Cuando se tiene algo que contar, se
eligen los personajes adecuados, se les da la profesión más elocuente, se los
ubica en tiempo y espacio, y se procede
al entramado de la historia, sus complicaciones y su desenlace. Dicho así
parece una receta de cocina y quizá lo sea. Se sirve un plato que se deglute de
otro modo.
En esta película la idea rectora es
clara: transformar a la protagonista en una malabarista de la vida. Kate (Sarah
Jessica Parker) es esposa, madre de una nena de seis y un nene de dos y también
una profesional dedicada, ambiciosa y capaz. Pretende ser eficaz en todos esos
aspectos y para lograrlo, o aproximarse a los logros, debe hacer malabares. No
me detendré en las dificultades de ser una buena esposa y madre porque es
materia conocida. Y hasta el machista más antediluviano sabe que ya demasiado
difícil es cumplir con esos roles sin trabajar, como para negar que con un
trabajo la cosa se complica mucho más.
Como se trata de una comedia, se
necesitan circunstancias agravantes que generen empatía, humor y desventuras
varias. Cuanto más demandante sea el trabajo o la profesión que ejerza la
protagonista, más angustiosas o graciosas (en las buenas comedias, estos dos
adjetivos son casi sinónimos) serán las peripecias.
Aquí se eligió que la protagonista
trabaje en una empresa financiera. Sí, en una de ésas que con sus tongos
llevaron a la debacle económica en que se hunde medio mundo. La chica esbozó un
plan de inversiones que llama la atención de un jerarca, Jack Abelhammer (el inoxidablemente
atractivo, Pierce Brosnan). Deberá desarrollar ese esbozo, trabajando al máximo
y viajando de aquí para allá con Brosnan, para que después puedan venderlo a un
tiburón mayor que verá multiplicado su dinero con la especulación. Para
suavizar un poco la cosa, Sarah Jessica insiste con que el pequeño inversor no
será esta vez estafado y que ganará, en proporción a lo que puso. tanto como el
gran accionista. Sí, sí, querida.
Subrayo este detalle, porque si lo olvidamos o lo
sustituimos con que compiten para juntar fondos para alentar la creación de una
vacuna curatodo, el resto funciona si no a la perfección, muy bien para variar.
Hay buenas líneas, buenas situaciones y buenas actuaciones. Sarah Jessica
Parker, por ejemplo, está hilarante cuando la atacan los piojos.
A los mencionados hay que sumar al siempre simpático y
rendidor Greg Kinnear como el marido de Sarah, Christina Hendricks como una
fiel amiga, Olivia Munn como la dedicada asistente, Seth Meyers como un colega
serruchapisos, y a Kelsey Grammer como un jefe al que sólo le importa que el
trabajo se haga.
En definitiva una buena comedia (conservadora como
todos los cuentos que defienden el status quo) que puede llegar a disfrutarse
porque la identificación con las tribulaciones de la protagonista funciona de
inmediato. Será porque todos a nuestro modo hacemos malabares. Para vivir,
llegar a fin de mes, cumplir con la familia y dedicarnos a lo que nos gusta en los pocos
ratos libres que podamos conseguir. Dirigió Douglas McGrath.
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