Por motivos que se me
escapan, a veces insisto con autores que sé que en el fondo nunca me gustarán.
Tal vez lo hago con la esperanza de cambiar de opinión alguna vez o de toparme
con una obra que de verdad me haga dialogar con ese autor. Desde hace tiempo
concibo mirar películas, leer libros, mirar cuadros o escuchar obras musicales
como un diálogo entre el creador detrás de esas experiencias y uno mismo. Y
como en la vida, no tenemos conversación con todo el mundo. Por experiencia
sabemos que hay personas con las que se nos dificultan los intercambios más
simples, como un saludo. Mientras que con otros, nos basta una mirada para
iniciar un diálogo que durará largo y tendido. Con el catalán Oriol Paulo no
creo que tenga esa suerte.
El hombre nacido en
el 75 en Barcelona es un director y guionista que se dio a conocer
internacionalmente con El cuerpo en
el 2012. Un thriller centrado en la desaparición de un cadáver de la morgue. El
film definía sus gustos con claridad. Le gustaba dar más vueltas que una calesita
y tener giros sorprendentes todas las veces que se pudiera. Más que la
veracidad, trabaja el verosímil. Como espectadores nos obliga al “es un poco
rebuscado, pero factible, siempre y cuando se den todas esas variables
azarosas”. Cuestión de gustos. Que como dije en la reseña sobre La trêve no comparto en lo más mínimo. En
lo personal, porque llega un momento en que todo vale todo el tiempo y que con
tal de crear otra sorpresa, no solo son capaces de matar a la madre sino de
vender sus órganos también.
Su siguiente película,
Contratiempo (que puede verse en
Netflix) llevaba esos gustos a extremos de récords. Un policial tan arravesado
y atravesado que ya olvidé. Tanta profusión de hechos y personajes tan extemporáneos
hace que mi memoria los retenga menos que pelo en la boca.
Ahora, sabrá Dios por
qué, le veo su estreno Netflix de la semana, Durante la tormenta, donde por género tiene todos los permisos para
dar tantas vueltas como quiera o hasta marearse él mismo.
Durante la tormenta es un thriller metafísico de tiempos paralelos que
pueden modificarse en la alteración de tales o cuales detalles o incidentes.
Dicho así parece más complicado que lo que es. Una joven esposa se muda a una
gran casa donde descubre unos videos, un televisor viejo y una igualmente vieja
videocámara que le permite ver hechos sucedidos durante la caída del muro de
Berlín en 1989. Durante una gran tormenta salvará la vida del chico que ve en
el televisor y cuya realidad es la del 89, para después despertar en otro
pliegue del tiempo en el que su hija no está. Comenzará a hacer lo imposible
para recuperarla.
Aquí don Oriol Paulo,
como ya dijimos, tiene todos los permisos del mundo para dar vueltas y vueltas
y vueltas. La imaginación es el límite y la de él es muy extensa. Ojo, “One
man’s meat is another man’s poison”, dicho inglés que bien puede traducirse
como “Lo que a uno cura, a otro mata”. A lo que voy es que lo a que a mí me
exaspera hasta la desesperación, puede ser el origen del placer para otro.
Conozco espectadores que disfrutan hasta el babeo que les desbaraten el hilo de
la historia cada treinta segundos. Nada malo, cuestión de gustos.
O sea, si les gusta
que les sorprendan mucho y a cada rato con el retorcimiento de una trama, Durante la tormenta es su opción
irresistible. Si les gustan las sorpresas, pero no tantas, escápenle
mucho…mucho.
Ah, Durante la
tormenta puede verse en Netflix. La protagoniza (esforzadamente) Adriana
Ugarte, el interés romántico es el Chino Darín, como un vecino que se las trae
(y lleva) está el omnipresente Javier Gutiérrez, hay una participación especial
de la hipnótica Belén Rueda y dos muy famosos por Netflix, como un marido anda
Álvaro Monte, el recordado Profesor de La
Casa de Papel y como un médico Francesc Orella, el nunca bien ponderado Merlí.
Gustavo Monteros
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