viernes, 25 de abril de 2025

Querido diario - Hoy: Dos con perritos


 

El proyecto nació estrellado, pero se estrelló pronto. Originalmente la película se titulaba "Won Ton Ton, el perro que salvó a Warner Brothers", basada en la carrera de Rin Tin Tin. Cy Howard concibió la idea y escribió la historia en 1971 y contrató a Arnold Schulman para escribir el guion. David Picker desarrolló el proyecto (o sea lo preprodujo) en Warner Brothers. Pero Picker se llevó el guion y el proyecto consigo cuando se unió a Paramount Pictures, lo que provocó el cambio de título. Won Ton Ton ya no salvaba a Warners Brothers sino al mismísimo Hollywood.  El rodaje (el desastre más bien) comenzó en agosto de 1975.

 

El primer guionista de la película, Arnold Schulman, dijo: «David Picker, el productor, no solo reescribió cada palabra del guion, sino que contrató a Michael Winner, el director de todos los vengadores anónimo de Charles Bronson, para que la 'realizara', como les gusta decir a los directores que leyeron “Cahiers du Cinéma". Yo la escribí como una sátira, quién sabe quién la reescribió como una farsa cómica, y Michael Winner la dirigió con el encanto y el ingenio de una masacre con motosierra. No tuve nada que ver con la película final, y en la misma no solo figuraba como coguionista, sino también como productor ejecutivo, y por más que lo intenté ¡no pude hacer que sacaran mi nombre!».

 

La característica identitaria de esta película es que cuenta con los cameos de más de ochenta actores del primer Hollywood, el del cine mudo, y el Hollywood clásico, el de los grandes estudios. Para muchos fue su última participación en la gran pantalla.

 

Y como la edad no viene sola, parece que el director Michael Winner tuvo poca paciencia con los achaques de las viejas luminarias. Hasta hizo comentarios abiertamente despectivos en la prensa, cuando publicitaban la película. Llegó incluso a burlarse de diversas discapacidades físicas, como la sordera y la visión deficiente.

 

El argumento (de alguna manera hay que llamarlo) empieza así. Estamos en Hollywood en 1924. Una aspirante a actriz, Estie Del Ruth (Madeline Kahn) sale de un cuarto que comparte con Flufft Peters (Teri Garr), extra que se gana la vida como prostituta en realidad, para ver si da el tipo de esquimal en una película que transcurre en nieves eternas. En el camino al estudio Estie se topa con un hermoso ovejero alemán, Won Ton Ton, que se le pega. El nombre que Estie le da al portero (William Demarest) no corresponde a un director, sino a un tramoyista (Aldo Ray), que la lleva a un cuarto apartado para tener sexo con ella. Con tal de conseguir entrar en el negocio, ella accede, pero mientras están en plena “negociación”, Won Ton Ton la salva del destino peor que la muerte. La intervención del perro lleva a que el dueño del estudio, Art Carney, tenga una revelación y le pida al eterno aspirante a guionista, Bruce Dern, que entrene al perro y que lo haga protagonista. Lo que sigue se pretende como una burla / homenaje a las bambalinas de la industria del cine.

 

Como bien dijo Arnold Schulman no es farsa ni sátira, y tampoco una parodia, a decir verdad. Aunque tenga elementos de los tres géneros. Lo que quedó es más bien una sucesión de gags y sketches de resultados dispares.

 

Es claro que Winner odió hacer esta película, que comandó sin mucho entusiasmo a sus actores, que ordenó que pusieran la cámara en algún lado, que la iluminación le importó poco o nada y que en montaje final, los editores hicieron lo que pudieron para darle forma a algo que pasara por una película.

 

Sin embargo, si uno se pone a verla, recompensa el tiempo invertido en ella. ¿Por qué? ¿Cómo es que pasa tal cosa? ¿Es por el compromiso de los protagonistas, sobre todo el de Madeline Kahn y Ron Leibman? ¿Es por el oficio de todos esos actores y actrices que alguna vez fueron luminarias refulgentes? ¿Es por la gracia y belleza del perro estrella? (Según los créditos finales se trata de solo uno, Augustus von Schumacher). Sabrá Dios. Objetivamente es mala. Subjetivamente por algún lado subyuga. Todo viene mal, mal, mal, pero de repente un gag funciona, una línea del diálogo es indiscutiblemente ingeniosa, o un actor encuentra el ritmo para provocarnos la carcajada, aunque la situación o la réplica no sea del todo lúcida. Quizá no haya tanto misterio. Quizá la idea era muy buena y no hubo desgano, mala decisión, enojo o frustración que pudieran arruinarla del todo.

