viernes, 31 de mayo de 2024

Querido diario - Hoy: Los dioses vencidos



Me la crucé fatigando el catálogo de películas de Star+ (envidio a la gente que elige la primera película que llama su atención de un catálogo y se pone a verla, yo hago nota mental o física de las que me interesan y hasta no haber llegado al final, no paro. Y puedo revisar el listado completo una o dos veces más, no sea cosa que se me haya escapado algún título interesante. A veces pasa que para cuando terminé, ya no tengo ganas de ver nada, agotado de haber recordado detalles de tantas películas, porque cuando un cinéfilo irredento pasa revista a un listado de títulos, recuerda tales o cuales cosas de cada film. Somos unos adictos muy peculiares.)

 

Retomo: me la crucé y recordé haberla visto en un televisor blanco y negro de los setenta, en alguna noche de El mundo del espectáculo o de Hollywood en castellano. Eso sí, no me acordaba nada del argumento o de los personajes, salvo que estaba bajo el rótulo de las “importantes”, que era como se calificaba a esas películas serias, profundas o relevantes por algún motivo.

 

Un día que me quedo sin opciones urgentes, me pongo a verla. A poco de andar dos peculiaridades se vuelven preeminentes. Se supone que comienza a fines de los 30 y se extiende hasta el inmediato fin de la Segunda Guerra, pero la ropa de las mujeres, sobre todo, sus peinados y sus accesorios no se remontan a las modas de la época, si no que responden a los tiempos en que fuera filmada, o sea 1957. Vicio extendido del cine de los 50 y 60. La minuciosa recreación de época volvería en los años 70. Y dos, en el original se llama The Young Lions (rebautizada en estos pagos como Los dioses vencidos) y sus tres protagonistas, lo que se dicen muy jóvenes no son. Marlon Brando había nacido en 1924, de modo que, en el 57, tenía 33 años. Montgomery Cliff había nacido en 1920, o sea que tenía 37 años. Y Dean Martin que había nacido en 1917, tenía 40 añitos. Los personajes se suponen que andan por los veintipico. Quien dice veintipico, dice treinta y tantos, el problema es que los tres lucen muy creciditos y si nos descuidamos dan hasta mayores de la edad que por entonces tenían. Estos dos detalles anulan el verosímil y dan sobrepeso al platillo de la balanza de la suspensión de la incredulidad.

 

El argumento gira alrededor de las vidas de tres jóvenes atrapados por la vorágine de la guerra, dos norteamericanos y un alemán. Marlon Brando es este último, al principio un instructor de esquí que le da clases a la novia del personaje de Dean Martin y con la que no puede tener una noche romántica de dos que no volverán a verse jamás, porque él le expresa su adhesión al nazismo ya que cree que mejorará la vida del hombre común, desfavoreciendo los usos y costumbres de la vieja política (cualquier parecido con el Mileinato del Río de la Plata es pura coincidencia). Más adelante lo vemos entre los alemanes que toman París, como subalterno de Maximilian Schell (que sí andaba por los veintipico porque había nacido en 1930, este es su debut en el cine norteamericano). Más tarde el alemán Brando se enamorará de una chica francesa, que primero lo desprecia por invasor, después se dejará usar como juguete sexual por la esposa de Maximilien Schell y por último se decepcionará del nazismo, llegando al paroxismo cerca del final cuando se enfrente a los horrores de los campos de concentración.

 

Montgomery Clift es un intelectual, hasta lee el Ulises de James Joyce y todo, empleado en una gran tienda y conocerá a Dean Martin en la oficina de reclutamiento. Dean Martin lo invitará a una fiesta y le presentará a una chica de la que se enamorará, aunque antes de casarse deberá convencer a su futuro suegro de que es un buen partido, a pesar de ser judío. Durante el entrenamiento sufrirá el matoneo de sus compañeros, pero se ganará el respeto de los mismos, después de hacerles frente en unos combates de boxeo que lo dejan bastante maltrecho y por aguantarse los abusos de unos militares que creen que los conscriptos existen para ser doblegados por la humillación.

 

Dean Martin es un cantante de éxito en clubes y teatros neoyorquinos (y…es Dean Martin), no quiere ir a la guerra, a la que supone un sacrificio inútil, porque dice que 10 años después de terminado el conflicto, los yanquis y los alemanes volverán a ser amigos. La novia que casi tiene un romance con el alemán Brando, le pide que se calle porque su postura se parece mucho a la cobardía. Dean Martin será un buen compañero de Clift en el entrenamiento, aunque lo abandone en un momento clave por aceptar un puesto en Londres que le consiguió su novia, puesto que lo dejará bastante a salvo, hasta que un ataque de consciencia lo haga pedir ir al frente en Alemania, donde se reencontrará con Clift y tendrán un final con el alemán Brando subrayador de los absurdos de la guerra.

 

Cuesta creer que alguna vez fuera considerada “importante”, porque más allá de algunos logros de realización (la dirigió el bueno de Edward Dmytryk, un narrador todoterreno, firmante de algunos títulos magistrales), la cosa es bastante boba, insustancial, de poco a nada interesante.

 

Todos los personajes, sobre todo los femeninos, tienen una psicología fluctuante que parecen responder más a las necesidades de las escenas que les tocan que a un perfil bien definido.

 

Se supone que Hope (Hope Lange) es una chica fiestera conocida o compinche del playboy Dean Martin, que es llamada para darle una buena noche al intelectual Clift, pero termina teniendo más mandatos decorosos que una catequista, lo cual no es ningún demérito, pero ¿cómo llegó a estar en la agenda del seductor Dean Martin?

