jueves, 7 de marzo de 2019

Suburra - La serie


Primero fue una novela de Giancarlo de Cataldo y Carlo Bonini. Después una película de 2015 que dirigió Stefano Sollima. Y ahora una serie, la primera hecha en Italia para Netflix.


Las tres se centran en tres núcleos narrativos, los trapicheos de la distribución de drogas por la mafia a secas, las prebendas políticas en los entretelones por el poder, la explotación por parte de la iglesia de sus viejos privilegios.


La película, que también puede verse en Netflix, busca escandalizar y exacerbar prejuicios, acentúa por ejemplo las orgías sexuales con participación de obispos y políticos.


La serie, mi favorita, en cambio, busca más la complicidad del espectador e interpela moralmente acercando los hechos delictivos a experiencias que los no delincuentes podemos llegar a tener.


Ojo, la serie pretende ser una precuela a la película, en la que importantes personajes hallan su destino final. Digo pretende porque en la segunda temporada, la historia adquiere independencia y no sé si todos los personajes llegarán a como se los presenta en la película. Este apartamiento de la película más que lamentarse, se agradece.


En la primera temporada, vemos a tres jóvenes protagonistas enfrentar sus entornos familiares, que intenta moldearlos, determinarlos, condicionarlos (como todo entorno familiar, la verdad sea dicha). Claro, ellos tienen sus propias ideas y apetencias, y más temprano que tarde comprenderán que no se puede vivir la vida de los otros.


Ellos son: Aureliano Adami (Alessandro Borghi) un mafioso en ciernes que debe lidiar con el legado de su padre y la influencia de su hermana. Alberto “Spadino” Anacleti (Giacomo Ferrara) un gitano con elecciones que se apartan de las tradiciones de su tribu. Y Gabriele Marchilli (Eduardo Valdarnini) un joven hijo de policía que está dispuesto a contentar a su papá hasta ahí.


Por el lado de la mafia a secas, tenemos a Samurái (Francesco Acquaroli) que lucha con llevar a cabo una asociación con la mafia napolitana, trámite que no viene muy fácil que digamos. Por el lado de la política, todo gira alrededor de Amadeo Cinaglia (Filippo Nigro), un señor que dejará las buenas intenciones por un ansia de poder. Y por el lado de la iglesia, más que a los varios arzobispos, la trama elige ir por el lado de la lobista Sara Monaschi (Claudia Gerini). Estos son los personajes principales, su séquito de secundarios son igual e incluso más apasionantes.


Y no precisamente como invitada, sino como eje central, tenemos a la ciudad de Roma, por cuyo dominio definitivo todos pelean, y que está tan bella como el primer día.


Las dos temporadas de Suburra (18 bellos y apasionantes episodios hasta la fecha, producidos en el 17 la primera y en 18 la segunda) más la película de 2015 pueden verse en Netflix.


Si, como yo, aman el policial y aledaños, tienen con Suburra una cita imperdible.

Gustavo Monteros



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