A
Bennett Miller le bastaron dos películas (Capote, 2005 y Moneyball rompiendo
las reglas, 2011) para hacerse de un nombre y un prestigio que ratifica
ahora como merecidos con Foxcatcher.
Hasta ha perfilado un estilo que comienza a ser reconocible al primer
fotograma. No importa cuán lujoso sea el ambiente que describe, en su puesta
luce despojado porque prefiere subrayar la amplitud antes que la acumulación de
muebles y objetos. Las historias que cuenta, quiere que calen hondo, y las
construye con envidiable parsimonia. Y Dios lo bendiga, las relaciones que
presenta jamás son a blanco o negro, y aunque filme historias verdaderas, no
intenta contar toda una vida sino un momento puntual y, Dios lo colme con más
bendiciones, no atribuye toda la conducta de un personaje a un solo (y quizá
insignificante) trauma de infancia.
Mark
(Channing Tatum) y David Schultz (Mark Ruffalo) son dos excelsos exponentes de
la lucha libre, tanto que acaban de ganar medallas doradas en la última
olimpíada. Ahora estamos en 1988 y Mark es invitado por el multimillonario John
du Pont (Steve Carell) a formar un equipo que aspire al oro en los próximos
juegos de Seúl. Mark aceptará y desatará una serie de reacciones que terminarán
en un hecho de sangre.
Como
buen lector de policiales nunca deja de intrigarme el cómo y el por qué se
llega a un hecho de sangre. Aquí el trámite es apasionante, porque no hay
subrayados ni diagnósticos ya estipulados. Conocemos primero cómo viven estos
personajes y después el particular modo en que se relacionan. Y allí está el
secreto del éxito de esta película, porque cuando la historia, que ocurrió de
verdad, llegue a su fin, podremos vislumbrar el por qué en una epifanía
reveladora.
Steve
Carell, como todo buen comediante, se desenvuelve con comodidad en el drama. Su
caracterización es casi impecable, digo casi porque hay momentos en los que el
maquillaje se impone por sobre el personaje. Channing Tatum y Mark Ruffalo
atraviesan un momento de plenitud en sus carreras y verlos fluir en sus roles es
un deleite. Por astucia del director, la gran Vanessa Redgrave gravita en los
bordes del relato lo que le da una insidiosa relevancia a la madre que compone.
Foxcatcher
abre para nosotros lo que se llama la temporada de premios, esa etapa en la que
aparecen los filmes que serán coronados o no con algún galardón en las
numerosas premiaciones y que culmina con la consabida entrega de los Óscars. Sabrá
Dios si Foxcathcer se alza con alguna
nominación para la estatuilla de la Academia, aunque a la larga no importará.
Premio más, premio menos, no dejará de ser la muy buena película que es.
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