Gravedad se dio a
conocer internacionalmente en el Festival de Venecia, fuera de competencia. Al
poco tiempo se exhibió en la muestra de Toronto. En ambas ciudades despertó el
amor del público y el entusiasmo de los críticos. En la taquilla estadounidense
fue una Cenicienta, se estrenó con menos publicidad y bambolla que los otros
tanques con los que competía y arrasó. Aunque respeto a Alfonso Cuarón (La princesita, Grandes esperanzas, Y tu mamá
también, Harry Potter y el prisionero de Azkaban, Niños del hombre), con
soberbia estúpida pensé que la convertiría en una de esas películas que todo el
mundo ama y que yo me empeño en aborrecer, porque tanto amor instantáneo me
amenazaba, me compelía a que me gustara y con tardío recelo adolescente me
resistía a sumarme al entusiasmo uniforme. Qué equivocado estaba.
Gravedad no es una
película de estudio, no, es un proyecto personal que Cuarón elaboró con su
hijo, Jonás, durante unos cuantos años y que después le vendió a un estudio. Es
una nueva instancia del viejo relato de los marooned (abandonados, aislados,
varados) en el espacio que deben sobrevivir mientras hallan un medio de volver
a la Madre Tierra. Sandra Bullock es una científica que instala un zocotroco
que estudiará las cosas por ahí y George Clooney es el conductor de la nave.
Los rusos por error bajan un satélite de un misilazo y desatan una avalancha de
residuos, porque allá arriba está lleno de artefactos, estaciones y esas cosas.
Se quedan sin comunicación con la Tierra y entonces…
Gravedad, como las
tiras del paracaídas que se enredan en las piernas de la Bullock, tiene una
manera de engancharte y llevarte a su centro gravitacional sin darte respiro ni
para desenvolver un caramelo. Son 91 minutos de entretenimiento trepidante,
apabullante. Hollywood andaba necesitando una inyección de Cuarón, el mexicano
concibe una belleza personalísima y se despacha hasta con un par de
innovaciones técnicas que serán copiadas hasta el hartazgo en futuras
explotaciones pochocleras. Deslumbra la manera en que nos lleva desde el afuera
hasta el interior del traje de astronauta de la Bullock, sencillamente
magistral.
Gravedad es
básicamente un two hander (obra de dos personajes) y necesitaba dos estrellas
de probado magnetismo con identificación positiva inmediata con el público.
Sandra Bullock y George Clooney lo son, conozco personas que los detestan pero
son las menos, los que los queremos somos más, de allí su democrática
popularidad. Clooney desparrama su proverbial encanto y seducción y Bullock
entrega su mejor actuación hasta la fecha, el personaje se aviene perfectamente
a su estilo salvaje y físico de encarar la actuación. Hablando de físico, la
Bullock a los 49 años conserva las curvas en los lugares adecuados y alborota
la ratonera entera.
Gravedad, como La invención de Hugo Cabret de Martin
Scorsese, merece verse en cine. Se disfrutará en cualquier formato pero es cine
puro del mejor cuño y se experimentará mejor en pantalla grande y sin
interrupciones. Un espectáculo grandioso, sofisticado y con el mejor espíritu
de las viejas matinées.
Un
abrazo, Gustavo Monteros
Tu comentario del film motivó que fuera al cine. Me encantooo
ResponderEliminarBuenísimo!!!
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