Ya
hubo biografías, novelas, documentales, especiales para televisión, obras de
teatro sobre la vida de Alan Turing, de modo que El código enigma de Morten Tyldum (Headhunters/Cacería
implacable, 2011) es una cuenta más en un largo rosario que lejos está de terminarse.
El hombre es uno de los padres de la computación y de la inteligencia
artificial tal como las conocemos. Le hizo un gran servicio a la nación inglesa
(al mundo, bah) y no mereció (nadie lo merece) el padecimiento físico y la
humillación a los que lo sometieron por no ajustarse a las reglas sociales de
la época. Durante la Segunda Guerra Mundial “quebró” Enigma, la maquinola
encriptadora, en apariencia impenetrable, que usaban los nazis para cifrar y
descifrar mensajes. Después de la guerra, una casi inocente denuncia, porque
alguien había ingresado a su casa para revolverlo todo, desató una
investigación policial más exhaustiva que puso sobre el tapete lo que por
entonces era un delito grave: la homosexualidad.
El código enigma, como su nombre lo indica, se centra más en cómo llegaron a quebrar y
penetrar en la máquina alemana. El proceso debe haber sido arduo y tedioso,
pero las sucesivas versiones para hacerlo entretenido lo salpimentaron a gusto,
el problema es que tanto sazonamiento está a punto de hacerlos creer que todos esos “agregados”
fueron “ciertos”. Aquí hay secretos, espías y “casualidades” reveladoras y
oportunas.
El
film hace lo que los ingleses saben lograr ya sin mucho esfuerzo, recrear la
época, presentar personajes excéntricos y petulantes, para los que hay que
escribir diálogos agudos y armar con pocos elementos un entramado de suspenso.
La cuestión es ver si dicho oficio es pertinente o si no es más que puro
artificio. Aquí ni tanto ni tan poco. El quebrantamiento de Enigma es fluido e
interesante, mientras que cerca del final cuando se toca el “tratamiento” de
“curación” el tono es desalentadoramente leve, casi frívolo.
Benedict
Cumberbatch está muy bien como Turing, al igual que Keira Knightley como Joan,
la única mujer del grupo y fugaz prometida de Alan. El resto del elenco no
desentona, lo que no es decir poco, porque ya se sabe: la media de actuación
inglesa es alta.
En
resumen, este The imitation game,
según su título original, es entretenido, eficaz, aunque en el fondo un poco
superficial.
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