le terminó
por freír la sesera de tanto mostrarse.
Tiene sus aristas; sabe que su cuarto de hora pasó y lucha, con más maña
que lucidez, para no perder la dignidad y caer en el patetismo; es asimismo algo
manipulador y un poco perverso. Yo mucho no lo aguanto, pero negarle que hace
un gran trabajo sería una injusticia.
El cine satisface también
curiosidades. Si alguna vez se preguntaron cómo es un show de strippers
masculinos y qué hay detrás de la escena, esta película satisfará sus
inquietudes. No será un film imperdible pero no es tonto ni vergonzante.
Un
abrazo, Gustavo Monteros
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