viernes, 15 de marzo de 2013

Elena




“Tenés razón, los hijos son los hijos” admite Doménico Soriano en el final de una de las mejores obras de teatro jamás escritas, la Filumena Marturano del genial Eduardo de Filippo. “Madre hay una sola” reza el dicho popular. Sacralización que encuentra un límite en el chiste popular que la completa: “Menos mal, si no qué quilombo”.

Hay un concepto “madre”, sostenido por todas las madres, claro, que coloca a sus acciones por encima de toda ley, psicología o filosofía, porque, andá a negárselos,  una madre es una madre. Precepto al que Elena, la protagonista de esta película, adhiere a pie juntillas.

Elena (Nadezhda Markina) y Vladimir (Andrey Smirnov) son una pareja mayor de diferente extracción social. Él es rico, ella no. Se conocieron tarde en la vida y ambos tienen hijos de una relación anterior. La de él, Katerina (Elena Lyadova) es una muchacha moderna y desprejuiciada. El de ella, Sergey (Aleksey Rozin) es padre de dos hijos, de un adolescente, Aleksandr (Igor Ogurtsov) y de un bebé. Sergey está desocupado y manifiesta despreocupación respecto de su situación. Pero a pesar de sus diferentes contextos, tanto Katerina como Sergey son indolentes, lo que dice mucho, más allá de la temperatura social, de la educación y crianza en estos tiempos, pero no nos adelantemos. La cuestión es que Sergey necesita dinero para manipular influencias que evitarían que Aleksandr vaya al ejército y pueda seguir una carrera universitaria de inmediato. Por supuesto Sergey quiere que Elena le pida ese dinero a Vladimir, entonces…

“Dios está en los detalles” es un axioma, supuestamente acuñado por Gustave Flaubert y popularizado por el arquitecto Ludwig Mies van der Rohe, que resalta la importancia de tomar en cuenta los elementos menores que, en definitiva, se vuelven claves para hacer la gran diferencia. Andrey Zvyagintsev, el director de Elena, es un devoto de dicho axioma. Cuando el film comenzó, me pareció sacado de otra época, el tempo narrativo era de una lentitud exasperante. Me asusté porque creí que iba a contar los hechos en tiempo real y yo ya no tenía tiempo de tomarme un té de tilo. Pero no, después adquiere un ritmo más acorde al que se usa en la actualidad. El lento comienzo es su manera de advertirnos que prestemos atención a los detalles, que son los detalles los que nos darán la magnitud del conflicto.

Elena es un cuento moral de una gran simpleza que oculta en su aparente llaneza profundidades insondables. Desnuda como pocos las virtudes y cortedades de las relaciones, la crianza, la educación, el manejo del dinero y la violencia en esta contemporaneidad nuestra. Da pie a abarcadoras y apasionantes discusiones.

Demás está decir que como en toda buena película rusa, los actores ratifican ser dignos herederos de Constantin Stanislavski y entregan interpretaciones modélicas.

Copio a Tita Merello, que no en vano fue una Filumena Marturano insoslayable, y digo: Muchacha argentina, si sos madre de cuerpo o de alma, ésta es tu película. Eso sí, andá pronto porque no creo que dure mucho en cartel. Ah, y no vayas con un hombre, propio o ajeno, no sea cosa que se ponga paranoico…
Un abrazo, Gustavo Monteros

2 comentarios:

  1. Bajo una apariencia gélida, 'Elena', de Andrey Zvyagintsev, esconde calientes vericuetos emocionales, sobre la familia, la generosidad, el amor, el deber o la mezquindad. Se admiten diferentes puntos de vista y el resultado es del todo desasosegante. Merece la pena. UN saludo!!!

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