El
viejo Clint Eastwood lo hizo otra vez: entregar una obra maestra que no
olvidaremos y con la que conviviremos mucho tiempo. En un impulso de ampliar su
registro (“No puedo hacer siempre lo mismo”, dijo por ahí) se interna en
un musical por primera vez. Jersey boys
cuenta el ascenso, consolidación y ruptura de The four seasons (Vincent Piazza, Erich Bergen, Michael Lomenda), cuarteto que en
su día fue tan popular como Los Beatles, y la posterior carrera solista de su
voz líder, Frankie Valli (John Lloyd Young).
Y
debido al período que abarca la historia (de los cincuenta a los noventa,
deteniéndose en los setenta), y el ámbito (el sector italiano de Nueva Jersey y
su codeo con la mafia), para gloria del cine y beneplácito de los cinéfilos, se
permite dialogar con una de las películas más veneradas de los últimos tiempos:
Buenos muchachos (1990) del Marty
Scorsese. (Y en la escena de la discusión en casa del personaje del gran
Christopher Walken homenajea al John Huston de El halcón maltés, 1941, y al Sergio Leone de Érase una vez en América, 1984).
El
film se basa en un exitoso musical de Broadway y se da el lujo de filmar para
los títulos finales lo que el metraje anterior no le permitía: una coreografía.
Si
el secreto de la felicidad es el más simple y difícil, aceptar y disfrutar lo
que nos tocó en suerte, el secreto del talento de Clint quizá sea también el
más simple y difícil: contar la historia, sea cual sea el género, de la mejor
manera posible, resaltando sin abrumar los elementos que la componen y sin
olvidar jamás la otra mitad de una obra: el público.
Si
quien esto lee, dice gustar del cine, no puede perderse esta película. Y si no
la ve, debe replantearse la premisa de su gusto o pasión por el cine.
Y si
considera que lo coacciono sin darle suficiente información, transcribo un
reportaje al gran Clint, tan imperdible como la película.
Un abrazo, Gustavo Monteros
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