No tengo ganas de hablar de cine. No
tengo ganas de escudarme en el axioma inventado por los productores (no por la
mística de los actores como se cree) para no devolver las entradas: El
espectáculo debe continuar. No debo dar motivos ni razones para los que viven
en esta ciudad. Pero como tengo lectores de otros países, una explicación se
justifica.
El martes pasado, una lluvia, que un
amigo con buen tino calificó de bíblica, cayó impiadosa y persistente durante 5
o 6 horas seguidas desatando en zonas de la ciudad inundaciones que se cobraron
más de 50 vidas y provocaron daños irremediables. La ciudad de La Plata quedó
devastada. Miles de personas lo perdieron todo.
Por eso hablar hoy de cine más que
una frivolidad parece una inutilidad.
Como dice un poema de Benedetti, sólo
queda medir la fe. Y ser solidarios, claro, como siempre, más que nunca. Hoy,
pero también mañana cuando el tema salga de los titulares y el problema
persista, porque hay vecinos que deben reconstruirse desde la nada en la que
han quedado. A todos nos gustan las historias edificantes, en los próximos
meses nos toca protagonizar una. No me cabe duda de que daremos actuaciones
inmejorables.
Un
abrazo, Gustavo Monteros
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