 

Como era de esperarse fue un fracaso. Se suponía lo contrario, que había nacido incluso para inaugurar secuelas. Dos ya tenían hasta título Won Ton Ton, el perro que salvó Broadway y Won Ton Ton, el perro que salvó la Segunda Guerra Mundial. No se materializaron. Eso sí, títulos comenzados con "El perro que salvó tal cosa" resurgió para una franquicia televisiva de los dos mil en adelante. Hasta ahora cuenta con estos títulos: «El perro que salvó la Navidad» (2009); «El perro que salvó las vacaciones de Navidad» (2010); «El perro que salvó Halloween» (2011); «El perro que salvó las fiestas» (2012); «El perro que salvó la Pascua» (2014) y «El perro que salvó el verano» (2015).

 

El siguiente párrafo es para memoriosos, nostálgicos, eruditos y cinéfilos empedernidos. En los años setenta, las añejas películas del Viejo Hollywood rondaban por la televisión y hasta completaban los programas dobles o triples de los cines de cruce (los que no daban películas de estreno). De modo que muchos de los nombres que hacen cameos en Won Ton Ton, el perro que salvó Hollywood eran familiares para los espectadores de la época en el que el film se hizo. Para los jóvenes de hoy estos nombres son tan lejanos como las plantas del Pleistoceno. En honor a las horas y horas de las matinés de mi infancia y porque no hay muerte si hay recuerdo, consigno los que fueron más significativos para mí.

 

Dennis Morgan, William Demarest, Virginia Mayo, Rory Calhoun, Ricardo Montalban, Jackie Coogan, Aldo Ray, Ethel Merman, Yvonne De Carlo, Joan Blondell, Broderick Crawford, Dorothy Lamour, Phil Silvers, Nancy Walker, Gloria DeHaven, Rudy Vallee, Rhonda Fleming, Ann Miller, Dean Stockwell, Dick Haymes, Tab Hunter, Robert Alda, Janet Blair, Victor Mature, Barbara Nichols, Fernando Lamas, Zsa Zsa Gabor, Cyd Charisse, Peter Lawford, Patricia Morrison, Guy Madison, Alice Faye, Ann Rutherford, Milton Berle, John Carradine y Walter Pigeon. A ellos y a los que no incluí porque los desconozco o no los recuerdo: Gloria Eterna.




Le procès du chien (El juicio del perro), 2024, es la opera prima de la actriz Laetitia Dosch. La idea de la película surgió de una historia real que ocurrió en un pequeño pueblo de Francia, donde un perro mordió a unos desconocidos y el juicio que siguió cautivó al pueblo, con manifestantes a favor y en contra del perro. Se rodó por entero Suiza, principalmente en Lausana, Vevey y Ginel, localidades del cantón de Vaud. Fue seleccionado para competir en la sección Un Certain Regard del Festival de Cine de Cannes de 2024. Allí, el perro Kodi ganó la Palma del Festival al mejor Perro por su papel en la película. Hasta aquí los datos relevantes.

 

En lo específico se trata de una comedia agridulce. Avril (Laetitia Dosch) es una abogada de casos desesperados, lo que en español se llama defensora de causas perdidas. Su jefe, Jérôme (Pierre Deladonchamps) le pide que para variar y mejorar la fama del bufete tome un caso que pueda ganar. Se le presenta Dariuch Michovski (François Damiens), un disminuido visual con indeterminados problemas psicológicos al que le quieren ejecutar a su perro Cosmos (Kodi) por haber herido a tres personas.

 

Avril no quiere tomar el caso, pero el hábito de defender a los que casi no tienen chances de ganar pesa más. Cosmos tiene pocas posibilidades. Avril primero tiene que convencer a un juez de primera instancia para que no ponga el sello de exterminio y le dé a Cosmos el status de poder defenderse en un juicio. Lo logra y Cosmos enfrentará dicha instancia judicial.

