El director John
Huston podía hacer cualquier cosa. No porque su versatilidad fuera prodigiosa,
sino porque su profesionalismo era a prueba de balas. A lo largo de su carrera
había probado ser un profesional hábil y sobre todo confiable. Puede que el
proyecto no se aviniera a su sensibilidad, su interés o su talento, pero no por
eso dejaría de entregar un producto serio y vendible y a tiempo, sin demasiadas
demoras que engrosaran el presupuesto inicial.
A principios de los
ochenta, andaba por los setenta y pico y procuraba tachar de su lista los
proyectos que quería hacer y que comprometían su arte. Su salud declinaba y no
era un hombre proclive a restringirse placeres de alcohol y tabaco, sobre todo.
A lo largo de su vida se había bebido un par de destilerías y se había fumado
un par de cosechas de Cuba. Había tenido a todas las mujeres que había querido
y no extrañaba las hazañas de la cama. Las drogas no lo habían hecho adicto y
podía prescindir de ellas por un whisky, incluso uno regular.
Entre sus ambiciones
no realizabas, figuraba llevar al cine la novela de Malcolm Lowry (considerada
infilmable) Under the volcano/Bajo el
volcán. Como era considerado un proyecto muy poco rentable, no había productores
dispuestos a aventurarse, por lo que el viejo Huston debía producirla él mismo.
Para ello necesitaba trabajar y aceptaba lo que le propusieran. Aunque fuera
una de terror, terrorífica en todo aspecto comenzando por un muy pobre guión (Fobia, 1980) o una de fútbol en un campo
de concentración de la Segunda Guerra en la que había que hacer magia, porque
el presupuesto era magro, el elenco numeroso, y encima había que recrear
“época”. Le salió bastante bien y fue por estos pagos todo un éxito. Porque
somos futboleros y aparte de las rutilancias de Stallone y Michael Caine,
andaban en este argumento el mundialista Osvaldo Ardiles y el rey Pelé. Victory, a secas, era el título
original, ampliado aquí como Escape a la
victoria, 1981.
A poco de terminarla,
el productor Ray Stark, muy amante de llevar obras de teatro triunfadoras en
Broadway al cine, le ofreció el éxito más comentado por aquellas temporadas: el
musical Annie.
Cuando la vi en
ocasión de su estreno en 1982, me pareció que no se había esmerado demasiado,
pero ahora que se supone sé más, o que al menos tengo muchísimas más horas de
cine, comprendo que estaba equivocado.
Para empezar se
aseguró de tener en el reparto amigos y talentos que le resolvieran los
personajes sin obligarse a estar excesivamente sobrio al dirigirlos. Albert
Finney, convenientemente pelado para el rol, era el ricachón que necesitaba
invitar una huerfanita a su palacete (literalmente) para mejorar su imagen de
sociópata. Su asistente era la alta de piernas eternas Ann Reinking. A John le
divirtió la idea de equiparla a la también maravillosa bailarina de piernas
eternas, Cyd Charisse. La directora del orfanato era la infaliblemente cómica
Carol Burnett, secundada por los “malos” Bernardette Peters y Tim Curry, dos
delicias en estado puro. Y claro, un ejército de niñitas.
Para sorpresa de
todos, dirigirlas fue su mejor contribución a la película. El hombre tenía en
su currículum unas cuantas historias de malandrines sin suerte. Quizá las
huerfanitas no llegaran a dedicarse a una vida de delito, pero que tenían poca o ninguna suerte era muy comprobable. Y ¿cuál
es la diferencia ente una cárcel y un orfanato de melodrama tipificado? La edad
de los internos. Esto, supongo, que fue lo que más estimuló su morbo creativo.
Como sea, insisto, lo mejor de la película son las escenas en el encierro del
orfanato. También tiene mucho nervio la persecución final, el final feliz está
garantizado, pero que no sea óbice para no someter a la pobre Annie a unas
cuantas torturas previas.
La nena Aileen Quinn
fue una Annie tan pelirroja como simpática secundada por el peludo y pulguiento
perro Sandy.
Annie tiene unas cuantas canciones muy logradas y de mejor oír.
Lo ganado en
esta película redondeó finalmente el
presupuesto para rodar Bajo el volcán
en 1984, el protagónico recaería de nuevo en el muy talentoso Finney, con pelo
esta vez.
Annie ha regresado a Netflix y merece verse o reverse porque después de todo
“Seguro que hay sol…mañana”
Gustavo Monteros
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