En
primera plana o Spotlight
se inscribe en la escuela de las películas de denuncia y egresa, no con notas
para el cuadro de honor, pero sí con un buen promedio. Cuenta la minuciosa investigación periodística llevada a cabo por
un grupo de periodistas de la sección Spotlight, que depende del Boston Globe,
y que terminó el 6 de enero de 2002 con la impunidad de los acosos sexuales
contra niños cometidos sistemáticamente por miembros de la iglesia católica y
que fueron silenciados por las autoridades eclesiásticas. El film sigue
cronológicamente la investigación.
En el principio vemos en una
comisaría a un cura detenido (bah, más bien “retenido”) a punto de salir libre
ya que en un cuarto contiguo otro cura y un abogado convencen a la familia de
la víctima de retirar la denuncia. Algo en apariencia tan habitual que no
sorprende a los policías, pero que llama ligeramente la atención al periodista
presente en el lugar. Tirará del hilo y con sus compañeros darán con un ovillo
gigante. Será crucial para el desvelamiento de la verdad la llegada de un nuevo
editor en jefe, Marty Baron (Liev Schreiber) quien les pedirá a sus periodistas
que no se queden en lo anecdótico sino que vayan tras lo estructural, que
revelen el ocultamiento sistemático que hizo la iglesia. Lo lograrán, no sin esfuerzo.
El buen guión de Josh Singer
(El quinto poder, The West Wing) y del director Tom
McCarthy (The station agent, Visita inesperada, Ganar ganar, En tus zapatos)
trabaja mayormente por implicancia, tangencialmente, con el conocimiento tácito
que tenemos de los horrores del abuso
sexual a niños, no se permite flashbacks morbosos con curas en acción, lo que
se agradece. Bordea también siempre el camino de cornisa del discurso, de la
declaración de principios, de la furia tan justificada pero altisonante, sin
caer en el precipicio. Lo que también se agradece. Pero no alcanza para llegar
al status de obra mayor indiscutible, porque se pone insegura o no confía del
todo en el espectador y subraya innecesariamente aspectos que tendrían que
estar mejor integrados y no tan declamados, como la subtrama de la casa de
retiro para sacerdotes abusadores en el vecindario de uno de los periodistas,
Matt Carroll (Brian d’Arcy James) o que en la última visita del periodista,
Mike Rezendes (Mark Ruffalo) al abogado Mitchell Garabedian (Stanley Tucci)
haya justo niños abusados en la consulta; o la misma furia de Rezendes/Ruffalo
a Walter “Robby” Robinson (Michael Keaton) por la demora en la publicación. No
llegan a tirar abajo los buenos logros, pero empañan una superficie que debió
brillar sin opacidades. Otro punto en contra es la banda sonora del veterano
Howard Shore (Ed Wood, la saga de El señor de los Anillos, la saga de The hobbit, varios filmes de Scorsese,
más de un Cronenberg, entre muchas
otras). Si bien no hizo la típica composición efectista, que parece más bien
alternancia de ruidos y violines, ensayó algo cercano al jazz, pero que
conspira con lo que pasa en pantalla, tan torpe es que el silencio no solo
habría sido preferible sino incluso más eficiente.
Entre los puntos más altos,
el elenco, a los nombrados hay que agregar a Rachel McAdams, John Slattery,
entre los periodistas, a James Sheridan, Billy Crudup, entre los abogados y a
Neal Huff, Michael Cyril Creighton, Jimmy LeBlanc, entre las víctimas. Si bien
Mark Ruffalo y Rachel McAdams lograron nominaciones para el Óscar como Mejor
Actor y Actriz de reparto respectivamente, esta película es de “ensamble”,
necesitaba de un elenco parejo, comprometido y talentoso y lo consiguió. Un
trabajo grupal compacto como pocos. Ahora que hay premios para elencos, acaban de
ganar con orgullo y con justicia, el del Sindicato de Actores
Cinematográficos (Screen Actors Guild Awards).
En resumen, más allá de los
“peros” que le encontré, más cabronadas de andropáusico que otra cosa, merece
con creces entrar en la sección de películas "tres eses"; ya que es seria, sólida y sincera.
Gustavo Monteros
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