A los fines prácticos, The King es la historia de
una venganza. Pero ¿una deliberada, concebida, planeada? O ¿una accidental,
azarosa, improvisada?
Elvis (Gael García Bernal) sale de la Marina con un rifle y
un dinero ahorrado y se dirige a un pueblo de Texas para contactarse con su
padre, al que no conoce, Dave (William Hurt) hoy un pastor evangelista a cargo
de una comunidad cristiana.
Dave le pide a Elvis que se mantenga alejado de su nueva
familia. A su esposa Twyla (Laura Harring), a su hija Malerie (Pell James) y a
su hijo Paul (Paul Dano) les pide que no se relacionen con Elvis, pero no les
cuenta que es un hijo carnal que tuvo con una mexicana en su tumultuoso pasado,
del que se dice reformado.
Pero Elvis ya ha conocido a Malerie y se embarca en una
seducción irrestricta. Paul, frustrado por no haber sido elegido en la
universidad local en la que ha decidido seguir sus estudios y serenamente
furioso por haber sido retado por su padre por hacer en la iglesia un número
musical no doctrinario sino catártico, al descubrir una noche que Elvis ha
estado en la pieza de Malerie lo sigue hasta el hotel en que vive y le ordena
que no vea más a su hermana. Elvis, con una frialdad ¿insospechada?, lo mata y
esconde su cadáver, a la vez que organiza circunstancias para que se crea que
Paul ha huido de la familia por sus propios medios. Entonces…
En el afiche se lee un slogan publicitario que dice: “El
diablo me ha obligado a hacerlo”. En un momento clave de la historia, Elvis
dirá: “Dios me ha obligado a hacerlo”. Las dos versiones de la frase no son un
error ni un truco publicitario. Son la declaración de principios de para dónde
va la película.
Dios y el diablo no son las dos caras de una misma moneda,
pero cuando se habla tanto en que todo se hace en el nombre de Dios, el diablo
no tarda en meter la cola. Dave es un evangelista obcecado, fanático, irreductible,
no solo dice hacer las cosas en nombre de Dios, sino que erige en su
representante, en su vocero, porque cree en Dios piensa que Dios habita en él.
Cuando Paul desaparece no entra en crisis de fe sino en
desazón. ¿Por qué Dios habría de quitarle a su hijo? No haya respuesta y ve en
Elvis al hijo pródigo. Y lo lleva a su casa, lo pone en la habitación de Paul.
Reemplaza al hijo perdido con el recién encontrado.
Error. Puede que participemos (por ser hijos) de la
naturaleza divina, pero ni por asomo somos dioses. En el caso de Dave, ¿la
redención obtenida no borra su pasado? Al parecer no, sobre todo cuando se ha
intentado negar las consecuencias del mismo, o sea al hijo. El supuesto puro ve
peligrar su imagen santurrona y prohíbe al hijo recién llegado y a la familia
que no se traten.
Estas son solo algunas de las preguntas que van surgiendo a
medida que avanza la historia. Cada decisión que cada uno de los personajes
toma trae consecuencias arrasadoras. Elvis, un rey de pacotilla con corona de
cartón de restaurant de comida basura, ¿ha destronado al profeta hipócrita?
¿Esa era su misión?
Este film de 2005 de James Marsh crece con lentitud, pero
es apasionante. Gael García Bernal y Willliam Hurt están soberbios en sus
personajes y ratifican que son actores maravillosos.
Por desgracia ha habido guerras, masacres, persecuciones
atroces por las mismas pretensiones que ostentan estos personajes. La fe pueda
que mueva montañas, pero también puede destruirlas.
Gustavo Monteros
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