viernes, 21 de abril de 2023

Festival LGBTQ+ - Sexta jornada

Inicio mi sexta jornada del festival LGBTQ+ con Moneyboys (2021), opera prima de C.B.Yi. Fei (Kai Ko) parece haber nacido para la profesión que por accidente le toca ejercer: trabajador sexual especializado en hombres. Tiene la mezcla exacta de narcisismo (para que los gajes del oficio no lo afecten demasiado) y capacidad para distanciarse, deshumanizarse y desentenderse así de pasiones que desata). Estas ventajas lo ayudan para sobrellevar los inconvenientes de prostituirse, pero le impiden reconocer a tiempo el amor. Primero el de Xioalai (J.C. Lin), un compañero de profesión que para escaparse del tráfico sexual o en una manera autodestructiva de expresar su amor por Fei, o porque no puede manejar los celos, llevará a cabo una acción de venganza contra uno de los clientes de Fei. Esta acción me confunde, o es una cuestión cultual que no sé leer, o tengo falencias para entender algunos comportamientos de autoinmolación. Como sea, es mi problema y no el de ustedes. Fei, más adelante, tampoco sabrá ver a tiempo el amor de Long (Yufan Bai), un amigo del pueblo que se le aparecerá en Taipei para que lo ayude a mejorar su situación económica. Fei le encontrará un trabajo esclavizador en un comedero, al que Long más temprano que tarde mandará al demonio, porque quiere hacer lo que Fei hace, porque no es secreto para nadie salvo para Fei, además lo admira hasta la idolatría y lo ama en secreto desde siempre. Fei elige verse como un proveedor de su familia, hace lo que hace para que ellos, lejos en su pueblo, vivan bien. Los familiares aceptan el dinero, pero cuando Fei los visita no pueden hacer la vista gorda a la profesión de Fei y lo atacan con moralinas ancestrales (si necesitan ejemplos mayúsculos de hipocresía, aquí hay uno). Ya lo sabía Emile Zola y todos los naturalistas, pocas cosas desatan más morbo que los entretelones de la prostitución, C.B.Yi nos entrega un retrato frío y elegante, un poco distante como su protagonista nada empático, pero nunca perdemos el interés, ya sea por morbo o por culpa de su talento.



Sigo con Große Freiheit  o Great Freedom (Sebastian Meise, 2021) considerada con justa razón una de las mejores películas de dicho año. El título es de una ironía punzante. Hans Hoffman (Franz Rogowski) es víctima reincidente de la infame ley alemana llamada el Párrafo 175 que criminalizaba la homosexualidad y la castigaba con cárcel efectiva. Esta historia se cuenta en tres tiempos, en 1945, en 1957 y en 1968. Y salvo en tres momentos claves, transcurre el resto del tiempo en la cárcel. Hans no resignó su sexualidad y vio la ironía trágica de salir en 1945 de un campo de concentración para terminar en una cárcel de la ocupación, (en la Berlín dividida, a él le tocaron los norteamericanos). Tiene que compartir la celda con Viktor (Georg Friedrich) un homófobo violento, pero no estúpido ni insensible. Iniciarán una amistad que derivará en unas cuantas cosas. El período de 1957 estará dominado por el amor que Hans siente por Oskar (Thomas Prenn). Y el de 1968 por la relación que establece con Leo (Anton von Lucke). Alguien dijo en broma que no es ni por lejos la habitual película de cárcel ni la típica historia de amor. Broma acertadísima que esconde una verdad irrefutable. Es una película extraordinaria con un momento inolvidable que conmueve al más pintado. No está al final, pero va a parar al cajón de la memoria imborrable donde están el final de El francotirador y el de Umberto D.

Hablando de finales, tanto Moneyboys como Great Freedom tienen un final no cerrado del todo. No es que sea abierto, para nada, es fácil descubrir para donde van los tiros, pero sus cineastas eligieron por los motivos que sean no cerrar sus historias con claridad. Lo respeto, pero no de mi preferencia. La bajada del telón final es un arte que no hay que resignar. Perdón, es lo que creo.


