En el mundillo de la inteligencia británica han robado un
dispositivo de fácil colocación y manejo, que desbarata primero y hace explotar
después a un reactor nuclear. George Woodhouse (Michael Fassbender) tiene
apenas una semana para descubrir al ladrón. Le entregan una lista con cinco
sospechosos, entre los que está su esposa, Kathryn St.Jean (su majestad Cate
Blanchett)
Steven Soderbergh vuelve a su terreno favorito, el de los
mentirosos. No en vano su primer largometraje se llamó Sexo, mentiras y
videos (Sex, Lies, and Videotape, 1989). Aunque si repasamos su
carrera, más que volver, sigue ahí, porque bien pensado, jamás abandonó el
terreno de los mentirosos, o para no ser tan moralmente categóricos, de los
ocultadores de aspectos de la verdad que nos atañe. Soderbergh es un tipo
versátil, que ha jugado con varios géneros, pero el factor que unifica su obra es
el del ocultador serial o esporádico. La mayoría de sus protagonistas, por no
decir todos, se meten en problemas por no revelar algo que ocultan con celo. Y
puestos a generalizar, todos los personajes del mundo esconden algo, pero en el
caso de Soderbergh es el tema central. Y aunque no venga al caso, me pregunto
qué civilización tendríamos si no ocultáramos nada, si dijéramos todo los que
se nos pasara por la cabeza, si socializáramos hasta los deseos más oscuros y
recónditos, si expresáramos en todo momento y lugar nuestras necesidades
inmediatas. ¿Andaríamos a las patadas o libres de lastres? Jamás lo sabremos.
Ahora volvamos a Soderbergh.
Los cinco espías sospechosos (no todos son técnicamente
espías, hay una psicóloga que controla obsesiones y debilidades del personal y
una especialista en aparatos de vigilancia), como corresponde a la profesión, son
inteligentes a más no poder y se expresan brillantemente, mientras protegen sus
secretos, con una verba de humor, ironía y cinismo (ni que vivieran en el terruño
de Oscar Wilde, George Bernard Shaw y Harold Pinter).
Como bien expresara la vieja canción que cantaba Valeria
Lynch, son profesionales de la mentira, y cuando se les pregunta algo que no
pueden responder sin comprometer la seguridad de las secretas operaciones que
tienen entre manos, dicen: es del Black Bag (de bolso negro o sea de lo que no
se habla) (Para ajustarse mejor a la trama, black bag fue bien traducido como Código
negro)
La película se abre con un plano secuencia (uno más y van
chiquicientos, instrumento muy en boga en estos momentos, ¡todos hablan de los
cuatro episodios de la serie Adolescence que están resueltos en un único
plano secuencia cada uno de ellos!) y tiene dos partes claramente discernibles.
En la primera, nosotros, los espectadores, tenemos control de toda la
información, incluso sabemos más que su protagonista George / Fassbender, pero
en el tramo final, cuando el matrimonio de George y Kathryn se sincera y
elabora su plan, pasamos a no saber nada y nos mantienen en vilo. El juego de
pasar de saberlo todo a ignorar lo que harán o cómo resolverán los entuertos en
los que se metieron es magistral, despierta toda nuestra atención, tanto que
hasta olvidamos espiar nuestros celulares. (El autor del guion es David Koepp)
Y no es una virtud menor que dure solo ¡93 minutos!
Gustavo Monteros
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