 

La fiscal es Roseline Bruckenheimer (Anne Dorval) una candidata a las próximas elecciones por la extrema derecha. El caso desatará el entusiasmo y la pasión del público. Muchos se pondrán de parte de Cosmos y pretenderán que le den otra oportunidad y viva, mientras que también muchos otros pedirán su ejecución inmediata. En el juicio, veterinarios, etólogos, filósofos, y hasta expertos religiosos de distintos credos darán su opinión.

 

Mientras dura el juicio, Cosmos queda a cargo del etólogo, Marc (Jean-Pascal Zadi) que aportará sensatez y verdad. Según la ley, perro que lastima seriamente a tres víctimas debe ser eliminado. Cosmos lastimó a dos personas en la calle y desfiguró a Lorene (Anabela Moreira) que estaba en casa de Dariuch para comenzar tareas domésticas.

 

Cosmos no es un perro incontrolable, pero sí uno de cuidado. Decididamente no era un perro para Dariuch. Tendría que haber sido entrenado, jamás haber paseado sin bozal e incluso dentro de la casa jamás tendría que haber estado en contacto con extraños inadvertidos de su potencial peligrosidad. Nada que no surja en todos los casos en los que un perro se violenta.

 

Un perro, como cualquier otro ser que te acompañe, puede ser de cuidado. Y corre con una ventaja, advierte de su eventual comportamiento peligroso. No es un psicópata. Lástima que todo dueño crea que tiene a Lassie y no a un descendiente de lobos que no ha perdido rasgos de su linaje.

 

La comicidad derivará de los absurdos en los que caemos cuando humanizamos a un animal y le negamos su esencia. ¿Filósofos, expertos religiosos, científicos con pruebas que parecen un tablero de juegos para un reality show? Faltaban médiums que se ofrecieran de traductores caninos.

 

La ultraderecha parece tener el mismo manual en todas las latitudes. Hacer trampa, correr el eje de toda discusión, sobrecargar las respuestas emotivas, incentivar los prejuicios, recurrir a cualquier bajeza que le pueda proporcionar una ventaja. Si su accionar no desatará tragedias o desgracias, serían muy risibles.

 

Todos los involucrados en el juicio, salvo la candidata de la ultraderecha, verán conmocionados sus mundos, creencias, las evaluaciones de sus decisiones de vida. Nadie que enfrente decidir y contribuir a la vida o muerte de otro, incluso las de un perro, sale indemne. Todo se aprende, hasta a ser un ser humano. O, si se tiene un poco suerte, uno mejor de lo que ya se es.  

Gustavo Monteros

viernes, 18 de abril de 2025

Querido diario - Hoy: ¿Es el enemigo? La película de Gila


 

De entre los genios que en el mundo han sido, el nombre de Gila (Miguel Gila Cuesta, 1919-2001) debe figurar con preeminencia. Fue un humorista, actor, dibujante de historietas, de muy alto vuelo. Y yo y otros muchos como yo, de entre toda su producción, atesoramos sus monólogos inigualables. Casi todos incluían el uso de un teléfono. Como con quien quería hablar casi nunca contestaba el teléfono, después de inquirir por esta persona, venía el latiguillo que se asocia con su persona cómica, el ahora célebre: ¡Que se ponga! El humor de sus monólogos partía de un costumbrismo ingenuo que de a poco se hundía en un surrealismo desternillante.  Y de entre todos sus monólogos, el inigualable (y por suerte infaltable en todas sus actuaciones teatrales) era el de la guerra. Aparecía vestido de fajina y con un casco, tomaba el teléfono y preguntaba ¿Es el enemigo? Lo que seguía es y será antológico.


Cuando anunciaron que harían una película con su vida, me anoté como un seguro espectador. Por suerte no era sobre toda su vida sino sobre un período muy especial, su participación en la guerra civil española del lado republicano (digo que por suerte no es sobre toda su vida, porque las biopics al uso que proliferan son leves, poco sustanciosas y más que contar, ilustran una vida con fotogramas).


Se unió como voluntario en julio de 1936, fue “fusilado” en algún momento de 1938 y en diciembre de ese año, fue a parar al campo de concentración de Valquesillo, Córdoba. De allí pasó a otro campo, el de Zamora y posteriormente deambuló por las cárceles de Yeserías, de Carabanchel y de Torrijos. Fue liberado en mayo de 1939. A continuación, con la guerra ya finalizada, fue obligado a cumplir un servicio militar obligatorio de cuatro años.