 
Termino esta sexta jornada con Animals, dirigida por Nabil Ben Yadir, filmada en 2018 y estrenada pandemia mediante en 2021. Película difícil de ver como pocas. Registra el crimen de odio contra Ihsane Jarfi de 32 años de edad en 2012 en la ciudad de Lieja, Bélgica. Jarfi fue muerto a golpes por cuatro hombres. Su cuerpo fue encontrado en un descampado dos semanas más tarde a su fallecimiento con 17 fracturas en las costillas y otras heridas graves. Tres de sus asesinos obtuvieron sentencias de por vida y el cuarto una pena de 30 años de prisión. Estos datos no son mencionados en la película, que comete el error de suponer que por ser un caso famoso en Bélgica es igual de conocido en el resto del mundo. De todos modos los nombres están cambiados, quizá algunas circunstancias también por necesidades dramáticas, aunque no falte el cartelito de Basado en hechos reales.

La primera media hora es angustiante pero visible. Brahim (Soufiane Chilah) aiste al cumpleaños de su madre, fiesta familiar muy concurrida. Todos pertenecen a la religión islamista. Brahim invitó a su pareja de cinco años para que su madre lo conozca al menos, no planea blanquear la relación sobre todo porque su hermano mayor, el único que sabe que es gay se lo tiene prohibido, pero la esposa del hermano los vio en el centro y no para de azuzar a que se diga lo indecible y se eche al “infiel degenerado” El hermano jura que la esposa no se lo contó a nadie, pero otra de las cuñadas trata mal a Brahim y una de las invitadas a la fiesta lo mira con agresividad. Thomas, la pareja de Brahim no llegará porque el hermano se lo impidió golpeándolo y agarrándolo del cuello. Brahim se irá del cumpleaños y buscará a Thomas en un boliche gay que frecuentan. No está, en la puerta logra que cuatro matones en un auto que molestan a una mujer, dejen de hacerlo, los patoteros le preguntan si en el lugar hay “vaginas”, Brahim les dice que sí, pero que no están disponibles para ellos. Cree reconocer al chico que está sentado detrás, lo saluda, se ofrece a indicarles un lugar con “vaginas” dispuestas y ¡se sube al auto! Una cosa lleva a la otra, un comentario airado a otro y comienza la violencia contra Brahim. La siguiente media hora es muy difícil de ver y roza lo insoportable. El crimen es recreado con atroz eficacia. Abandonado el cuerpo, la cámara se concentra en el chico que Brahim creyó reconocer. Lo dejan en la casa. Tiene los nudillos heridos y la ropa cubierta de sangre. Come algo, acaricia al perro y cuando se da cuenta de la sangre que lo mancha, se saca la ropa y la tira a la basura, después volverá a sacarla e intentará lavarla ¡a mano! El chico va a su cuarto y se viste como para ir a misa. La madre ya está despierta, es una mujer postrada que mira televisión. Su padrastro le pregunta dónde va. El chico le dice que ya sabe. El hombre se pone muy violento y le dice que no se ponga guarango, que está a su cargo, que él paga los medicamentos de su madre y por la manutención de todos. El chico se va, pero no llega a una iglesia, sino a un salón de fiesta, lo ponen a preparar mesas, su padre verdadero ya había anunciado que ayudaría al personal del salón. Es que en ese día, el padre celebra en ese salón su casamiento con otro hombre. Los últimos 20 minutos son sobre el chico en la fiesta. ¿Las películas sobre crímenes de odio son necesarias? Muchos creen que sí. Y yo no me pongo de acuerdo conmigo mismo. Algo es seguro, durante varios días me preguntaré por qué Brahim se subió a ese auto. La violencia de esos cuatro era tan evidente, que ¿por qué?, ¿por qué? Solo Brahim lo sabe y ya no nos lo puede decir.

Fin de la sexta jornada.

Gustavo Monteros 

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