Estimado
Tim Burton, espero que te hayan pagado
bien por estos Ojos grandes. ¿Sabés
qué? Los directores de cine tendrían que hacer como los novelistas, que cuando
escriben algo que no está a la altura de sus antecedentes o que no refleja la
visión literaria que se han forjado, usan un seudónimo. Está bien, está bien,
todas las gacetillas y las notas de prensa aclaran que Ojos grandes nada tiene que ver con tu estilo, pero para ir al cine
no es imprescindible leer tratados sobre lo que se va a ver y más de uno al ver
tu nombre en el afiche va a creer que tiene que ver con tu estilo. Vos tenés la
suerte de ser uno de los pocos que logró convertir su nombre en una marca, se
dice Tim Burton y a uno le vienen los Beetlejuice,
los Batman (de cuando el ahora resucitado
Michael Keaton era tu actor fetiche), El
joven manos de tijera (que inauguró tu período Johnny Depp), Ed Wood, Marte ataca, La leyenda del jinete
sin cabeza, El gran pez, Charlie y la fábrica de chocolate, Sweeney Todd y
las animadas El cadáver de la novia y
Frankenweenie, o sea tu mundo, el que
aprendimos a apreciar y a querer. Claro, también hiciste El planeta de los simios, mirá, esa es una buena para poner en el
afiche: del director de El planeta de los
simios llega Ojos grandes, así al
menos uno tendría una pista de lo que nos espera.
Ojos grandes
trata del matrimonio de la pintora Margaret Keane (Amy Adams) con Walter Keane
(Christoph Waltz), de cómo ella llegó a crear esos cuadros de niños con ojos
inmensos, de los cuales tendríamos que haber sido marcianos para no chocarnos
con ellos de tan populares que fueron, de cómo permitió que Walter dijera que
los había pintado él y de cómo después recuperó la autoría. Podríamos decir que
es una película biográfica, pero no lo diremos porque sería ofender a tu Ed Wood, una de las cumbres del género.
Es apenas un dispositivo visual correcto, sin imaginación ni vuelo, por
momentos torpe (como cuando intenta explicar por qué ella lo deja decir que él
es el autor) o francamente malo (como cuando él comienza a tirar fósforos).
Amy
Adams y Christoph Waltz, que no podrían estar mal ni aunque quisieran, están
apenas bien, un poquito arriba del profesionalismo, pero no mucho. Aparecen por
ahí Krysten Ritter (que fuera el amor de Jesse Pinkman o sea Aaron Paul, en la
inconmensurable serie Breaking bad),
el siempre rendidor Jason Schartzman y los venerables veteranos Danny Huston,
Terence Stamp y Jon Polito.
En resumen, apenas el equivalente visual de un
artículo de una revista dominical.
Gustavo Monteros
Gustavo Monteros
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.