Mel Gibson es un hombre complicado (para decirlo
amablemente). Se permitió comentarios homófonos pesados, exabruptos xenófobos y
si hemos de creerle a las ex esposas (en los juicios de divorcio se puede
llegar a decir cualquier cosa, son un strip tease emocional no siempre veraz)
es un misógino violento. O sea que sin pelos en la lengua podríamos decir que
es un ser humano despreciable. Y sin embargo es un artista atendible. La
historia de las artes nos enseña que no es una paradoja infrecuente. Muchos
grandes han sido miserables en la intimidad.
Mis amigos saben que hubo una época en que le tuve particular
afecto y simpatía. Lo conocí como casi todos por Mad Max, que no en vano le dio proyección internacional. Después
vino el inolvidable período con Peter Weir con quien hizo dos películas
maravillosas: Gallipoli y El año que vivimos en peligro. Se
convirtió en súper estrella de acción con Arma
mortal, puesto que defendió con El
rescate, El complot y El patriota,
se lució en la comedia con Dos pájaros a
tiros, Maverick y Lo que ellas
quieren, fue un buen Hamlet para
Zeffirelli, hizo un despropósito con Win Wenders (El hotel de un millón de dólares) y descolló en la dirección con Corazón valiente y la polémica Pasión de Cristo. Y se portó muy bien en
el peor período de Robert Downey Jr. Lo hizo protagonizar la más que
interesante El detective cantante,
cuando Hollywood estaba dispuesto a lincharlo por caótico, alcohólico y
drogadicto.
Y en medio de todo eso, el desbarrancamiento comenzó, se fue
de boca varias veces, terminó en la Corte y troqué afecto y simpatía por
desilusión y distancia. Y como casi todos también, me tuve que tragar el juicio
moral lapidario cuando estrenó la excepcional Apocalypto. Hasta sus detractores más feroces tuvieron que
reconocer su valía. Pero siguió metiendo la pata al reincidir con más
barbaridades. Hizo un buen policial, Al
filo de la oscuridad, del que De Niro huyó por diferencias con el director
Martin Campbell. Sobrevino un divorcio sangriento con detalles escabrosos y su
amiga Jodie Foster vino al rescate y le sacó su mejor actuación dramática hasta
la fecha: La doble vida de Walter. Y
otra vez sus detractores debieron tragarse los chistes ponzoñosos y reconocer
que tiene talento.
Ahora regresa con una buena película que será maltratada, vilipendiada
o ignorada, y sin duda rescatada cuando sobreviva en el cable. Vacaciones explosivas (Get the gringo) es
un film cínico y nihilista que se contacta con Revancha de Brian Helgeland que protagonizó en 1999. Coincido con
el crítico de The Guardian que dijo que de no haberse mandado Mel Gibson tanto
moco en su vida, Get the gringo/
Vacaciones explosivas sería saludada por lo que es, una buena película de
acción que cualquier actor querría tener en su currículum.
El tráiler que adjunto, creativo y original, les da una idea
que no es un resabio del cariño que le tuve el que habla. Dirigió Adrian
Grünberg, el guión es de Grünberg y Gibon y fue, claro, producida y
protagonizada por Gibson.
Un abrazo, Gustavo Monteros
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.