martes, 12 de mayo de 2020

Dos pícaros con suerte - Tres no hacen pareja



Netflix sube Smokey and the bandit (Dos pícaros con suerte, Hal Needham, 1977) y como alguna vez fui un chico con ojos de matiné, me pongo a verla con anticipada nostalgia. Es el debut en la dirección de quien fuera y seguirá siendo un doble de riesgo y como cumple aquello de que es mejor hablar de lo que se conoce, el resultado sorprende por su solidez. Ojo, no nos confundamos, es una pieza industrial concebida como mecanismo para ganar dinero, pero está hecha con cariño y oficio, bah, entendimiento del oficio y para los parámetros de hoy en día (que “salga con fritas”) se parangona al cine arte. Dicho esto sin ánimo de chiste. El cine comercial de los setenta a la fecha ha involucionado mal, tanto que los productos comerciales de dicha época se agigantan.




Smokey and the bandit que trajo secuelas y imitaciones se basa en la lógica de la persecución que se origina en este caso en la apuesta de si Bandit (Burt Reynolds) y el camionero Cledus (el cantante y compositor de country music, Jerry Reed) son capaces de transportar una carga de cerveza para una fiesta en tiempo récord atravesando varios estados y burlando las restricciones policiales.


En el camino habrá gags, personajes cómicos caricaturescos, rotura de patrulleros, peleas a puños y chicas rotundas de remera apretada. Rol que por entonces podía cubrir Sally Field con gran autoridad física. Sally no siempre fue la madre noble y sufrida, es más, tuvo tantas carreras como la protagonista de la canción de Sondheim “I’m still here”. Sondheim viene a cuento porque se lo menciona. Sally es una bailarina de línea que casi llega a Broadway y Stephen es su innovador favorito.



Sally aquí es una novia fugitiva, cuyo novio abandonado (el musculoso Mike Henry, que en los sesenta fuera Tarzán) busca recuperarla con la ayuda de su padre, el comisario Buford T (el inmenso Jackie Gleason, que tuvo también tantas carreras como para cantar su versión de “I’m still here”)




Esta es la primera colaboración Sally Field-Burt Reynolds, que fueron pareja estable un ratito e intermitente siempre que podían. Sally declaró y declara a los cuatro vientos que siempre lo quiso y Burt, mientras tuvo parejas celosas, no lo gritó tanto pero lo demostró siempre. Y la química off-stage se comprueba  on-stage para beneficio público.




Reynolds se hizo eterno en el 18 y casi todos los obituarios destacaron su talento de partener de actrices impares en tren de comedia, a saber, la mencionada Sally Field, más Goldie Hawn, Liza Minnelli, Candice Bergen, Julie Andrews, Jill Clayburgh y Madeline Kahn, entre otras. Como pocos grandes caballeros del cine (Omar Sharif y Hugh Grant entre los más conspicuos) sabía dar lugar a que su coprotagonista brillara. No encuentro por ninguna parte, la que es con Goldie Hawn, Best friends (Amigos íntimos se llamó aquí) y que dirigió el maestro Norman Jewison en el 82. Pero sí hallo en la red otra de mis favoritas, Starting over.




Starting over (conocida aquí como Tres no hacen pareja) fue dirigida por otro maestro, Alan J Pakula, en 1979 y aquí Burt comparte cartel con Jill Clayburgh y Candice Bergen. Se basa en una novela de Dan Wakefield, con guión de James L Brooks, sí, el autor y director de La fuerza del cariño (1983), Detrás de las noticias (1987), Mejor…imposible (1997) y Spanglish (2004).




En Starting over (Recomenzando, sería su traducción literal) Phil Potter (Reynolds, of course) es un autor de artículos para revistas que se distribuyen gratuitamente en los aviones que intenta cortar lazos con su exmujer, la cantautora Jessica Potter (Candice Bergen). Si bien el matrimonio está terminado, la cosa no es fácil, todavía hay buen sexo entre ellos y las facturas no terminaron de pasarse y pagarse. A instancias de su hermano, Michael (Charles Durning) y su mujer Marva (Frances Sternhagen) inicia relación con la maestra Marilyn Holmberg (Jill Clayburgh), que arrastra sus propias batallas sentimentales perdidas y que terminará por pagar los platos rotos de Phil y Jessica.




Dos detalles de esta película quedaron grabados a fuego en mi memoria y los revisito con deleite. Uno involucra un gag con el famoso y nunca bien ponderado Valium y el otro es que Jessica (Candice Berger fue nominada para el Óscar como mejor Actriz de Reparto por esta delicia) compone buenas canciones que describen lo que siente, pero las canta ¡desastrosamente! (y los signos de admiración son parcos en este caso) (Candice perdería su Óscar porque justo le tocó competir con una actriz que los imanta, una tal Meryl Streep que ese año hizo eso de Kramer versus Kramer)




Jill Clayburg no canta, no le hace falta para lucirse como la mejor. Es más, su actuación aquí le reportó también una nominación para el Óscar, en su caso como Actriz Principal (fue su segunda y última, el año anterior la había obtenido por esa maravilla que fue Una mujer descasada (Paul Mazursky, 1978) y con la que nos enamoró por siempre jamás) Lo volvió a perder, por culpa de Sally Field y su Norma Rae (Martin Ritt, 1979) (película censurada por su descripción de la política, la dictadura era “apolítica”, sin comentarios, y que recién pudimos ver junto a muchas otras en la primavera alfonsinista) Ah, la pobre Jill, al de Una mujer descasada lo había perdido a manos de Jane Fonda (otra enamorada del Óscar) por su Regreso sin gloria (Hal Ashby, 1978)



El Óscar como todo premio es una lotería y puede que Candice y Jill lo perdieran, pero la gloria de su trabajo se reverdece cada vez que vemos esta película, y los obituarios de Burt no fueron clementes sino justicieros, si pueden lucirse tanto es porque Reynolds sabe hacer que su galán las espeje en todo su esplendor. Arte injusto el del galán, concita suspiros, pero poco reconocimiento crítico. (Si lo sabré yo…LOL, mucho LOL)

Gustavo Monteros

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