Si la carrera de un
artista es larga, atravesará varias etapas. Y uno, en cuanto espectador o
admirador, puede que sea fiel a ese artista, pero no se deleitará de igual modo
con todas sus etapas. Algunas le gustarán más que otra. Por suerte, la carrera
de Barbra Streisand es larga, soy parcial a su talento, pero no todas sus
etapas me entusiasman por igual. Su ascenso y consolidación son los que más me
atrapan. Difiero sobre lo que vino después, sus éxitos más resonantes, su disco
con Barry Gibb, por ejemplo, la universalizaron, pero a mí no me mueven el
amperímetro.
Streisand saltó a la
fama en Broadway el 10 de marzo de 1964 con el estreno de Funny Girl, comedia musical sobre el triunfo artístico y el fracaso
amoroso de la actriz Fanny Brice. La obra tendría 1348 representaciones,
bajaría de cartel el 1 de julio de 1967 y sería llevada al cine por William
Wyler en 1968 y Streisand se consagraría definitivamente al ganar el Óscar a la
mejor actriz protagónica de ese año (en ex-aequo (en igual mérito) con
Katherine Hepburn por El león en invierno.)
Funny Girl fue un éxito de proporciones, un “nace una estrella”
total. Pero por más ganas que se tengan, no todos pueden ir al teatro y conocer
a la figura de la que todos hablan. Para paliar esta necesidad están los discos
y la televisión. Apareció como invitada en los shows televisivos más
importantes y mientras estuvo en cartel Funny
Girl grabó dos discos por año. Ascendía, consolidaba su fama y por sobre
todo construía su “marca”.
Quizá Sarah Bernhardt
y Eleonora Dusse fueron las primeras artistas de la modernidad en transformar
su imagen primero en “marca” y después en “ícono”. ¿Qué es hacer una “marca”?
Algo como el logo de la Coca-Cola, pero con la imagen que proyectamos, la ropa,
el peinado, la manera de pararnos, movernos o hablar, que haya un elemento
intransferible y único que subsista a los cambios de modas o edad, que siempre
que se nos vea, la gente diga sin dudar es fulano o es mengana, o sea la
conversión en ícono. Hollywood lo comprendió y usó la técnica marca-ícono, pero
no todas las estrellas se preocuparon por consolidarla cuando los estudios se
desprendieron de ellas. Algunas si, Marlene Dietrich, por ejemplo, aunque
Marlene ya traía de chica esa ambición de perdurar en ícono. Entre las actrices
un poco más cercanas en el tiempo, Liza Minnelli y Diane Keaton construyeron su
imagen icónica, y entre las nuestras, el ejemplo indiscutible es Nacha Guevara,
y ahora le pisa los talones Natalia Oreiro. Y, claro, quien nos ocupa, Barbra
Streisand.
En la construcción de
su marca tuvieron particular importancia sus primeros especiales para
televisión, y al ratito la película de Wyler que determinó cómo se filma un
musical Streisand, con grúas que subrayan los artificios vocales y tomas panorámicas
desde aviones o helicópteros para los sostenidos finales.
Todo esto viene a
cuento porque Netflix acaba de subir estos primeros especiales para televisión.
Para atestiguar cómo Streisand construyó su imagen-marca tanto musical, visual,
de look, desenvolvimiento y tamaño de uñas, recomiendo verlos cronológicamente.
Entonces el primero
sería: My name is Barbra (1965)
El segundo: Color me Barbra (1966)
El tercero: A happening in Central Park (1966)
Y el cuarto (mi
favorito) Barbra Streisand and Other
Musical Instruments (1973)
Ah, Netflix tiene
también el cierre de la gira de 2017 que se llama Barbra: The Music, The Mem’ries, The Magic!, en donde se ve no solo
el ícono sino también como el mito que construyó con música y cine se celebra a
sí mismo, y como su público incondicional (no pertenezco a esa categoría, como
la dije soy su fiel pero no su incondicional) celebra los años compartidos con
ella. Emociona verlos recordar la primera vez que oyeron tal canción o vieron
tal película. Y sí, se envejece con las estrellas, y las estrellas que elegimos
quedan asociadas a fuego a momentos de la vida. Puede que nosotros no
construyamos una marca, pero al definir nuestros gustos musicales o
cinematográficos nos perfilamos, y ese perfil se queda con nosotros, y nos es
más fiel que parejas, hijos o mascotas. Parafraseo a la Biblia y digo: Todo
pasa, pero la canción elegida no…
Gustavo Monteros
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