Nada traiciono si digo que Hitchcock es un cuento que termina bien.
Todos sabemos que Psicosis fue un
gran éxito y que Hitch jamás se separó de su esposa Alma. Sí, esta película se
asienta en estos ejes: los entretelones de la filmación de Psicosis y una de las crisis matrimoniales que sorteó con Alma.
Hitchcock apunta a los
cinéfilos como su primer público y a los cinéfilos, como buenos niños que
somos, nos gusta oír el mismo cuento una y otra vez. Este film no nos cuenta
nada que no sepamos. Se nos vuelve a referir la azarosa elección del proyecto Psicosis, la pelea de Hitch con
productores y censores, el armado del reparto, la ingeniosa promoción de la
película y la ratificación, claro, de su perfil psicológico, el católico
reprimido que sublima a más no poder, el voyeur, el onanista y el perverso en
ciernes en su relación con las estrellas a medio hacer. En cuanto a Alma
siempre supimos que fue un gran talento opacado por el genio de su marido, una
“doctora” de guiones sin igual y una montajista de primera línea. Aquí se
ilustra cómo piloteaba el hecho de vivir en las sombras, de ser dejada de lado.
Y si la crisis matrimonial no es sangrienta se debe a que ella lo amaba de
verdad.
Como no podía ser de otro modo,
abundan también los chismes conocidos: que Hitch prefería a las estrellitas en
ascenso antes que a las consumadas, porque éstas ofrecían más resistencia a
doblegarse a sus caprichos; que Vera Miles fue la única actriz que se negó a
ser manipulada para ser otra rubia de la colección, que su humor aunque
cáustico no caía mal, que sufría los premios que se le negaban, y que detrás de
la fachada de autoridad monolítica se escondía un hombre temeroso, inseguro y
dubitativo.
El tono de la película es amable,
tampoco podría ser de otro modo si se quería ser más o menos fiel a la verdad.
Durante años se socavó el mito para descubrir sobre qué barro se aposentaba y
se encontró poco o nada. Más allá de conductas discutibles y quizá hasta
reprochables, Hitch por sobre todo era un buen tipo, y su peor costado se
recortaba por las muchas frustraciones que halló irremontables. Y perdón por lo
evangélico, pero el que esté libre… que tire la primera piedra.
El elenco de notables que interpreta
personajes ídem es antológico: Anthony Hopkins (Hitchcock), Helen Mirren (Alma),
Scarlett Johansson (Janet Leigh), James D’Arcy (Anthony Perkins) y Jessica Biel
(Vera Miles). No les van a la zaga en personajes menos glamorosos: Danny Huston
(Whitfield Cook), Toni Collette (Peggy Robertson), Michael Stulhbarg (Lew
Wasserman), Richard Portnow (Barney Balaban), Ralph Macchio (Joseph Stefano) y
Michael Wincott como Ed Gain, el asesino de las ensoñaciones. Como al pasar
aparecen dos ídolos absolutos de los cinéfilos, nada más ni nada menos que
Bernard Herrmann y Saul Bass, Paul Schackman es el músico Herrmann y Wallace
Langham es el diseñador gráfico Bass. Y Josh Yeo hace del actor John Gavin que
recibe el comentario más venenoso de toda la película. Todos y cada uno de
ellos se divierten a lo grande y lo comparten con la platea. Y si bien, por elección propia, lo de Hopkins está más
cerca de la mimesis que de la composición no por eso su trabajo se invalida.
En resumen, Hitchcock de Sacha Gervasi es una cita obligada para los cinéfilos
y para los no cinéfilos también ¿por qué quién no disfruta de un buen chisme?
Lo digo con autoridad porque pertenezco a las dos categorías. La de los
cinéfilos y la de los chismosos.
Un
abrazo, Gustavo Monteros
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