Uno de los procedimientos habituales del nuevo Hollywood es estudiar qué películas tienen éxito en los distintos países del mundo y verlas para saber si se adaptarán al gusto del público estadounidense. Si llegan a una respuesta afirmativa, compran los derechos, someten la idea a una “total makeover” (reformación total) y proceden a la filmación de una remake. En el 99,9% de los casos, el resultado es un absoluto desastre, baste como ejemplo recordar lo que hicieron con 9 reinas. (En inglés la rebautizaron: Criminal, cambiaron las estampillas por un billete, y pasó merecidamente sin pena ni gloria por cuanta pantalla fue exhibida, es tan mediocre que ni siquiera llega a ser mala.) Por qué gastan plata en arruinar ideas potencialmente buenas es un misterio. Aunque si se recuerda que los jerarcas de nuevo Hollywood no vienen del mundo del cine sino de universidades de gerenciamiento, mercadeo y ventas, el misterio se disuelve. A los nuevos jerarcas no les interesa el cine, les interesa vender, tienen esa cabeza, y una película sólo se diferencia de un jabón en que se venden en bocas de expendio diferentes. El concepto “entretenimiento” o “lógica del relato” no entra en sus cerebros y menos en las ecuaciones a las que reducen los argumentos.
Pobre, ahora le tocó el turno a Pour elle de recibir una total makeover. Pour elle (2008) es un logrado thriller francés de Fred Cavayé con Vincent Lindon y Diane Kruger. Por pura mala pata, ella termina en la cárcel acusada de matar a su jefa. Cuando los caminos legales se cierran, él, un profesor de literatura, procurará lo imposible: liberarla. La historia está contada de un modo plausible, los detalles cierran y la vuelta de tuerca semifinal sorprende y no es tramposa. Y como el título lo indica, él rompe unas cuantas barreras morales nada más ni nada menos que por amor. Lindon y Kruger conmueven y su suerte nos interesa todo el tiempo.
Esta historia inteligente debía ser diluida, atemperada, estupidizada para no interferir con la ingesta de pochoclo y el lento funcionamiento cerebral del público estadounidense medio. La sola lectura de los datos técnicos indicaba que estábamos en problemas. Pour elle dura unos escuetos 91 minutos. Sólo tres días dura unas extensas dos horas con 13 minutos. Las dos se abren con la misma escena y creemos ingenuamente que Sólo tres días seguirá la misma estructura del guión de Pour elle, pero ya desde la segunda secuencia, la versión yanqui comienza con los agregados obvios, el desarrollo de detalles inútiles, la creación de subtramas que no llevan a ninguna parte, el subrayado musical estentóreo y la transformación de implicancias y sutilezas en insultos a la inteligencia. Los personajes de Lindon y Kruger eran íntegros, dignos, los de Russel Crowe y Elizabeth Banks son unos maricones llorosos y enojosos. Liam Neeson, Olivia Wilde y Brian Dennehy hacen agua en personajes mal hilvanados y el reaparecido Daniel Stern está en una escena que da vergüenza ajena. La astuta vuelta de tuerca semifinal del original francés se transforma en una larguísima escena de gato y ratón, con imbéciles efectos especiales incluidos, que ya era vieja en los tiempos del cine mudo. Paul Haggis, el director, venía de dos películas interesantes: Crash y La conspiración. Al hombre, se sabe, le gusta elaborar tesis. Aquí parece estar planteando la mejor manera de transformar una idea decente en basura reciclada.
El film francés no tardará en llegar al cable, véanlo entonces, vale la pena. A esta cosa, en cambio, a menos que sean fanáticos de Russel Crowe, húyanle mucho, pero mucho, mucho.
Un abrazo,
Gustavo Monteros
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