Carlos Sorín (La película del rey, Historias mínimas, El perro) es uno de nuestros grandes maestros y no hay quien lo niegue. Decide ahora jugar con el thriller y nos da una de las películas más firmes, precisas y elegantes del cine argentino.
Luis (Luis Luque) es un profesor universitario de literatura y regresa a su casa después de estar internado en una clínica psiquiátrica por un brote psicótico en el que atacó a un ayudante de cátedra. Beatriz (Beatriz Spelzini), su mujer, luce desencajada. ¿Por temor a que el brote se repita o la loca es ella? Sólo uno de los muchos interrogantes que nos planteamos mientras el argumento se desarrolla.
En un thriller lo más importante es el “durante”, que la narración nos atrape y que nos mantenga en vilo. Y claro, que la resolución esté a la altura de la intriga planteada. Esto aquí se cumple a rajatabla. El único “pero” es que a la salida, con el rompecabezas armado, comprendemos que la historia es tan mínima como endeble en su plausibilidad, aunque ya no importa, porque nos entretuvo mientras se desenvolvía.
Muchos factores contribuyen a que la intriga nos interesara en todo momento. La impecable secuenciación, la maravillosa dirección de arte de Margarita Jusid, la deslumbrante fotografía de Julián Apezteguía (Crónica de una fuga, Carancho, Los Marziano), la bellísima música de Nicolás Sorín (hijo del director) y las notables actuaciones de un elenco parejísimo.
Luque, Spelzini y María Abadi (como la hija) ofrecen trabajos que sólo los superlativos pueden describir. Y que ande por allí la gran Norma Argentina no es un placer menor. Ni que decir de la presencia del inolvidable protagonista de El perro, Juan Villegas (cuando apareció en escena, quien esto escribe y unas cuantas personas más emitimos un “Ah” de reconocimiento y afecto; es que quien haya visto El perro no puede sino recordar con cariño a Juan Villegas).
Toda una sorpresa, El gato desaparece. Se estrenó casi sin aviso y nos dio una hora y media de entretenimiento inusitado.
Un abrazo,
Gustavo Monteros
Ayer fuimos con un grupo de amigas a ver El gato desaparece. Nos gustó mucho porque, si bien no tiene grandes efectos, las actuaciones son impecables, la historia está muy bien contada y el final, sorprendente. Gracias por recomendarla, Gustavo.
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