El policial es uno de
mis géneros favoritos, sino “el” favorito. Pero cuando los años han pasado y
uno ha visto muchos, se ha aprendido a detectar las trampas, los lugares
comunes, las salidas extemporáneas. Entonces uno se fastidia y se pelea con el
material propuesto.
Algo de esto me pasa
con La trêve, serie belga que va por
Netflix. En la primera temporada me pareció que le daban demasiada vueltas al
mismo trompo. La pobre víctima tenía una capacidad de sobrevivencia digna de un
highlander porque medio pueblo intentaba liquidarla sin éxito. Además siguiendo
el modelo del detective de vida tumultuosa, estilo Sherlock Holmes, que es un
drogón el pobre, el detective de La trêve, Yoann Peeters (Yoann Blanc) no
se daba con nada, pero tenía un presente muy conflictivo. Siempre paga que los
detectives tengan problemas que se reflejen en los casos. Tanto que uno ya
extraña el modelo Philip Marlowe, que tenía un pasado duro que lo hacía
proclive a enredarse en problemas por musculosos de tornillos flojos o de chicas
despampanantes y letales, pero no lo andaba exhibiendo o arrastrando con cara
de ténganme piedad.
En la segunda
temporada, Yoann Peeters, ya no está en actividad propiamente dicha, sino que
da clases a futuros policías, pero a pedido de su ex psiquiatra vuelve a la
investigación para despejar la culpabilidad de un joven acusado de un
sangriento crimen. El caso no es tan rebuscado como el de la primera temporada,
pero casi. Entre los problemas personales de Yoann y la acumulación de motivos
y sospechosos, por la mitad uno tiene ganas de inculparse y cantar el tango aquel de arrésteme, sargento, y
póngame cadenas, para que lleguen a una conclusión. Ah, eso sí, que el final
sorprende…sorprende. Por lo lógico en el fondo, aunque en el transcurso repita
el truco tan de moda en algunos autores, o sea la de crearte mucha empatía con
algún personaje secundario y darle en el momento menos pensado un atroz
destino, más que nada para disimular la meseta narrativa en la que cayó la
trama. Aquí la sangre no llega al río, pero sí a la piscina.
Como sea, si un
cuento te enoja, no te está resultado indiferente. Y si no te es indiferente,
por algo es. Los motivos quizá no sean los que te hacen amar The killing, por ejemplo, más bien todo
lo contrario, pero por algo no dejás de llegar al final.
En nombre de ese algo
que no puedo precisar del todo, recomiendo que se acerquen a La trêve. Incluso si se es muy quisquilloso
(como el insoportable que estas líneas subscribe), hay algo en los misterios de
estas comarcas con bosques frondosos que atrae y tienta.
Como mencionamos
antes, La trêve, creada por Stéphane Bergmans, Benjamin d'Aoust, Matthieu Donck,
puede verse en Netflx.
Gustavo Monteros
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