Se viene el fin de semana
largo y cuatro estrenos más o menos para
adultos renuevan la cartelera. Solo puedo ver uno, así que tengo que elegir.
Decido ver los tráileres en vez de tirar la perinola.
Veo primero el de El regalo, escrita, dirigida y protagonizada
por Joel Edgerton, y coprotagonizada por Jason Bateman y la casi perfecta
Rebecca Hall. El argumento abreva en la vieja trampa del intruso, en principio
inofensivo, que después se revela peligroso, peligrosísimo; sí, un thriller de
esos que se hacían de a cuatro docenas por semana en los noventa. Paso. Supongo
que lo terminaré viendo cuando reaparezca por internet o aledaños. (Último
momento: algunas críticas advierten que no es tan mala como podría esperarse;
tarde, al menos para mí).
Veo después los avances de Sin escape, escrita y dirigida por John
Erick Dowdle y protagonizada por Owen Wilson, Lake Bell y Pierce Brosnan. ¡Qué
manía la de los productores de darles a los comediantes roles serios, como si
hacer comedia no fuera lo suficientemente difícil! Cualquiera puede hacer
drama, comedia solo los elegidos. Al Pacino daría hasta lo que no tiene para
poder tener esa gracia, y como ejemplo de disparate mayúsculo hasta anda dando
vuelta por ahí una película con Will Ferrell en un papel dramático. El bueno de
Owen Wilson no perdió el toque humorístico ni con sus problemas de ánimo y
salud, y la divina Lake Bell, responsable del guión y protagónico de la deliciosa comedia In a world, que se desarrolla en el ambiente de los locutores de
tráileres (ya que hablamos de ellos) hacen aquí de un matrimonio atrapado en un
país sesgado por un golpe de estado, del que hay que huir porque matan a todos
los extranjeros y (supongo que si son yanquis más todavía o indefectiblemente,
¡sabrá Dios por qué!, ya que son tan buenos e inocentes), los ayuda a salir de
tal encrucijada el bueno de Pierce Brosnan, que también puede hacer comedia,
ser galán maduro, hacer drama y andar a los tiros, claro. Paso.
Veo a continuación la cola
de En la cuerda floja de Robert
Zemeckis (el recordado director de Tras
la esmeralda perdida, la trilogía de Volver
al futuro, La muerte le sienta bien,
Forrest Gump, Contacto) que últimamente anda con la brújula desorientada.
Este film, como el 99,99 % de las películas que se vienen, se basa en una
historia real. En este caso la de Philippe Petit, acróbata francés que atravesó
en 1974 un cable que unió las Torres Gemelas. Sobre esta historia ya hay hasta
un famoso documental Man on wire
(James Marsh, 2008) y en el tráiler se ve a Joseph Gordon-Levitt tambalear en
su decisión de cumplir la proeza y su novia, la ascendente Charlotte Le Bon, le
dice: “Tu corazón te dirá qué hacer”, variación de la clásica: “You can do it”
(of course). Gracias, paso. (Si en la película anterior, El vuelo, el morbo de Zemeckis pasaba por escenificar un accidente
aeronáutico, en esta parece pasar por acrecentar el vértigo del espectador con
el berreta truco de feria del 3D). Ah, anda por ahí también Ben Kingsley,
perdón Sir Ben Kingsley. (Lo siento, Ben, igual paso). Ah, como Joseph
Gordon-Levitt hace de francés, se respeta a rajatabla la tradición actoral
anglosajona y habla con acento supuestamente francés, o sea que suena como
Peter Sellers haciendo de El inspector Clouseau.
Mi amor por Emily Blunt
puede más y opto por Sicario de Denis
Villenueve. La película se abre con una astucia narrativa que al profundizarse
se vuelve relevante y seductora. Kate (Emily Blunt) es una agente especialista
en rescate de rehenes. Después de un descubrimiento macabro, su jefe, Dave
(Victor Garber) la invita a unirse a un grupo ultrasecreto liderado por Matt
(Josh Brolin) y secundado por un guardaespaldas que es intensidad y misterio
puros, Alejandro (Benicio Del Toro). Ella (y por ende nosotros) no sabe nada de
las características de la nueva unidad, a qué se dedica exactamente o qué se
espera de ella. ¿Es Dave de la CIA, de la DEA, o de qué? ¿Opera legalmente?
¿Qué hay detrás del misterioso Alejandro? ¿Por qué se insiste en mostrarnos la
cotidianeidad del policía mexicano, Silvio (Maximiliano Hernández)?
Como corresponde todas las
preguntas tendrán su respuesta y como corresponde al género, el modo en que se
responden es tan importante como la respuesta en sí. El canadiense Denis
Villenueve (Incendies, 2010, La sospecha, 2013, El hombre duplicado, 2013) se perfila como un eficiente creador de
los climas y espesuras de la irreversibilidad del destino trágico. No puede
escapar, como todos los directores contemporáneos que llegan después de él, de
la influencia de Michael Mann (Ladrón,
1981, The keep/La fortaleza infernal,
1983, Manhunter, 1986, El último de los mohicanos, 1992, HEAT/Fuego contra fuego, 1995, El informante, 1999, Muhammad Ali, 2001, Colateral, 2004, Miami Vice,
2006, Enemigos públicos, 2009, Blackhat, 2015) quien a su vez no pudo
escapar de la influencia del maestro Sergio Leone (Lo bueno, lo malo y lo feo, 1966, Érase una vez en el Oeste, 1968, Érase una vez en América, 1984).
Y esa innegable capacidad
para la puesta en escena le da en este caso transcendencia a una historia que
cuando se arma y se recrea a la salida del cine, aparece con la crudeza, el
salvajismo, el juego gozoso de los lugares comunes del mejor cine B, porque en
realidad todo calza en los parámetros esperables, no hay sorpresas ni
alejamientos de las normas.
Esto se logra no solo con la
creatividad del director sino con la talentosa complicidad de los actores y sus
antecedentes en otros papeles. Emily Blunt está tan maleable y sensible como
siempre, Josh Brolin está tan arrogante y seguro como suele estarlo en los
papeles que tales perfiles le demandan, Benicio Del Toro con su rostro
privilegiado para los dobleces es la dualidad personificada, y los siempre
impecables Victor Garber, Jon Bernthal y Daniel Kauuya, al igual que el
mencionado Maximiliano Hernández, actualizan su currículum con otra labor
encomiable.
En resumen, dos horas
seductoras que quizá no tengan la profundidad que pregonan, pero que son
altamente entretenidas.
Gustavo Monteros
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