Clint Eastwood abandona el insoportable patrioterismo
de su película anterior (Francotirador,
2014) y se concentra en otra indagación del heroísmo, más accidental que nunca,
porque es tanto azaroso como casual o contingente. Bueno, si somos rigurosos el
patrioterismo sigue presente, aunque esta vez no justifica asesinatos sino que
se felicita por la eficiencia estadounidense, pero no nos adelantemos ya
llegaremos a eso.
Eastwood no la tiene tan fácil esta vez, parte de un
hecho conocido, el jueves 15 de enero de 2009, el capitán Chesley Sullenberger,
Sully para los íntimos y los no tan íntimos, logró con singular éxito y sin
víctimas fatales un aterrizaje de emergencia en el río Hudson, en plena Nueva
York. Su público primero, los estadounidenses tienen muy presente la hazaña, la
vieron y revieron por televisión, la leyeron en los diarios y vieron hasta el
hartazgo las fotografías. Pero Eastwood,
como el excelente narrador que es, no se ocupa tanto de recrearlo como de
deconstruirlo. Pone a Sully (Tom Hanks) y a su primer oficial, Jeff Skiles
(Aaron Eckhart) frente a una junta presidida por Jamey Sheridan, Mike O’ Malley
y ¡Anna Gunn! que investiga si pudo hacerse otra cosa (se menciona por ahí la
preocupación de las compañías de seguro y de la empresa). De modo que nuestra
inmediata simpatía por Sully y Skiles es puesta a prueba y no nos queda más que
indignarnos ante la sugerencia de un heroísmo inútil o fallido. Para agravar
más las cosas, Lorraine (Laura Linney) la esposa de Sully nos dice que tienen
problemas bancarios y que a la larga quizá pierdan hasta la casa. Sully es
también un consultor de seguridad aeronáutica, con una pequeña empresa a cargo
que no termina de despegar (ya que estamos entre aviones, usemos terminología
afín). Si lo despiden, adiós consultoría, el desprestigio le haría perder
autoridad y credibilidad.
Estas situaciones y circunstancias hacen que nos involucremos
con los personajes principales, pero de no haber sido tan astutos, director y
guionista, todavía contaban con un as bajo la manga, o más bien a la vista de
todos, el poder estelar del carismático elenco. Comenzando por el inmenso Tom
Hanks que corporiza como nadie la pulsante humanidad de los personajes que le
tocan en suerte.
Todo terminará satisfactoriamente, aclaradas las
dudas, Sully en un ataque de modestia, dirá que el mérito no es solo suyo sino
también de todos los policías, bomberos, enfermeros que participaron del
rescate. La autocongratulación está justificada, el paranoico entrenamiento para
emergencias que ejercitan con asiduidad esta vez fue ejercido con aceitada
perfección.
En resumen, Eastwood reverdece sus laureles de gran
narrador con una historia que podemos compartir sin que se nos desaten todas
las alarmas antiimperialistas. Cine puro, protagonizado por el hipnótico heredero
directo de James Stewart o de Henry Fonda.
Gustavo Monteros
Mercí !!!!!
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