viernes, 1 de julio de 2022

Programa doble: El búho y la gatita - El salvaje



 Programa doble, sección en la que repasamos dos películas con aspectos en común.

Hoy: El búho y la gatita – El salvaje

 

Uno de los ejes de la comedia del siglo XX fue la guerra de los sexos, la confrontación de lo entendido como esencialmente femenino contra lo entendido como intrínsecamente masculino. Se hallan ejemplos ineludibles en las principales comedias de George Bernard Shaw: Candida, Pygmalion, César y Cleopatra, Las armas y el hombre, La conversión del capitán Brassbound, El hombre del destino, entre otras, por suerte, varias más.

 

La variable más deliciosa se centró en la irrupción de un huracán femenino en un apacible rincón masculino. En cine hay dos ejemplos supremos de Howard Hawks: Bringing Up Baby (1938) (conocida aquí como La adorable revoltosa) con los insuperables Katharine Hepburn y Cary Grant y Ball of Fire (1941) (conocida aquí con la traducción literal de su título: Bola de fuego) con los maravillosos Barbara Stanwyck y Gary Cooper.

 

Los dos títulos que revemos hoy pertenecen a esta variante.

 

En The Owl and the Pussycat / El búho y la gatita (Herbert Ross, 1970) en un edificio de departamentos tan diminutamente claustrofóbicos como imposibilitados de habilitar algún tipo de intimidad, el aspirante a novelista Félix (George Segal) ve su necesitado silencio permanentemente interrumpido por los ruidos que hace su vecina, Doris (Barbra Streisand) tanto cuando está con sus clientes (es prostituta part time, aunque se presente como una aspirante a actriz) como cuando está sola porque le gusta la televisión al volumen intolerable. La vociferante pelea en la que se enredan hace que los echen del edificio en plena noche y deambulen hasta recalar en el departamento de un amigo de él. La promiscuidad obligada los hará conocerse, apreciarse y enamorarse.

 

En Le Sauvage / El salvaje (Jean-Paul Rappeneau, 1975) Nelly (Catherine Deneuve) es una muchacha francesa que vino a Caracas para casarse, pero se arrepiente y huye de la inminente boda con un italianísimo Vittorio (Luigi Vannucchi) que no acepta un no como respuesta. Nelly termina por pedirle ayuda a un desconocido Martin (Yves Montand), que hará lo que esté a su alcance para sacársela de encima, algo que no logrará y terminará por albergarla, o más bien soportarla en la paradisíaca isla del Caribe en la que vivía apartado, recluso y tranquilo.

 

El búho y la gatita fue en su origen una obra de teatro de Bill Manhoff, de suerte inmerecida (se representó profusamente en todo el mundo) porque es pobre en la caracterización de sus personajes, escasa de ingenio y mecánica en el desarrollo de sus conflictos. La suerte le alcanzó también en la versión cinematográfica puesto que sus tres responsables principales, el director Herbert Ross y los actores Streisand y Segal ponen en juego su arte y oficio para disimular las cortedades de un producto vacío y medio tonto. Los años desnudan con impiedad las falencias y salvo algunas líneas, el compromiso actoral de Segal, Streisand que está en su mejor etapa de comediante y el baby-doll que se ve en el afiche, el resto es para el olvido.

 

El solitario, en cambio, a pesar de los años, exhibe jovialidad y lozanía. Jean-Paul Rappeneau es siempre recordado por su maravilloso Cyrano de Bergerac (1990) con el gran protagónico de Depardieu, pero su impar talento florece en la comedia. Tanto La vie de château / La vida en el castillo (1966), como Les mariés de l’an deux / (aquí) El aventurero del Año II (1971) como Bon voyage (2003) para mencionar mis favoritas ofrecen detalles magistrales. El salvaje con gran lucimiento de sus carismáticos protagonistas no le va a la zaga.

 

En definitiva, una tanto, la otra tan poco. Aunque un buen par de protagonistas en su salsa hacen digerible el bodrio más soso.

Gustavo Monteros

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