Jennifer Westfeldt, entre otras
cosas, vendría a decir que el casado de vez en cuando quisiera estar solo
porque se aburre, que el soltero de vez en cuando quisiera estar casado para
aburrirse un poco, que los padres a veces quisieran no haber tenido hijos para
descansar por un rato de demandas y obligaciones, que los que no son padres
quisieran a veces tener hijos para saber lo que es tener la vida alterada por
esa cosita que llora, caga, pide teta y se niega a dormir. Bien, dirán ustedes,
nada que no sepamos. Por supuesto, pero no se trata de decir sólo cosas
inéditas sino también de ratificar las que ya sabemos de un modo atrapante y
¿por qué no? más esclarecedor. ¿Lo logra? Veamos.
Jennifer Westfeldt, después de guionar
y protagonizar Besando a Jessica Stein
(2001) y Cásate conmigo otra vez
(2006) se le anima ahora con Un plan
perfecto (Friends with kids o sea
Amigos con hijos, en el original) a
la triple corona de escribir, protagonizar y dirigir. No diré que sale triple
campeona, hazaña que en algún momento lograron el ahora castigadísimo Woody
Allen (¿por qué tanto odio con el hombre?, ¿les violó una hija?, ¿los cagó con
guita?, ¿los dejó en la calle?, ¡sólo hace películas!, tanta saña revela más la
miseria de quien denosta que de quien es denostado) o el recientemente
justipreciado Kenneth Branagh, pero la chica algún lauro obtiene.
Jennifer Westfeldt ensaya una
comedia romántica distinta. Julie (Jennifer Westfeldt) y Jason (Adam Scott) son
los amigos solteros del grupo. Los demás están casados, Missy (Kristen Wiig)
con Ben (Jon Hamm) y Leslie (Maya Rudolph) con Alex (Chris O’Dowd). Dos
matrimonios bien avenidos mientras no tienen hijos. Cuando los retoños lleguen,
uno sorteará el estrés más o menos felizmente y el otro sucumbirá a la
frustración y el reproche. Julie, apurada por el reloj biológico, se preguntará
por qué no tener un hijo con su amigo Jason y después seguir cada uno por su
cuenta con la búsqueda de su pareja ideal. Jason estará de acuerdo y aceptará
el plan. El experimento parece funcionar, pero ¿hay una manera perfecta de
sortear las dificultades que entraña tener un hijo?
Hoy, por suerte, hay tantas
maneras de fundar una familia como las que dicta el amor. Algunas son más
aceptadas que otras. Ya nadie levanta una ceja si los miembros de una pareja
divorciada con hijos vuelven a casarse con personas que también traen hijos a
la nueva unión (las tan mentadas parejas ensambladas). Las parejas del mismo
sexo con hijos son miradas con suspicacia por los mayorcitos, criados con otra
concepción de la vida, pero no por los jóvenes, los adolescentes y los niños,
que aceptan con naturalidad la vida multiforme. Entre estos extremos, hay otras
formas de familia, como la de las madres o padres solteros (conocidas también
como familias monoparentales), etc. Julie prueba la de una familia de amigos.
Como decíamos Jennifer Westfeldt
ensaya una comedia romántica distinta, pero se queda en el ensayo. Hace un
planteo audaz aunque no lo lleva hasta las últimas consecuencias. Cuando llega
a la resolución, se deja tentar por convencionalismos que huelen a
claudicación.
En resumen, una primera hora
cercana a la impecabilidad, con diálogos filosos, situaciones mordaces,
personajes ricos actuados con profundidad y una media hora final tan
tranquilizadora de conciencias que hasta a Doris Day le hubiera parecido poco
transgresora.
Ah, el envidiable reparto se
completa con Megan Fox que hace de chica bella narcisista con atributos como
para curar la impotencia (bien, porque le da el cuero) y el también guionista,
actor y director Edward Burns que se divierte a lo grande con su Sr. Perfecto (el
hombre es uno de los pocos que tiene espalda para tal cometido).
Un abrazo, Gustavo Monteros
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