Nada hay más profundo que lo simple visto en detalle, ni nada más revelador que una historia bien contada. Fui con ansía a ver Por tu culpa, me intrigaba la definición que de ella daban su directora y algunos críticos: un thriller doméstico. El thriller evoca siempre un ámbito mayor que lo doméstico, y el adjetivo doméstico se aviene mejor a un drama o a una comedia. Pero mis expectativas no fueron vanas, me mantuvieron en vilo hasta el último segundo.
Julieta (Érica Rivas), madre treintañera juega rudamente con sus hijos, uno de unos ocho años y otro de unos dos o tres. De a poco una duda se instala ¿por qué no puede ponerles límites? Se lo reclamarán en el teléfono tanto su madre como su marido. En un forcejeo por un triciclo, el más chico se golpea la cabeza contra el piso. Decide llevarlo a una clínica para que lo vean ¿es para tanto? Los atiende un joven pediatra que sospecha que sea un caso de violencia familiar ¿lo que ve justifica su accionar o es pura paranoia? ¿Por qué ella miente y no pone las cosas en su lugar? Julieta le pide ayuda a su madre (Marta Bianchi), una profesional demasiado apegada a sus cosas ¿por qué es así? Llegará el marido (Rubén Viani) y establecerá la autoridad que ella no pudo imponer, pero aprovechará la ocasión para pasarle a su esposa cuantas facturas impagas pueda. ¿Por qué, qué es lo que hay detrás? La denuncia sigue su curso y terminarán en una comisaría. ¿Por qué no puede aclarar ella nada, cuál es su culpa? Cuantas más preguntas se amontonan, más apasionante se vuelve la película. Muchas, casi todas, quedarán sin respuestas, pero los interrogantes nos remitirán a nosotros, a una forma de vida que damos por sentada, que nos parece natural y que oculta mucha violencia.
Anahí Berneri, directora también de las interesantísimas Un año sin amor y Encarnación, dijo: la idea era trabajar con elementos que tuvieran que ver con un thriller, con tiempos acotados, un falso culpable, para poder reflexionar acerca de la maternidad y la crianza en nuestros tiempos, de la violencia invisible en la familia, de los vínculos. Me parece que los culpables se transforman en víctimas, un doble juego. Esta madre es lo que puede, lo que sabe, y sabe y puede muy poco, y ejerce violencia con sus hijos, pero a la vez ella también la recibe, sin contención alguna. Mi idea era mostrar en estos personajes cierta fragilidad, porque ninguno de ellos está obrando mal según sus convicciones, sino todo lo contrario, porque creen que están haciendo lo mejor que pueden hacer.
A confesión de partes, sólo queda sentenciar que es una película lograda, tensa, angustiante, atrapante y conmocionante. Érica Rivas concreta una actuación consagratoria que la pone entre las mejores actrices de su generación y no es un mérito menor trabajar con una cámara intrusiva que le está siempre encima (la película se cuenta desde el punto de vista de su personaje y la cámara parece treparse todo el tiempo a su figura y a sus sentimientos). A Marta Bianchi le bastan dos conversacioncitas en off en el teléfono y una brevísima aparición para dibujar con nitidez su personaje. Osmar Núñez (un médico) y Carlos Portaluppi (el comisario) están muy bien. Y el trabajo que hicieron con los chicos, Zenón y Nicasio Galán, es impecable.
Una experiencia inolvidable que ratifica el enorme talento de algunos de nuestros cineastas.
Un abrazo,
Gustavo Monteros
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