Los distribuidores con un apabullante derroche de ingenio decidieron
rebautizar esta película El diario del
ron (The rum diary en el
original) como Diario de un seductor
en un intento tramposo por atraer a las “chichis” que mueren de amor por Johnny
Depp. Que vendan gato por liebre no les importa. Lo de “seductor” podría
inducir a que se trata de una “de amor”, nada más lejos de la realidad, porque
si tuviéramos que señalar un seductor en este film sería Aaron Eckhart que
ejerce no la seducción del amor sino la de la codicia y la corrupción.
Es la segunda vez que Depp se pone en la piel de un alter ego
de Hunter S Thompson. Ya lo hizo en Pánico
y locura en Las Vegas (1998) bajo la dirección de Terry Gilliam. Ahora lo
hace bajo la tutela de Bruce Robinson, director de la inolvidable Withnail y yo (1987) y de la más que
olvidable Jennifer 8 (1992).
Hunter S Thompson es el padre fundador o el representante más
conspicuo del periodismo “gonzo”, que según pude averiguar se trata de un
periodismo de aventura en primera persona, muy colorido y exagerado, que no
desdeña en recurrir a la ficción para llenar los “baches” de una crónica.
Este film es muy proyecto muy caro a Depp. Conoció a Thompson
por Pánico y locura en Las Vegas y se
hicieron amigos. Una tarde hurgando trastos, descubrieron en una caja de cartón
olvidada una copia de El diario del ron,
novela inédita por entonces. Se pusieron a leerla, Thompson casi no recordaba
haberla escrito. Depp lo instó a que la publicara y que después la llevaran al
cine. Thompson cumplió con lo primero pero no participó de lo segundo porque se
suicidó en 2005.
La acción transcurre en Puerto Rico en 1960. Paul Kemp (Depp)
un novelista devenido reportero con un pronunciado problemita alcohólico llega
a hacerse cargo de un puesto en un periódico local que está al borde del
colapso. Será luego tentado por Sanderson (Aaron Eckhart) para que escriba un
folleto sobre las virtudes de una isla que usan los soldados yanquis como campo
de tiro. Dicho folleto “maquilla” una gran estafa inmobiliaria. Sanderson tiene
una novia tan rubia como bella, Chenault (Amber Heard) y se establecerá, es una
manera de decir, un triángulo amoroso, con Depp como el tercer vértice, claro.
Más que una historia que avanza con coherencia hacia un
desenlace, hay aquí una línea argumental que se interna en cuanto desvío
encuentra en su camino. Algunos son interesantes y logrados, otros no tanto.
Estos meandros hacen que los personajes secundarios sean tan y hasta más
importantes que los protagonistas. El gran Richard Jenkins hace una variación
del típico editor gritón, autoritario y cínico. Giovanni Ribisi es un cronista
de religión devoto del alcohol y las drogas. Ribisi ensaya una caracterización
que con buen tino incluye los mejores manierismos del inolvidable Peter Lorre.
Michael Rispoli, lo mejor de la película, es un fotógrafo que redondea sus
ingresos con un gallo de riña y subalquilando una pocilga.
Depp intenta un homenaje a Thompson pero le sale una
celebración a sus mejores virtudes como estrella. Más que dar una actuación,
Johnny Depp exhibe las singularidades que lo convirtieron en una superestrella.
No es poco, el hombre tiene talento. A Aaron Eckhart le basta con pasear su
ineluctable donosura para dar con el papel. Amber Heard ostenta un promisorio
don histriónico y da la mezcla justa de misterio, sensualidad y vulnerabilidad.
El guión también de Bruce Robinson alterna réplicas de
brillante cinismo con peroratas recargadas de didactismos y obviedades.
En resumen, un film fallido aunque interesante. De todos
modos, el magnetismo de Depp, las líneas buenas del diálogo, los bellísimos
paisajes, las escenas logradas y el gran trabajo de Michael Rispoli devuelven
con creces la plata de la entrada.
Un abrazo, Gustavo Monteros
La
foto en blanco y negro es la última imagen de la película. En ella se ve a
Hunter S Thompson en Puerto Rico en 1959.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.