jueves, 6 de junio de 2019

Tiempo compartido


En el prólogo, Andrés (Miguel Rodante) el empleado de un inmenso complejo vacacional, a pesar del aliento de su esposa Gloria (Montserrat Marañón) se quiebra y el quiebre no augura nada bueno respecto a las condiciones de trabajo y las intenciones del monstruo vacacional. Cuando la historia propiamente dicha comienza, vemos a Pedro (Luis Gerardo Méndez) llegar con su mujer Eva (Cassandra Ciangherotti) y su hijo Ratón al hiperbólico sitio de descanso. Van a reparar algo que le pasa con Eva o que le ha pasado a Eva, no lo sabemos todavía, pero que algo pasó, pasó. Los problemas no tardan en empezar. Tendrán que compartir el departamentito asignado con otra familia, la de Abel (Andrés Almeida), señor que parece tener una sospechosa cercanía con la administración del complejo.


Después veremos que la historia se articula por partida doble, por lo que le pasa a Pedro y por cómo es ahora la vida de Andrés.


Muy de a poco, las circunstancias de Pedro se enrarecen y su familia comienza a tomar el punto de vista de Abel, por el que Pedro siente una insuperable animadversión.


Se introducirá entonces un personaje muy particular, Tom (RJ Mitte) un gerente de liderazgo que entrena a los aspirantes a ascender, entre los que se encuentra Gloria.


La película exhibe dos tendencias que el cine mexicano maneja a la perfección, uno, en esto de enrarecer climas surge como ineludible la sombra del gran Luis Buñuel que dejó en México su gran impronta, y dos, en el manejo de circunstancias dolorosas nadie mejor que ellos, que tienen una larga y férrea tradición en el melodrama. Lástima que en un momento clave, el relato se incline o haga pie en el melodrama cuando hubiera sido mejor la sutileza o la distancia.


Tiempo compartido es de esas películas que se admiran más por el esfuerzo que por los logros obtenidos. Se la hizo difícil y si bien no triunfa, no sale mal parada, de ahí los premios para los actores y las nominaciones para director Sebastián Hofman y para los guionistas, el mismo Hofman más Julio Chavezmontes en festivales varios. Quiere establecerse como metáfora de la vieja y querida dicotomía de la ciencia ficción: el mundo corporativo y su modelo de vida ordenado, imperturbable, consumidor y uniforme y los que resisten a ser atrapados por ese hipnótico y ficticio modo de vida, ya sea por convicción o porque aunque lo intenten, no les sale, ya que les es más fuerte el impulso a resistirse a una vida, que ellos ven en su esencia, siniestra y manipulada por cuatro cínicos, por más que en la superficie “de venta” parezca buena, alegre, brillante y confortable.


Más allá de los reparos, que mucho no puedo detallar sin espoliar, creo que merece verse, por las actuaciones, porque habilita la discusión de qué mundo queremos y porque cuando la pega, nos da una idea de lo difícil que se la hicieron y lo cerca que estuvieron de lograrla.


Tiempo compartido puede verse en Netflix.

Gustavo Monteros



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