Como se sabe la guerra civil española fue cruenta y despiadada.


¿Es el enemigo? La película de Gila (Alexis Morante, 2024) comienza cuando Miguel (Oscar Lasarte) vive todavía con sus abuelos (Adelfa Calvo y Ramón Ibarra). Se declara la guerra y a instancias de su amigo, Pedro (Carlos Cuevas) se une como voluntario. Los que van en su camión, algunos hombres y una mujer, no tienen entrenamiento militar y no saben usar un fusil. No les importa, creen que la contienda durará unos pocos días, los que tarden en devolver a los fascistas a sus cuarteles. Su primera misión será hacer una inspección de terreno, confiscar lo que se encuentre para comer o beber, e ir adonde se designó cuartel provisorio. Tardarán unos meses en cumplir la misión, puesto que se verán rodeados de enemigos. Más tarde se repondrá de unas heridas en casa de sus abuelos y volverá a las líneas, donde tendrá su bautismo de fuego.


Si los monólogos de Gila van del costumbrismo ingenuo al surrealismo, la película va de un realismo un poco onírico a una pesadilla atroz. La guerra, como bien nos dice la canción de León Gieco, es un monstruo grande y pisa fuerte toda la pobre inocencia de la gente.


Los españoles se pintan como un pueblo sencillo, directo, festivo, humorístico, amante del buen comer y beber. La derecha de siempre, defensora de privilegios ancestrales, intentó arrasar esa idiosincrasia. Con ferocidad y sangre lo logró en lo físico, pero no en el espíritu. Gila, al comienzo de la película, dice que su abuelo le repetía que es posible reírse de todo. Coincido. No hay horror que no pueda exorcizarse con la risa. Es más, agrego que no hay derrota si se sale de lo que sale riendo.


A los que no conozcan mucho a Gila, yo les recomendaría que vieran primero la película y que después fueran a YouTube y eligieran una de las versiones que a lo largo de su vida hizo Gila de su monólogo de la guerra ¿Es el enemigo? (cualquiera, opten por una al azar, todas tienen la misma sustancia y el mismo nivel de calidad, solo detalles y agregados las diferencian) Comprobarán que, si un hombre puede trasmutar así los horrores vividos, no solo es un genio, es un humanista inmenso.

Gustavo Monteros

viernes, 11 de abril de 2025

Querido diario - Hoy: Rocco y sus hermanos


 

Y el milagro no se produjo. Son tiempos infaustos para los milagros. Se quedó en una buena nueva nomás. Después de unos cuantos años, Rocco y sus hermanos (Luchino Visconti, 1960) volvió a las pantallas de los cines. Tarantino y otros trasnochados dicen que el cine (ese lugar con butacas y una pantalla) es el hogar de las películas. No sé si de todas, pero de las que son como Rocco y sus hermanos, seguro. El milagro al que aspiraba era el que siguiera en pantallas lo más que pudiera, dos o tres semanas, cinco en preferencia, para que pudiéramos armar un público entre los que no vieron jamás películas de ese calibre. Durará solo la semana obligatoria de cada presentación de estreno o reestreno. Una pena. La próxima será. ¿Habrá una próxima? Ojalá.

 

Tampoco éramos cuatro, ojo. A la función que yo fui, única en la grilla diaria por otra parte, la del martes 8 de abril a las 19:20, éramos una veintena. La función se demoró 10 minutos por no sé qué cuestión, así que armamos una cola y pudimos semblantearnos. Proliferábamos los nostálgicos subsetenta (o digamos postcincuenta, para sentirnos más jóvenes), había cuatro entre los treinta y cuarenta, y tres parejitas de apenas veintipico, lo que acrecentaba la esperanza, entre los jovatos, de que el gran cine no morirá, porque si el entusiasmo les dura, son los que tomarán la posta.

