Sing,
¡Ven y canta! es simpatía a más no poder. Su autor
director, Garth Jennings y su codirector Christophe Lourdelet recurren a dos
tópicos de los más transitados en la historia del musical, el del teatro que
debe salvarse y el de los aspirantes a estrellas que necesitan una oportunidad
para lucirse. O sea el viejo cuento de los perdedores que deben redimirse, o
para ponerlo con otro ejemplo, el del patito feo que debe comprender que es un
cisne.
Tópicos de encanto garantizado. Claro,
siempre y cuando se cumplan algunos requisitos previos, como que los personajes
sean la mar de empáticos y que haya un gag tras otro, o una peripecia dramática
de identificación básica. Ambos dos requisitos se cumplen aquí a rajatabla.
Y como de un espectáculo musical se trata, es
menester que las canciones y que las interpretaciones sean tan admirables como
deliciosas. Algo que también se cumple. Solo queda repantigarse, abrazar algún
snack favorito y disfrutar.
Si optan por la versión original se toparán
con la voces de Matthew McConaughey (Buster Moon), Reese Witherspoon (Rosita),
Seth MacFarlane (Mike) (el gag de su versión de A mi manera es ¡inolvidable!,
este sí que es un performer, no larga el micrófono ni aunque le tiren con un
misil), Scarlett Johansson (Ash), John C. Reilly (Eddie), Taron Egerton
(Johnny), ¡Tori Kelly! (Meena) (por Dios, qué voz tiene esta chica), Jennifer
Saunders (Nana) y Jennifer Hudson (Nana de joven y cantando, su versión de
Carry that weigh…¡guau!), Garth Jennings (Miss Crawly, una delicia de
personaje, no en vano se la reservó el director/guionista), Peter Serafinowicz
(Big Daddy, si querés saber a qué nos referimos con voz aterciopelada, aquí
tenés un buen ejemplo) y Nick Kroll (Gunter).
Sing,
¡Ven y canta! puede verse en Netflix. Entretenimiento
de cabo a rabo (y aquí hay unos cuantos rabos).
Gustavo Monteros
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