Al ver Dirty
John no puedo dejar de admirarme lo mucho que nos hemos concientizado sobre
el inter juego de roles desde el advenimiento del movimiento Ni una menos y
todo lo que le siguió, como la importancia que adquirió el día de la
visibilidad lésbica o la patriada que llevan a cabo las chicas del pañuelo
verde.
El modelo de mujer que se ve en Dirty John suena ya antiguo y por suerte
en vías de perimirse. Todas son mujeres exitosas, pero machistas en esencia. La
única aspiración de felicidad que cultivan es la de la validación de un hombre.
Su realización será completa si un hombre, en cuanto patriarca y marido, la
aprueba.
El John sucio del título es un depredador
sexual, un estafador que utiliza el sexo y la seducción como arma de sujeción
de voluntades. Sus víctimas deben cumplir tres requisitos, tener dinero, ser
machistas, y con serios problemas de estima. Las busca en bares determinados o
sitios de citas de internet. O sea lugares donde pululan chicas con el perfil
requerido por él. Ellas disfrazan su falta de autoestima en el ideal romántico
de un hombre que acompaña y contiene. Un hombre que las seduzca con cenas a la
luz de las velas y de música romántica, de caminatas por la playa, descalzas
por la arena, con los zapatos en la mano y el saco de él sobre los hombros. Y
no se dan cuenta de que con tal de cumplir con ese ideal romántico, ampliamente
vendido y difundido, son capaces de aceptar lo que sea. Y depredadores como
John son expertos en “lo que sea”. Por supuesto estos depredadores deben estar
a la altura del ideal romántico y John lo está. Es apuesto, atlético y la va de
médico, aunque en realidad solo es un técnico anestesista.
Cuatro mujeres centrales aparecen en la
serie. Debra (Connie Britton) la víctima más nueva del Dirty John (Eric Bana),
sus dos hijas, Verónica (Juno Temple) y Terra (Julia Garner) y su madre Ariane
(Jean Smart)
La madre de Debra es todo un tema y merecería
una serie para sí sola por lo que se delinea. Debra tuvo una hermana que fue
víctima de violencia de género y mamá se puso del lado del victimario. ¿Por
qué? Se escuda en una religiosidad extrema que según ella la lleva al perdón y
a otorgar la misericordia de la segunda oportunidad (¡!)
Verónica, la hija mayor, tiene más ego que
cerebro, o sea se le desatan todas las alarmas, se le prenden todas las luces
rojas ante el Dirty John, pero no puede elaborar una estrategia eficiente para
sacarlo de sus vidas. Terra, la menor, parece necesitar más horas de sueño
aunque se la pase durmiendo, y siempre luce abstraída, como perdida en alguna
nube, de allí que sea muy apreciada en su trabajo en un refugio de perros. Eso
sí, en un momento clave, no solo se despertará sino que hará uso de la cultura
popular. No quiero spoliar, pero es algo que se refiere a los zombies.
Y, por supuesto Debra, que no termina de
comprender que su ideal romántico es una trampa. Y está tan ganada por
cumplirlo que le dará al depredador una oportunidad tras otra. Y es aquí donde
la serie se vuelve apasionante. Se basa en hechos reales, así que la Debra de
ficción copia lo que hizo la Debra verdadera, y uno se enchincha preguntándose
¿cómo es que insiste, insiste, insiste? ¿Por qué? El derrotero de su madre perdonadora
es una posibilidad de respuesta, pero no basta.
Además de la miniserie hay un documental
sobre los hechos que nos permite conocer las caras de los auténticos
protagonistas. Es aconsejable verlo después de la serie, claro. Echará luz
sobre algunas conductas y es revelador ver cómo estas personas se justifican o
se explican los hechos. Eso sí, verlo requiere un mínimo ejercicio de paciencia,
porque no se trata de un documental en sí, sino de un programa de hechos
reales. Un programa pensado para ir con cortes comerciales, entonces antes de
ir al corte, desarrollan una idea o concepto, que repiten cuando vuelven del
corte. Debió reeditarse para darse completo. Tal como está tiene dos
repeticiones de la misma idea, una tras de la otra. Es solo un detalle, pero
como puede irritar, lo señalo. Un inconveniente menor ante la curiosidad de
verlos y escucharlos.
En la serie todos actúan con destaque, no el
menor el del protagonista Eric Bana, que echa luz sobre un personaje
desagradable y único, porque es a la vez monstruoso y seductor.
Creo que tanto la miniserie como el falso
documental merecen verse. Y no solo por el entretenimiento que deparan, sino
también como advertencia. Los depredadores son más comunes de lo que estamos
dispuestos a aceptar.
Dirty
John, la miniserie (creada por Alexandra
Cunningham y dirigida por Jeffrey Reiner) y Dirty
John, the dirty truth, el documental (dirigido por Sara Mast) pueden verse
en Netflix..
Gustavo Monteros
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