viernes, 21 de julio de 2023

Programa doble - Hoy: El bosque de los sueños - Baño de vapor



Programa doble, sección en la que repasamos dos películas con aspectos en común.

Hoy: The Sea of Trees / El bosque de los sueños y Steambath / Baño de vapor.

 

Arthur (Matthew McConaughey) deja el auto con la llave puesta en el estacionamiento de un aeropuerto. Saca un boleto de ida para Japón. Una vez allí toma un taxi y se baja frente a un bosque tupido en una de las laderas del Monte Fuji. Entra al bosque y se topa con señalizaciones que llevan frases filosóficas o mantras de autoayuda. Halla bolsos desechados, zapatos tirados y cadáveres. Se le acerca un enajenado japonés que dice llamarse Takumi Nakamura (Ken Watanabe) y que busca la salida. Arthur lo acompaña un tramo y la salida no está por ninguna parte. Arthur tiene reminiscencias de su esposa Joan (Naomi Watts) con la que puede inferirse se lleva muy mal. De a poco se nos instala una sospecha. ¿Acaso Arthur y Takumi están en el purgatorio? Pero se lastiman, sangran, tienen dolores. Si estuvieran muertos, ¿sufrirían esas molestias? De lo que vemos, ¿cuánto es real y cuánto es fantasía? De a poco las piezas del rompecabezas caerán en su lugar y sabremos de dónde y hace dónde va el cuento. Nada quedará sin explicación y habremos de conmovernos si nos dejamos ganar por lo que despliega. The Sea of Trees (2015), (rebautizada para el estreno local como ¿¡El bosque de los sueños?!) fue dirigida por Gus Van Sant sobre guion de Chris Sparling. Y fue abucheada en su presentación en Cannes, no sorprende porque por el material que maneja, Cannes fue el lugar más inapropiado para presentarla ante público por primera vez. Se trata de una producción industrial pensada para un público popular, pochoclero (adjetivo con fines descriptivos, sin ánimo desdeñoso). Tal vez el nombre de Van Sant los llevó creer que se trataba de un film de autor, poco y nada de eso hay en esta propuesta esta vez. Pero pasado el tiempo y aclaradas las confusiones, se deja ver con agrado y no deja resaca de haber perdido el tiempo. Más de matiné de cine de barrio que de cinemateca, aunque sin obviedades ni insultos a la inteligencia de nadie. Además, el trío protagónico tiene más carisma que Burt Lancaster asomándose en el horizonte.

 

En Steambath (Burt Brinckerhoff, 1973) Tandy (Bill Bixby) y Meredith (Valerie Perrine) son los flamantes clientes de un más que peculiar baño turco. Y si de peculiaridades se trata, los demás parroquianos las tienen a raudales. De pronto Tandy y Meredith comprenden que quizá hayan muerto y que estén en el Purgatorio. El portorriqueño, que se ocupa de la limpieza del lugar (José Pérez) y administra de algún modo el lugar, no sería sino el mismísimo Dios. Estamos ante una obra de teatro de Bruce Jay Friedman filmada como película para la televisión. Al principio la cosa tiene pinta de un sketch picaresco con afán desaforado de captar la atención: hay un desnudo total (como se decía en los tiempos en los que se hizo) de Valerie Perrine, un número musical impecable (dos clientes son exbailarines de Broadway y hacen un popurrí de dos canciones de Gypsy), hay también un baile sensual por una mujer muy sexi para excitar un hombre en silla de ruedas, más chistes de cuádruple sentido y un diálogo que hoy disfrutamos con culpa porque fue concebido en tiempos anteriores a cualquier intento de corrección política. De a poco el tono cuasi revisteril se va adensando y se comienza a advertir que el autor nada tiene que envidiarle a Strindberg. El humor deja de ser grueso, las situaciones se vuelven peligrosas y lo sensual da paso a lo angustioso.

 

Según el diccionario de la Real Academia Española, Purgatorio es en su acepción: “2. m. Rel. En la doctrina católica, estado de quienes, habiendo muerto en gracia de Dios, necesitan aún purificarse para alcanzar la gloria.”

 

Según estas dos películas, el Purgatorio es la sala de espera que antecede al Más Allá, sea este Cielo o Infierno. También una instancia de juicio, el regreso a la Tierra es posible si algo se ha corregido, se ha comprendido, y puede redundar en beneficio de otros (la vieja y querida reeducación siempre está detrás de todo). Pero por sobre todo es un espacio de duelo final, la resignación parece no ser muy complicada, cuestión de relajarse y aceptar que algo terminó, ya fue, se acabó. Sin embargo, nada es más difícil que lo obvio cuando no se quiere aceptar. La conmiseración final requiere coraje de héroe, de santo, de iluso.

Gustavo Monteros

 

(The Sea of Trees anda por ahí, solo es cuestión de estar atento. Steambath está en YouTube con subtítulos en español, que no son perfectos, pero están y son)

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.