Demos un paseo por
películas que tienen el nombre de una ciudad, país, provincia o accidente
geográfico como título (ejemplos: Veracruz,
Tanganica, Kamchatka, etc)
Hoy: Hawai
Con Hawaii (George Roy Hill, 1966), es la
vez que una gran producción de Hollywood más cerca estuvo de Las venas abiertas de América Latina. En
espíritu, digo, e involuntariamente, porque se centraron más en el lado
sentimental del increíble y triste destino del Reverendo Abner Hale (Max von
Sydow) que en el costado más político, más Ibsen o Shaw, del asunto.
Esta tragedia, en su
fondo, es más política que sentimental y si la hubieran narrado desde las
devastadoras consecuencias político-sociales, la película hubiera sido mucho
más conmovedora, aunque no sé si tan exitosa, se habrían corrido demasiado de
lo que era el canon hollywoodense.
El susodicho
reverendo estaba entre los que encabezaron la cruzada misionera evangelista al
archipiélago de Hawaii en 1818. El hombre era un fanático sin imaginación ni
misericordia que interpretaba la Biblia y los preceptos religiosos
literalmente. Recalco, porque el detalle es muy importante, sin grises, con
literalidad absoluta, al pie de la letra.
Un peligro andante,
de ahí que los Elders (Mayores) establecieran que no pudiera evangelizar a
menos que se consiguiera una esposa, tarea que en los papeles era sencillamente
titánica, sino imposible. Almas caritativas lo acercan a Jerusha (Julie
Andrews), solterona de 22 años, atada a la espera de cartas casamenteras de un marino
que se fue a hacer fortuna, el capitán Rafer Hoxworth (Richard Harris).
Por supuesto, las
cartas llegan cuando el complot de casarla con Abner ya está en marcha y se las
ocultan, condenándola a consorte del nada atractivo reverendo. Convengamos que
el personaje de Max von Sydow debe figurar entre los protagonistas más obtusos,
pesados, indigestos y desabridos de la historia del cine. En dos palabras es un
pelmazo mayúsculo.
En fin, casados que
fueron, se embarcan y después de un viaje con inconvenientes como corresponde a
toda travesía de film con gran presupuesto, llegan a las islas. (Entre los que
viajan está el doctor John Whipple, interpretado por un joven e incipiente Gene
Hackman, que, sin embargo, no se hace notar por lo insulso de su papel).
Una vez en la
paradisíaca Hawaii, Abner se enfrentará con la reina del lugar, Malama Kanakoa
(Jocelyne LaGarde), que terminará por abrazar la fe con fervor infantil. Entre
el infantilismo de la gobernante y el fanatismo del evangelizador, el choque de
culturas es punzante.
En el transcurso,
habrá partos traumáticos, luchas por la moralidad, epidemias, amores
encontrados y muertes significativas.
Y después de haber
arruinado la vida a medio mundo de todas las maneras imaginables, incluida la
dieta alimentaria, le llega a Abner la posibilidad de redimirse: evitar la
esclavitud de los lugareños a los que vino a evangelizar y la devastación de
los recursos naturales de las islas por la explotación de monocultivos
invasivos y dañinos como el de la caña de azúcar.
Porque mientras él
pulía su fanatismo y estupidez, la misión evangelizadora había mostrado su
verdadera cara, ser la vanguardia de un capitalismo rapaz, colonizador,
miserable y abusador (aquí es cuando la película revela su conexión con lo que
cuenta el libro de Galeano, la contracara de la cruz que fue la espada y las
dos venían por la dominación y la explotación, y no por la civilización)
Subrayo que si este
cuento se hubiera contado desde este aspecto, el film hubiera sido mucho más
resonante y desgarrador, tal como está, es un relato eficaz logrado más con
oficio que arte.
Este proyecto basado
en un libro de James A.Michener estuvo en un principio a cargo del director
Fred Zinnemann que consideró a Audrey Hepburn para el papel de Jerusha. Audrey
hubiera provocado más patetismo que Julie Andrews que está francamente miscast
(mal elegida, fuera de rol) A Julie por su pasado de María von Trapp (The Sound of Music / La novicia rebelde,
Robert Wise, 1965) y de Mary Poppins
(Robert Stevenson, 1964) se la presupone una mujer espirituosa con recursos
prácticos que bien puede prever y soportar lo que aquí le sucede. Audrey por
sus antecedentes de princesa delicada, (Roman
Holiday / La princesa que quería vivir, William Wyler, 1953) más ingenua y
delicada que curtida y pragmática, nos hubiera despertado más pena y lástima.
Pero como Julie es una auténtica trooper (disciplinado soldado de una causa)
por excelencia se las arregla para redondear un personaje sólido y desatar la
terneza y emoción apropiadas al desventurado devenir de su personaje.
Hawaii puede verse en los canales que dan películas viejas. La programan con
frecuencia. Aloha.
Gustavo Monteros
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