“No
hay nada más lindo que la familia unida” cantaban Los Campanelli, a lo que uno
podría agregar: “Ni nada más rendidor que la familia disfuncional”. O sea
todas. O casi.
Hasta que la muerte los juntó de Shawn Levy (Una
noche en el museo, Una noche fuera de serie, Gigantes de acero) es
Hollywood en estado puro. O sea nada que no hayamos visto antes (y unas cuantas
veces) ejecutado con un impecable profesionalismo.
Papá
Altman (¿un homenaje al legendario Robert, quizá?) ha muerto y un pedido final
obliga a mamá Altman (Jane Fonda) y sus
hijos, Jason Bateman, Tina Fey, Adam Driver y Corey Stoll a pasar un tiempo
juntos. Surgirán, entonces, viejos conflictos no resueltos, pases de facturas,
y también (¿por qué no?) tiernos momentos compartidos.
Algunos
de los hermanos tienen cuentas pendientes con lugareños que nunca abandonaron
la ciudad como Timothy Oliphant o Rose Byrne.
En
el transcurso de la trama, tendrán asimismo especial relevancia Kathryn Hahn
(esposa de Corey Stoll), Connie Britton (pareja de Adam Driver) y Debra Monk
(pareja de… mejor no decirlo, que es el secreto final de la velada).
El
guión es correcto, la música subraya todo, y el elenco (muy bueno) allana las
torpezas, los lugares comunes, las obviedades y las caídas de ritmo.
En resumen, un film modesto o eficiente que se vuelve atendible solo gracias a su elenco.
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