viernes, 7 de julio de 2023

Programa doble: Sin noticias de Dios - Érase una vez un genio




Programa doble, sección donde repasamos dos películas con características en común.

 

Ya desde antes de nacer uno sabe que en Occidente hay una mayoría que da por sentado que después de esta vida hay un Cielo y un Infierno y que en Oriente aseveran que hay genios metidos en botellas que conceden tres deseos.

 

En Sin noticias de Dios, Agustín Díaz Yanes sostiene que el Cielo y el Infierno ya no son lo que eran, que se han modernizado y que hoy tienen lógica, política y estrategia de multinacional, con sus CEOs e intrigas, más cerca del mundo de Succession que el de la Divina Comedia (¡en tu cara, Dante!). Hay una diferencia, claro, y es el glamour. Mientras que en un frío tecnicolor, Belcebú o su equivalente moderno Jack Davenport (Gael García Bernal) enfrenta complots empresariales, en un mundo que se parece mucho al nuestro, en un glorioso blanco y negro, en una París eterna de tarjeta postal, que si no es el Paraíso, se le parece bastante, la contracara angélica de Lucifer es Marina D’Angelo (Fanny Ardant) que le cumple el sueño de diva fascinante de la canción a su ser de luz, Lola Nevado (Victoria Abril), que se ha quedado prendada con la Rita Hayworth de Gilda (Charles Vidor, 1946)  a la que recrea espejándola. Pero la sensualidad de Lola de tan estilizada no incita al pecado sino al aplauso. Su contrafigura del lado de las tinieblas es Carmen Ramos (Penélope Cruz) guarra, tosca, un poquito marimacho. A las dos se las envía a la Tierra para que ganen, cada cual para su lado, el alma del boxeador Many Chávez (Demián Bichir), que de los brazos de la Muerte es rescatado por las plegarias de su madre para que se le conceda la oportunidad de reconciliarse con ella y no morir en el rencor. Y así Many vuelve a la vida con una esposa abnegada Lola-Abril y una prima insidiosa, Carmen-Cruz. Si Lola se queda con el alma, el Cielo recibirá una inyección de capital que mejorará su alicaído déficit, en cambio si gana Carmen, la victoria incidirá a favor de Satanás en la puja que busca destronarlo. En la disputa, Lola y Carmen construirán un vínculo fraterno-amistoso que se parece tanto al romance como una gota con otra. ¿Lograrán sellar su amor? ¿El mundo después de la muerte permite la unión entre ángeles opuestos? A ver la película para saberlo. Estrenada en 2001 ya tiene su núcleo de fieles seguidores y va camino de convertirse en un film de culto. No es la mar de lograda, pero el elenco y las ideas que la pergeñan la vuelven algo que se parece demasiado a la delicia. Se la puede ver hoy por hoy tanto por YouTube como por Prime Video.

 

En Érase una vez un genio (Three Thousand Years of Longing, George Miller, 2022) The Djinn (Idris Elba) se ha pasado los tres mil años de ansia del título original en inglés confinado dentro de una botella. Para independizarse debe cumplirle tres deseos al humano que se haga poseedor de la botella. Para su poca suerte se trata de una inglesa narratóloga, que anda por Estambul dando conferencias de su especialidad: la narratología o sea “la disciplina semiótica a la que le compete el estudio estructural de los relatos, así como su comunicación y recepción”. Alithea (Tilda Swinton), la inglesa en cuestión, no solo se niega a pedir los tres deseos, sino que pormenoriza lo que subyace en los anhelos más pedidos. Tela para cortar le sobra, porque, a decir verdad, la cuestión tiene sus bemoles. Si uno por simplificar pidiera las tres cosas que, según la canción, hay en la vida, o sea: salud, dinero y amor, el pedido se cumpliría a medias porque no se puede aspirar a estados duraderos. El genio podría darnos esas tres cosas, pero no garantizarnos de que durarán en el tiempo, seríamos saludables, amados, y ricos ese día, pero quizá al día siguiente no. Como Alithea se va por las ramas y podrían pasarse décadas en discusiones bizantinas, el Djinn le cuenta las experiencias que tuvo cumpliendo deseos. A Alithea a su juego la llamaron, qué más quiere una experta en historias que le cuenten algunas nuevas, pero las historias, se sabe, son traicioneras, se dejan desmenuzar, pero al menor descuido, seducen, porque esa es su razón de ser. La cuestión es que Alithea comienza a pedir que le cumplan deseos, entonces…Es un film casi atípico en la carrera de George Miller. Casi, digo, porque si bien uno asocia su nombre a la trilogía de Mad Max y derivados, el hombre dirigió también, la segunda de Babe (1998) la del chachito en la ciudad, las dos Happy Feet (2006) y (2011) y la doblemente fantástica (por tema y resultados) Las brujas de Eastwick (1987), de modo que no es ningún novato en cuentos y fantasías. Esta vez se basa en un relato de A. S. Byatt, The Djinn in the Nightingale’s Eye (El Djinn en el ojo del ruiseñor) y el trámite le sale para el lado del regocijo. El grandote Idris Elba se pinta solo para hacer de genio y la dúctil Tilda Swinton dibuja otra criatura singular. En este momento, los tres mil años de anhelo pueden verse, al igual que la falta de noticias divinas en Amazon Prime Video (Sin noticias de Dios también puede verse en YouTube) Y que no nos falte nunca magia en nuestras vidas.

Gustavo Monteros


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