viernes, 9 de agosto de 2013

Los amantes pasajeros



Con el paso de los años, el cine de Pedro Almodóvar más que en una obra artística abierta se ha transformado en una religión a profesar. Ante Los amantes pasajeros, sus creyentes más fieles y devotos exprimen su inteligencia, invierten la lógica y recurren a argumentaciones fabulosas para justificar lo injustificable, revertir lo irrevertible, disimular lo indisimulable: que la película de tan regular es tirando a malísima. Uno de sus fervorosos creyentes dice que el film es valioso por su fracaso, por lo quiere y no puede decir, por sus torpezas y cortedades (¡!) Otro ensaya una especie de decálogo a cumplir para que podamos disfrutarlo, algo así como abandonen toda esperanza de ser entretenidos y entonces quizá no la pasen tan mal.

Lo siento, yo soy un agnóstico del dios Almodóvar. Y como tal me libro de defender lo indefendible. Se supone que esta película es un regreso a la comedia alocada. Y sí alocada es, pero de comedia poco y nada. Por momentos es más triste que un entierro. Y es tan ocurrente como tirarse un pedo en el baño. La historia de estos pasajeros en un avión con el tren de aterrizaje averiado que da vueltas en el aire a la espera de que alisten un aeropuerto en el que puedan bajar es una alegoría ramplona de la España actual. Dicha alegoría es tan obvia que insulta. Los personajes son refritos nada felices de otros que aparecieron antes (y más de una vez), las situaciones son tan poco inspiradas que dan vergüencita, el playback de Pointer Sisters huele a naftalina rancia y las “audacias” como el chiste de la droga en el recto puede que en los ochenta fuera transgresor pero hoy no es más que mal gusto.

Si son devotos de Almodóvar, descalifíquenme, no me lleven el apunte, vayan y pásenla todo lo bien que puedan. Y después de verla, si tienen ganas, hagan de cuenta que no es una película de Almodóvar sino de un imitador del manchego y cuéntenme cómo les sale este pequeño experimento. Lo peor que se le puede hacer a un creador es decirle que sigue genial cuando ya no lo es. A mí en realidad ya no me importa, hace años que ya no espero nada de Pedrito, pero si ustedes quieren que los vuelva a deslumbrar, no sean indulgentes y díganle la verdad.

Un abrazo, Gustavo Monteros

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