Como
ante todo estreno de Woody Allen, no solo se desatan los ríos de tinta, sino
que reverdecen las posturas encontradas de los dos bandos en pugna. Sí, a esta
altura de la velada, Woody es cosa juzgada, o en homenaje a las inminentes
elecciones, un voto cantado. De un lado, los que están a favor a ultranza
(entre los que me encuentro, creo y juro sobre siete Biblias que el peor de los
Woody es más atendible que todo el promedio de la producción yanqui en cadena)
y los que están en contra (incluso ante sus aventuras más lograda e
indiscutibles). (Si existe una postura intermedia, la dejamos de lado por
aburrida y poco pasional).
Como
no vi aún Un hombre irracional y no
tendré por ahora tiempo para verla, me propongo ponerme a la última moda e
“intervenir” un reportaje de Diego Battle para La Nación, que se publicó el
domingo 27 de septiembre en dicha insoportable, hipócrita, mentirosa y berreta “Tribuna
de doctrina”. Se intitula: Woody Allen: "Lo
único que me separa de la genialidad soy yo mismo" Y lleva como
subtítulo: “El director habla sobre su
nuevo film, Hombre irracional, de sus "ritos" laborales y de su
admiración por Relatos salvajes”.
El
crítico devenido cronista en esta ocasión arranca presentándonos al personaje y
poniéndonos en tiempo y espacio: “Si
Woody Allen construyó, tanto dentro como fuera de la pantalla, un estilo de
persona(je) bastante fóbico y torturado, ya es tiempo de desmitificar esa
imagen. En la entrevista a solas con LA NACION, en una suite del tradicional y
lujoso Hotel Martinez de Cannes, el director, guionista y actor neoyorquino
ratificó que es un verdadero experto en las relaciones públicas y que, con casi
80 años, es capaz de sostener la sucesión de reportajes con un profesionalismo,
simpatía y dedicación que muchos jóvenes colegas envidiarían.” (…) “Cuando recibe a este cronista (es nuestro
cuarto encuentro en Cannes) ya tiene su speech introductorio preparado:
"Quiero decirle que la mejor película extranjera que vi en el último año
es argentina: Wild Tales (Relatos
salvajes). No sólo es una notable muestra
de talento narrativo sino que además rompe con los estereotipos que los
norteamericano tenemos respecto del cine de Argentina o Brasil, que debería ser
seductor, pintoresco, romántico. No hay tango, ni escenarios llenos de colores
ni ninguno de esos clichés ligados al exotismo. Sé que Buenos Aires en varios
sentidos es más europea que latinoamericana y esa fuerza cosmopolita se percibe
en algunos de los episodios urbanos del film de Szifron, a quien he felicitado
públicamente cuando estuvo nominado al Oscar". Bien, más que en los
estereotipos esperables en el cine de Argentina o Brasil, Woody parece
referirse a los lugares comunes de las producciones yanquis ambientadas en
dichos países, sin ir más lejos: Focus:
maestros de la estafa, la película que filmó en estas tierras el bueno de
Will Smith, porque como nuestras películas se venden al exterior más por
accidente que por intención, no abusan de pintoresquismo ni color local alguno.
El bueno de Woody no puede evitar ser yanqui y creerse el dueño del mundo, ya
que nos caracteriza no por lo que somos, sino por la idea de lo que él cree que
somos. Nos atribuye “sus” lugares comunes, no los nuestros.
A
continuación el cronista ataca el tema central: “Tras ese prólogo, Woody propone pasar, claro, a su obra y, más
precisamente, a Hombre irracional, su 45º largometraje y 13º que estrenó en el
Festival de Cannes desde que en 1979 presentara allí Manhattan. El film que el
próximo jueves 1º de octubre se lanzará en los cines locales reunió a Allen con
Emma Stone y Parker Posey y significó su primer trabajo con Joaquin Phoenix
como protagonista.”
Y no
solo da una síntesis sino que adelanta una opinión, ¡bravo por él!: “Hombre irracional es de esas películas en apariencia ligeras, pero con un sustrato
decididamente oscuro y pesimista. Debajo de la gracia de sus gags, del tono
liviano con que se retrata la dinámica de un campus universitario, de la
sonrisa encantadora de Stone o la locura salvaje de Posey y de los hermosos
paisajes de Newport fotografiados en pantalla ancha por el talentoso Darius
Khondji, se esconde una película ácida y perturbadora sobre la condición humana
y el sentido de la vida.” (…) “Plagada
de referencias intelectuales (desde Heidegger hasta Dostoievsky, pasando por
Kant, Freud y la dupla Sartre-De Beauvoir), Hombre irracional tiene como
perfecto antihéroe a Abe Lucas (Phoenix), un profesor de filosofía alcohólico,
traumado, depresivo y en plena crisis creativa que llega a una universidad de
Rhode Island, donde no tardará en despertar un interés cercano a la obsesión
por parte de una de sus alumnas (Stone) y de una colega casada (Posey).” (…)
“La película arranca como una previsible
comedia de enredos amorosos, pero da una decisiva vuelta de tuerca cuando
trabaja sobre una de las cuestiones favoritas de Allen: el crimen perfecto.”
