Susan Sarandon es un peligro. Como Robert
DeNiro o Diane Keaton hacen lo primero que les ponen en frente, como si sus
agentes tuvieran como consigna aceptar lo que les suscriban sin siquiera leerlo.
Es domingo de elecciones y tengo que
atemperar el suspenso, como dudo de hallar excelsitudes que me abstraigan, opto
por una doble función de “Cuán malo es lo malo” y arranco con Monster in law (Una suegra de cuidado, Robert Luketic, 2005) con Jennifer López y
Jane Fonda. Mala a secas, irredimible, sin ninguna súbita característica que la
rescate de la medianía.
Sigo con The
meddler (Una madre imperfecta,
Lorene Scafaria, 2015) con Susan Sarandon y Rose Byrne. Y, oh sorpresa, no es
tan mala como parecía. Bah, no es mala, en realidad.
Por el rango etario de su protagonista, es
una comedia geriátrica, género que progresa por la abundancia de actores en la
tercera edad, a Dios gracias, tan activos y creativos como en sus días más
jóvenes. Susan, como el título en inglés lo indica, es una madre entrometida
que se acaba de mudar a Los Ángeles para estar cerca (encima y alrededor) de su
única hija, Rose Byrne, una promisoria guionista.
El personaje de Susan comparte un detalle
presente en casi todas las comedias geriátricas, tiene un buen pasar. En este
caso, tan pero tan bueno, que no sabe qué hacer con el dinero. (En este
incipiente género ser pobre está proscrito.) Y así se pone a hacer buenas
acciones con una conocida de su hija y con el vendedor de tecnologías varias,
ya que su hija le limita el acceso a sus conflictos.
Y cuando uno cree que el film girará en los
esfuerzos de la hija por liberarse de su madre metiche, no, el personaje de
Rose Byrne se va a Nueva York a rodar un piloto de una nueva serie y mamá
Sarandon queda sola.
La casualidad hace que conozca a un policía
retirado, J.K. Simmons, y todos suponemos, con amplias posibilidades de
acertar, que Susan dejará atrás finalmente el dolor y el vacío que le ha dejado
la muerte de su querido esposo.
Como puede verse, no es la originalidad
precisamente lo que distingue a esta comedia que deambula los lugares comunes
esperables, sino la humanidad puesta en el trámite. En la mayoría de las
vueltas de tuerca del argumento hay verdades, detalles reveladores que elevan
el film de la fórmula en la que se apoya.
Todo gracias a una directora/guionista
dispuesta a que su historia no quede ahogada en violines y ñoñerías al uso, tal
como decretarle a la protagonista una enfermedad terminal que agudice la
lección de vida recibida.
Y no menos mérito tiene el trío protagónico,
acompañado por un elenco a la altura, que se prodiga gozoso en iluminarnos las
conductas de sus personajes.
En definitiva, no es ninguna joya imperdible
del séptimo arte, pero entretiene y acerca a sus personajes, lo que a veces no
es poco, para nada.
The
meddler, rebautizada por Netflix como Una madre indiscreta, puede verse en
dicha plataforma al igual que Una suegra
de cuidado.
Gustavo Monteros
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