Inicio mi sexta jornada del festival LGBTQ+ con Moneyboys (2021), opera prima de C.B.Yi.
Fei (Kai Ko) parece haber nacido para la profesión que por accidente le toca
ejercer: trabajador sexual especializado en hombres. Tiene la mezcla exacta de
narcisismo (para que los gajes del oficio no lo afecten demasiado) y capacidad
para distanciarse, deshumanizarse y desentenderse así de pasiones que desata).
Estas ventajas lo ayudan para sobrellevar los inconvenientes de prostituirse,
pero le impiden reconocer a tiempo el amor. Primero el de Xioalai (J.C. Lin),
un compañero de profesión que para escaparse del tráfico sexual o en una manera
autodestructiva de expresar su amor por Fei, o porque no puede manejar los
celos, llevará a cabo una acción de venganza contra uno de los clientes de Fei.
Esta acción me confunde, o es una cuestión cultual que no sé leer, o tengo
falencias para entender algunos comportamientos de autoinmolación. Como sea, es
mi problema y no el de ustedes. Fei, más adelante, tampoco sabrá ver a tiempo
el amor de Long (Yufan Bai), un amigo del pueblo que se le aparecerá en Taipei
para que lo ayude a mejorar su situación económica. Fei le encontrará un
trabajo esclavizador en un comedero, al que Long más temprano que tarde mandará
al demonio, porque quiere hacer lo que Fei hace, porque no es secreto para
nadie salvo para Fei, además lo admira hasta la idolatría y lo ama en secreto
desde siempre. Fei elige verse como un proveedor de su familia, hace lo que
hace para que ellos, lejos en su pueblo, vivan bien. Los familiares aceptan el
dinero, pero cuando Fei los visita no pueden hacer la vista gorda a la
profesión de Fei y lo atacan con moralinas ancestrales (si necesitan ejemplos
mayúsculos de hipocresía, aquí hay uno). Ya lo sabía Emile Zola y todos los
naturalistas, pocas cosas desatan más morbo que los entretelones de la
prostitución, C.B.Yi nos entrega un retrato frío y elegante, un poco distante
como su protagonista nada empático, pero nunca perdemos el interés, ya sea por
morbo o por culpa de su talento.
Sigo con Große
Freiheit o Great Freedom (Sebastian Meise, 2021) considerada con justa razón
una de las mejores películas de dicho año. El título es de una ironía punzante.
Hans Hoffman (Franz Rogowski) es víctima reincidente de la infame ley alemana
llamada el Párrafo 175 que criminalizaba la homosexualidad y la castigaba con
cárcel efectiva. Esta historia se cuenta en tres tiempos, en 1945, en 1957 y en
1968. Y salvo en tres momentos claves, transcurre el resto del tiempo en la
cárcel. Hans no resignó su sexualidad y vio la ironía trágica de salir en 1945
de un campo de concentración para terminar en una cárcel de la ocupación, (en
la Berlín dividida, a él le tocaron los norteamericanos). Tiene que compartir
la celda con Viktor (Georg Friedrich) un homófobo violento, pero no estúpido ni
insensible. Iniciarán una amistad que derivará en unas cuantas cosas. El
período de 1957 estará dominado por el amor que Hans siente por Oskar (Thomas
Prenn). Y el de 1968 por la relación que establece con Leo (Anton von Lucke).
Alguien dijo en broma que no es ni por lejos la habitual película de cárcel ni
la típica historia de amor. Broma acertadísima que esconde una verdad
irrefutable. Es una película extraordinaria con un momento inolvidable que
conmueve al más pintado. No está al final, pero va a parar al cajón de la
memoria imborrable donde están el final de El
francotirador y el de Umberto D.
Termino esta sexta jornada con Animals, dirigida por Nabil Ben Yadir, filmada en 2018 y estrenada pandemia mediante en 2021. Película difícil de ver como pocas. Registra el crimen de odio contra Ihsane Jarfi de 32 años de edad en 2012 en la ciudad de Lieja, Bélgica. Jarfi fue muerto a golpes por cuatro hombres. Su cuerpo fue encontrado en un descampado dos semanas más tarde a su fallecimiento con 17 fracturas en las costillas y otras heridas graves. Tres de sus asesinos obtuvieron sentencias de por vida y el cuarto una pena de 30 años de prisión. Estos datos no son mencionados en la película, que comete el error de suponer que por ser un caso famoso en Bélgica es igual de conocido en el resto del mundo. De todos modos los nombres están cambiados, quizá algunas circunstancias también por necesidades dramáticas, aunque no falte el cartelito de Basado en hechos reales.
La primera media hora es angustiante pero visible. Brahim
(Soufiane Chilah) aiste al cumpleaños de su madre, fiesta familiar muy
concurrida. Todos pertenecen a la religión islamista. Brahim invitó a su pareja
de cinco años para que su madre lo conozca al menos, no planea blanquear la
relación sobre todo porque su hermano mayor, el único que sabe que es gay se lo
tiene prohibido, pero la esposa del hermano los vio en el centro y no para de
azuzar a que se diga lo indecible y se eche al “infiel degenerado” El hermano
jura que la esposa no se lo contó a nadie, pero otra de las cuñadas trata mal a
Brahim y una de las invitadas a la fiesta lo mira con agresividad. Thomas, la
pareja de Brahim no llegará porque el hermano se lo impidió golpeándolo y
agarrándolo del cuello. Brahim se irá del cumpleaños y buscará a Thomas en un
boliche gay que frecuentan. No está, en la puerta logra que cuatro matones en
un auto que molestan a una mujer, dejen de hacerlo, los patoteros le preguntan
si en el lugar hay “vaginas”, Brahim les dice que sí, pero que no están
disponibles para ellos. Cree reconocer al chico que está sentado detrás, lo
saluda, se ofrece a indicarles un lugar con “vaginas” dispuestas y ¡se sube al
auto! Una cosa lleva a la otra, un comentario airado a otro y comienza la
violencia contra Brahim. La siguiente media hora es muy difícil de ver y roza
lo insoportable. El crimen es recreado con atroz eficacia. Abandonado el
cuerpo, la cámara se concentra en el chico que Brahim creyó reconocer. Lo dejan
en la casa. Tiene los nudillos heridos y la ropa cubierta de sangre. Come algo,
acaricia al perro y cuando se da cuenta de la sangre que lo mancha, se saca la
ropa y la tira a la basura, después volverá a sacarla e intentará lavarla ¡a
mano! El chico va a su cuarto y se viste como para ir a misa. La madre ya está
despierta, es una mujer postrada que mira televisión. Su padrastro le pregunta
dónde va. El chico le dice que ya sabe. El hombre se pone muy violento y le
dice que no se ponga guarango, que está a su cargo, que él paga los
medicamentos de su madre y por la manutención de todos. El chico se va, pero no
llega a una iglesia, sino a un salón de fiesta, lo ponen a preparar mesas, su
padre verdadero ya había anunciado que ayudaría al personal del salón. Es que
en ese día, el padre celebra en ese salón su casamiento con otro hombre. Los
últimos 20 minutos son sobre el chico en la fiesta. ¿Las películas sobre
crímenes de odio son necesarias? Muchos creen que sí. Y yo no me pongo de
acuerdo conmigo mismo. Algo es seguro, durante varios días me preguntaré por
qué Brahim se subió a ese auto. La violencia de esos cuatro era tan evidente,
que ¿por qué?, ¿por qué? Solo Brahim lo sabe y ya no nos lo puede decir.
Fin de la sexta jornada.
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