Y
transcribe una cita del director: "Mis
héroes de siempre eran grandes escritores como Eugene O'Neill, Tennessee
Williams o incluso Ingmar Bergman, pero a nadie le interesó cuando traté de
seguir esa línea. Nunca quise ser comediante, pero me fueron empujando y nunca
más pude salir"
Y le
pregunta: Nunca se muestra demasiado
eufórico con los resultados de sus películas ¿Por qué es tan exigente consigo
mismo?
A lo
que Woody responde: “En verdad soy
bastante haragán cuando trabajo. Estoy muy lejos del perfeccionismo de (Martin)
Scorsese o (Steven) Spielberg. Uno siempre quiere hacer El ciudadano o Ladrones de bicicletas, pero eso nunca ocurre. Ya no quiero
frustrarme más. Me conformo con tener continuidad de trabajo porque filmar
sigue siendo una opción bastante mejor que otros oficios. Con Match Point estuve bastante cerca de conseguir lo que
quería, y lo mismo ocurrió con Crímenes y pecados, que justo son dos películas
con claras conexiones con Hombre irracional en la exploración de los dilemas morales, la muerte o la culpa.”
Obviamos
la pregunta sobre cómo mantener la productividad a los casi 80 años porque no
nos importa y porque la respuesta es poco reveladora. (Después de todo estoy
interviniendo el texto y no simplemente copiándolo).
Agrega
luego el cronista: ¿Y el proceso de
elección de los intérpretes cómo es?
A lo
que Woody responde: “Mi directora de
casting, Juliet Taylor, lee el guión y dos días después me trae una lista de 5,
10 o 20 intérpretes para cada papel. Me dice: "El protagonista podría ser
Joaquin Phoenix". Yo no tengo idea quién es, pero me trae los videos de
Paul Thomas Anderson, los veo y luego apruebo o rechazo. En este caso, me
gustó. Y cuando me llevo bien con alguien suelo repetir, como ocurrió con
Scarlett Johansson o ahora con Emma Stone, que es como una nueva Diane Keaton
con una impronta de estrella clásica. A veces escribo el guión con el actor o
la actriz ya en mente, que es lo mejor, pero muy pocas veces ocurre.” (Joaquin
Phoenix si lee este reportaje, no va a tirar cohetes de alegría, el hombre no
es ningún primerizo, con más de 30 años de carrera, comenzó medio chico en
1982, había nacido en 1974, que le digan todavía que no lo conocen, que no
saben quién es, debe ser un baño de humildad inesperado y medio cruento). (A la
divina de Emma Stone, que Woody ya conoce por haber trabajado con él en el film
anterior a éste o sea Magia a la luz de
la luna, le va mejor, que Woody te compare con Diane Keaton es como ganarte
un camión con acoplado de Óscars).
A
continuación el cronista le pregunta sobre cómo se siente por no haberle
mostrado jamás un guión a un financista, pregunta que también obviamos por los
motivos aducidos para obviar la pregunta que dejamos afuera antes: no nos
interesa y la respuesta no es muy rica.
Pero
sí nos interesa la pregunta siguiente: Su
próximo film será el primero que hará íntegramente con tecnología digital.
¿Cómo se siente frente a semejante cambio?
Woody
dice: “Soy un dinosaurio. No cambio
fácilmente. Piense que uso la misma máquina de escribir de toda la vida para
redactar mis guiones. Pero el director de fotografía de mi nueva película, el
italiano Vittorio Storaro, me convenció. El tiempo ha llegado, no tiene sentido
resistir más, no podés ir contra el futuro, que en verdad ya es el presente.
Hace tiempo acepté abandonar la moviola y editar en la computadora, lo que me
permitió montar una película en apenas 6 o 7 días. También me di cuenta de que
la proyección digital es muy linda, casi igual que en 35mm. Pero nunca filmé en
digital. En la próxima entrevista le cuento cómo me fue con Jesse Eisenberg y
Kristen Stewart.” (¡Lo convenció Vittorio Storaro! Vittorio, entre otros
directores, fue fotógrafo de casi todas las películas de Bernardo Bertolucci
(incluidas El último tango en París,
Novecento, y El último emperador)
Francis Ford Coppola (juntos en Apocalypse
now) o Warren Beatty (juntos en el demandante desafío de Dick Tracy))
Le
sigue una pregunta que parece destinada a los “contreras” que lo odian: Se lo nota incansable. ¿Piensa a veces en
dejar de dirigir? No consignamos la respuesta, que peca de obviedad.
Entonces
llega el final, una reflexión que habría que memorizar, encuadrar y hasta
bordar en almohadones: "No me
interesa en absoluto cómo es la industria del cine hoy con sus blockbusters de
acción, sus sagas, secuelas y remakes, adaptaciones de comics, acumulación de
superhéroes y esa obsesión enfermiza por la taquilla. Para mí el cine es el que
me legaron maestros europeos como Truffaut, Godard, De Sica o Fellini. Un arte
hecho con amor. No una actividad industrial y mercantil. Ojalá alguna vez
vuelvan aquellos tiempos esplendorosos".
Ojalá.
Amén.
Gustavo
Monteros
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