 

Los miré con felicidad, de algún modo me reflejaban. Como ya conté por ahí, tendría unos 10 u 11 años cuando vi Rocco y sus hermanos por primera vez y comprendí que el cine era algo más que los Trinity y Bambino o los Tiburón, Delfín y Mojarrita con los que me divertía. La vi de casualidad, pasábamos frente al cine que estaba por darla en una función especial de la embajada italiana, cuando mi tía Martina, a la que yo acompañaba, se topó con un señor que se la recomendó calurosamente y como ella quería quedar bien con él por razones más que obvias, entramos. Agrando el contexto, se trataba del cine Ideal en la capital de Catamarca, o sea San Fernando del Valle. Por entonces la película ya tenía sus años, no tantos como ahora, claro, pero ya se la consideraba obra maestra no solo del cine italiano, sino del mundial. Luchino Visconti sabía ponerse en el mapa.

 

El drama de cuatro hermanos del Sur de Italia, Simone (Renato Salvatori), Rocco (Alain Delon), Ciro (Max Cartier) y Luca (Rocco Vidolazzi), que llegan a Milán, comandados por su madre, Rosaria (Katina Paxinou), viuda reciente, a abrirse camino en la ciudad en la que el mayor, Vincenzo (Spyros Fokas), ya está instalado de albañil, no era precisamente material para un chico de 10 años, sobre todo por el triángulo pasional de luctuosas consecuencias entre Nadia (Annie Girardot), Rocco y Simone. Suerte de principiante que tuve, aunque sin duda no entendí todos los entresijos, me deslumbró su grandeza.

 

Desarrollo más el destino de los hermanos. Vincenzo, el albañil, se casa con Ginetta (Claudia Cardinale) y tienen un hijo, en medio de peleas y ofensas familiares, las familias de él y de ella se malentienden fácilmente. Ciro estudiará de noche y llegará a ser obrero calificado en la fábrica Alfa Romeo y se pondrá de novio con Franca (Alessandra Panaro), Simone y Rocco terminarán por dedicarse al boxeo y se enamorarán de Nadia, una prostituta a redimirse. Luca es el pibe que recibirá como mandato regresar al pueblo natal, se duda que lo logre.

 

Cerca del final de su vida, con la poca perspicacia de algunos periodistas, le preguntaron a Visconti cuál era su película favorita. Luchino, después de suspirar por la tontera implícita en la pregunta (convengamos que preguntarle eso a un creador es como preguntarle a cualquier padre de familia por su descendiente favorito) dijo que Rocco y sus hermanos, porque logró contar lo que quería sobre la migración interna, con la industrialización del Norte y la pauperización agrícola del Sur, que dividía a un país que debería estar unido, porque no debe incentivarse algo en desmedro de otra cosa, que todo bien con el progreso del Norte, pero que si el Sur necesitaba protección, no había que dejarlo librado a su suerte, se lo ayudaba y listo (la película subraya en el final que lo terrible que pasó no hubiera pasado si todos se hubieran quedado en el terruño).

 

Rocco y sus hermanos abreva en las dos tendencias del cine de Visconti, une el neorrealismo del principio, el de Obsessione (Obsesión, 1943), La terra trema (La tierra tiembla, 1948), Bellissima (Bellísima, 1951), con lo operístico de Senso (Livia, un amor desesperado, 1954) y de lo que vendría después con Il gatopardo (El gatopardo, 1963), La caduta degli dei (La caída de los dioses, 1969), Morte a Venezia (Muerte en Venecia, 1971), o Ludwig (Ludwig: La pasión de un rey, 1973). Aquí el drama realista del principio deriva gradualmente en la tragedia que conmociona sin dejar nadie afuera.

 

En otro momento Luchino había dicho que siempre polemizaba con las lecturas que lo habían influido, que era su modo de admirarlas, cuestionarlas para sacarles el mayor brillo posible, y que en Rocco y sus hermanos había discutido con lo que le provocó leer a Dostoievski, algo que se nota sobre todo en el enfrentamiento de Rocco y Simone, el casi santo, uno, y el casi demonio, el otro. Con la paradoja de que es la bondad de Rocco, más que la perfidia de Simone, la que desencadena la tragedia.

 

Mientras estaba en la cola y estudiaba a mis compañeros de función, me consumía la ansiedad. Yo soy de repasar mis clásicos como me gusta decir. Las películas envejecen, como todo lo demás. Algunas son como los buenos vinos y envejecen con gloria. Otras lo hacen mal, pasan a la obsolescencia. Otras son viejas simpáticas, pero viejas al fin. Repasar los clásicos que se ha amado con fervor requiere coraje. Uno se puede pegar tremendas decepciones. Amigos peinadores de canas me han dicho que ni en pedo repasan un clásico valorado, que por las dudas prefieren quedarse con sus buenos recuerdos. El paso del tiempo te quita vigor, tersura, ilusión, deslumbramiento, pero te deja una mirada más nítida. Prefiero usarla a que no. De modo que, con obstinación militante, reveo mis clásicos. Y que sea lo que sea.

