Programa doble, sección en la que repasamos dos películas con aspectos en común.
Hoy: El búho y la gatita – El salvaje
Uno de los ejes de la comedia del siglo XX fue la guerra
de los sexos, la confrontación de lo entendido como esencialmente femenino contra
lo entendido como intrínsecamente masculino. Se hallan ejemplos ineludibles en
las principales comedias de George Bernard Shaw: Candida, Pygmalion, César y Cleopatra, Las armas y el hombre, La
conversión del capitán Brassbound, El hombre del destino, entre otras, por
suerte, varias más.
La variable más deliciosa se centró en la irrupción de un
huracán femenino en un apacible rincón masculino. En cine hay dos ejemplos
supremos de Howard Hawks: Bringing Up
Baby (1938) (conocida aquí como La
adorable revoltosa) con los insuperables Katharine Hepburn y Cary Grant y Ball of Fire (1941) (conocida aquí con
la traducción literal de su título: Bola
de fuego) con los maravillosos Barbara Stanwyck y Gary Cooper.
Los dos títulos que revemos hoy pertenecen a esta variante.
En The Owl and the
Pussycat / El búho y la gatita (Herbert Ross, 1970) en un edificio de
departamentos tan diminutamente claustrofóbicos como imposibilitados de
habilitar algún tipo de intimidad, el aspirante a novelista Félix (George
Segal) ve su necesitado silencio permanentemente interrumpido por los ruidos
que hace su vecina, Doris (Barbra Streisand) tanto cuando está con sus clientes
(es prostituta part time, aunque se presente como una aspirante a actriz) como
cuando está sola porque le gusta la televisión al volumen intolerable. La
vociferante pelea en la que se enredan hace que los echen del edificio en plena
noche y deambulen hasta recalar en el departamento de un amigo de él. La
promiscuidad obligada los hará conocerse, apreciarse y enamorarse.
En Le Sauvage / El
salvaje (Jean-Paul Rappeneau, 1975) Nelly (Catherine Deneuve) es una
muchacha francesa que vino a Caracas para casarse, pero se arrepiente y huye de
la inminente boda con un italianísimo Vittorio (Luigi Vannucchi) que no acepta un
no como respuesta. Nelly termina por pedirle ayuda a un desconocido Martin
(Yves Montand), que hará lo que esté a su alcance para sacársela de encima,
algo que no logrará y terminará por albergarla, o más bien soportarla en la
paradisíaca isla del Caribe en la que vivía apartado, recluso y tranquilo.
El
búho y la gatita fue en su origen una obra de teatro de Bill
Manhoff, de suerte inmerecida (se representó profusamente en todo el mundo)
porque es pobre en la caracterización de sus personajes, escasa de ingenio y
mecánica en el desarrollo de sus conflictos. La suerte le alcanzó también en la
versión cinematográfica puesto que sus tres responsables principales, el
director Herbert Ross y los actores Streisand y Segal ponen en juego su arte y
oficio para disimular las cortedades de un producto vacío y medio tonto. Los
años desnudan con impiedad las falencias y salvo algunas líneas, el compromiso
actoral de Segal, Streisand que está en su mejor etapa de comediante y el
baby-doll que se ve en el afiche, el resto es para el olvido.
El
solitario, en cambio, a pesar de los años, exhibe jovialidad y
lozanía. Jean-Paul Rappeneau es siempre recordado por su maravilloso Cyrano de Bergerac (1990) con el gran
protagónico de Depardieu, pero su impar talento florece en la comedia. Tanto La vie de château / La vida en el castillo
(1966), como Les mariés de l’an deux
/ (aquí) El aventurero del Año II
(1971) como Bon voyage (2003) para
mencionar mis favoritas ofrecen detalles magistrales. El salvaje con gran lucimiento de sus carismáticos protagonistas
no le va a la zaga.
En definitiva, una tanto, la otra tan poco. Aunque un
buen par de protagonistas en su salsa hacen digerible el bodrio más soso.
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