Django sin cadenas es Tarantino en estado puro, que es lo mejor que le puede pasar al espectador. Es un film desmesurado, provocador, digresivo, de violencia ultraestilizada, con personalísimos diálogos envolventes y farragosos, con personajes y situaciones que mucho le deben al cine olvidado de grandes maestros del B, con interminables capas de cinefilia y con la pasmosa y envidiable libertad de hacer lo que se le viene en gana, con la inquebrantable voluntad de entregarse a todos sus caprichos.
El modelo de maestro elegido para la ocasión es Sergio Corbucci, uno de los santos patronos del spaghetti western, y de su vasta obra, se centra en un título muy amado por estos lugares, el inolvidable Django con Franco Nero. Se le cuelan también citas al grande entre los grandes, Sergio Leone y al Richard Fleischer de Mandingo. Claro, son solo la punta del iceberg de una cinefilia tan desvergonzada como bien asumida. Y si algunos westerns de los 50 elegían la problemática del indio para hablar por elevación de la cuestión racial, Tarantino opta por el spaghetti western para poner en primer plano la aún no cerrada cuestión del pasado esclavista de los defensores a ultranza de las “bondades” de Occidente, o sea los “benditos” estadounidenses. Y lo hace a su manera, por supuesto. A juzgar por la ventolera que está levantando, su encendida pasión por perturbar ha hallado el eco buscado. Su película ha provocado debates acalorados más cercanos al quid de la cuestión que otras obras tan bienintencionadas como asépticas, la miniserie Raíces, por ejemplo.
Pero por más política y altisonante que sea la propuesta de la que parte, Tarantino la articula en un film de género, lo cual es astuto e inteligente, ya que el desmadre que el género permite, hace que la discusión no muera o se pierda en intelectualismos que convierten a las barbaridades que se debaten en signos desprovistos de sudor y sangre. Por más que les pese a los “buenos” de los norteamericanos parte de su capitalismo triunfante estuvo fundado en el comercio humano, espejito del que huyen como de la peste. Y ahora Tarantino los enfrenta no con una épica lindita y grandiosa sino con un western sucio y lúcido.
Como buen film de género y de Tarantino en particular, el devenir de la trama es apasionante, atrapante y muy entretenido. Jamie Foxx, Christoph Waltz, Leonardo Di Caprio, Kerry Washington y Samuel L. Jackson están a cual mejor. Aunque todos, desde el primer secundario hasta el último extra brindan lo mejor de sí y se hacen notar en buena ley.
El año recién asoma y puede parecer aventurado e irresponsable decirlo, pero es tal la contundencia y la maestría de esta película que sin ambages digo que Django sin cadenas es una de las grandes películas del año.
Un abrazo, Gustavo Monteros
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.