 

Así que me senté en la butaca con ganas de que Rocco y sus hermanos permaneciera como en mis recuerdos, hermosa, emocionante, deslumbrante. No dejaría de quererla si no fuera así, porque uno no abandona lo que fue tan propio, aunque el tiempo sea cruel y opaque los brillos pasados.

 

El temor fue en vano. Puede que el milagro de la multiplicación de los amantes del gran cine no se diera, pero el prodigio de que Rocco y sus hermanos siga tan bella, deslumbrante y emocionante se dio, se da y se dará.

 

Gustavo Monteros


viernes, 4 de abril de 2025

Querido diario - Hoy: Código negro


 

En el mundillo de la inteligencia británica han robado un dispositivo de fácil colocación y manejo, que desbarata primero y hace explotar después a un reactor nuclear. George Woodhouse (Michael Fassbender) tiene apenas una semana para descubrir al ladrón. Le entregan una lista con cinco sospechosos, entre los que está su esposa, Kathryn St.Jean (su majestad Cate Blanchett)

 

Steven Soderbergh vuelve a su terreno favorito, el de los mentirosos. No en vano su primer largometraje se llamó Sexo, mentiras y videos (Sex, Lies, and Videotape, 1989). Aunque si repasamos su carrera, más que volver, sigue ahí, porque bien pensado, jamás abandonó el terreno de los mentirosos, o para no ser tan moralmente categóricos, de los ocultadores de aspectos de la verdad que nos atañe. Soderbergh es un tipo versátil, que ha jugado con varios géneros, pero el factor que unifica su obra es el del ocultador serial o esporádico. La mayoría de sus protagonistas, por no decir todos, se meten en problemas por no revelar algo que ocultan con celo. Y puestos a generalizar, todos los personajes del mundo esconden algo, pero en el caso de Soderbergh es el tema central. Y aunque no venga al caso, me pregunto qué civilización tendríamos si no ocultáramos nada, si dijéramos todo los que se nos pasara por la cabeza, si socializáramos hasta los deseos más oscuros y recónditos, si expresáramos en todo momento y lugar nuestras necesidades inmediatas. ¿Andaríamos a las patadas o libres de lastres? Jamás lo sabremos. Ahora volvamos a Soderbergh.

 

Los cinco espías sospechosos (no todos son técnicamente espías, hay una psicóloga que controla obsesiones y debilidades del personal y una especialista en aparatos de vigilancia), como corresponde a la profesión, son inteligentes a más no poder y se expresan brillantemente, mientras protegen sus secretos, con una verba de humor, ironía y cinismo (ni que vivieran en el terruño de Oscar Wilde, George Bernard Shaw y Harold Pinter).

 

Como bien expresara la vieja canción que cantaba Valeria Lynch, son profesionales de la mentira, y cuando se les pregunta algo que no pueden responder sin comprometer la seguridad de las secretas operaciones que tienen entre manos, dicen: es del Black Bag (de bolso negro o sea de lo que no se habla) (Para ajustarse mejor a la trama, black bag fue bien traducido como Código negro)

 

La película se abre con un plano secuencia (uno más y van chiquicientos, instrumento muy en boga en estos momentos, ¡todos hablan de los cuatro episodios de la serie Adolescence que están resueltos en un único plano secuencia cada uno de ellos!) y tiene dos partes claramente discernibles. En la primera, nosotros, los espectadores, tenemos control de toda la información, incluso sabemos más que su protagonista George / Fassbender, pero en el tramo final, cuando el matrimonio de George y Kathryn se sincera y elabora su plan, pasamos a no saber nada y nos mantienen en vilo. El juego de pasar de saberlo todo a ignorar lo que harán o cómo resolverán los entuertos en los que se metieron es magistral, despierta toda nuestra atención, tanto que hasta olvidamos espiar nuestros celulares. (El autor del guion es David Koepp)

 

Y no es una virtud menor que dure solo ¡93 minutos!

 

Gustavo Monteros