 

Margaret (Barbara Rush) la novia de Dean Martin, que en la primera escena con el alemán Brando parece una mujer de mundo, rica, sofisticada, al vérsela después interaccionar con Dean Martin, muestra que tiene menos calle que monja de clausura. ¿Y la sofisticación en qué línea descartada del guion quedó?

 

Simone (Dora Doll), la francesa de la que se enamorará el alemán Brando, en su primera escena es una patriota inclaudicable, sin límites para expresar su desprecio por el invasor, pero basta que el alemán Brando le muestre un mínimo de tolerancia y buena educación para que le pida perdón y se le cuelgue del brazo. Esta bien que las primeras impresiones se corrigen, pero ¿en una misma escena después de haber cantado poco menos que La Marsellesa?

 

Y la esposa de Maximilien Schell, Gretchen (May Britt) es una ninfómana dispuesta a levantarle el ánimo a medio ejército alemán, y para demostrarle a Brando que tiene poder de influencias consigue que trasladen a Schell y a Brando de la glamorosa París al ¡África del Norte! Macanuda como pantera con hambre. Y después cuando más humana se ponga y quiera borrar la angustia de la muerte circundante con un buen revolcón, será despreciada por un ataque de moralina del alemán Brando.

 

El bueno de Brandon volverá a París, reverdecerá su amor por Simone, pero la dejará porque él es un soldado alemán y ella, ¡una chica francesa! Pero, hermano, eso lo sabías en la escena uno, sé un poco más creativo para darle calabazas. Otro momento delirante es cuando Clift se está despidiendo de su esposa Hope para irse a la guerra y aparece el lechero de la cuadra y le regala una botella de leche entera y le pide que se la tome toda, porque le dará la energía y la salud que necesita para enfrentar a los enemigos. Y uno no sabe si es un refuerzo a una campaña de tomar leche o una tomadura de pelo mayúscula. Hay otra muestra involuntaria de humor cuando Maximilien Schell y Brando están en África del Norte. Schell está por dar la orden de ataque a un campamento inglés, Brando le dice que espere al amanecer porque la luz enceguecerá a los ingleses y no podrán defenderse bien, Schell concuerda y le cede la iniciativa a Brando, pero después cuando Brando ordene el alto el fuego, a Schell le agarrará un ataque de personalidad insegura y lo retará a Brando por hacer dado la orden, pero ¿cómo, no era que le había delegado el mando cinco segundos atrás? ¿Es que será algo así como ordená un poco, pero no mucho?

 

Dicen que Kurosawa la incluyó en una lista de 100 mejores películas. Bueno, uno no es quien para decir qué le vio el querido Akira. Una pena que nadie le pidiera que fundamentara. A favor de la duda, diremos que era una lista de 100, no de 10.

 

Edward Dmytryk dirigió también la película inmediata anterior que protagonizó Montgomery Clift, Raintree County o El árbol de la vida, como se la conoció aquí. Fue durante el rodaje de esa película cuando Clift sufrió el accidente automovilístico que casi lo mata y que liquidó su apostura sin par. Unas cuantas cruentas operaciones de reconstrucción de rostro lo dejarían lejanamente parecido a quien había sido. Lo dejó también adicto a calmantes y tranquilizantes que mezclaba con alcohol. De allí que en estos jóvenes leones o dioses vencidos se lo vea tan flaco y desmejorado.

 

Y esta fue la primera película “seria” de Dean Martin después de la ruptura del dúo que había tenido con Jerry Lewis. Se sentía inseguro y Clift, un eminente cultor del Actor Studio, fue en su auxilio. Como devolución de gentilezas, Dean Martin lo llevaba de gira de tragos, algo que Monty disfrutaba mucho, dado que, por un rato, se integraba a una supuesta normalidad, no era el permanente sapo de otro pozo, al que su homosexualidad, obligadamente enclosetada por los impedimentos de la época, lo condenaba. Dean Martin, un heterosexual de cabeza amplia y desprejuiciada, tendió puentes y logró ser su amigo.

 

Por entonces Dean Martin ya casi no bebía, apenas mojaba los labios en los tragos que pedía. Su personaje idiosincrático público, su “muñeco”, era el de un borrachín simpático, permanentemente achispado, pero por dentro, beber ya no le interesaba. Nunca renegó del alcohol, porque sus amigos más íntimos, Frank Sinatra y Sammy Davis Jr., bebían como esponjas y no quería dejar de acompañarlos en sus recorridas de bares. Dicen que Martin perdió el gusto por el alcohol al ver las dificultades por las que pasaba su esposa, Jeanne, una bebedora reincidente, en tratar de dejarlo.

 

En los días siguientes a haber visto de nuevo The Young Lions / Los dioses vencidos, mientras iba de una escuela a otra, procuraba darme respuestas a por qué alguna vez esta película fue consideraba “importante”, no encontré un motivo abarcador o satisfactorio. Es antibelicista, como la mayoría de los filmes de guerra, pero eso es poco o nada, es como decir que el cielo es azul. Quizás con el tiempo se volvió perimida, irrelevante, tonta. ¿Otro ejemplo de la maldad de las arenas del tiempo? No sé, pero si los tragos que le invitó Dean Martin a Montgomery Clift, después de cada día de trabajo, sirvieron para que este último olvidara por un rato sus penurias, no fue un film inútil. Porque esa “importancia” no hay Tiempo que se la quite.

Gustavo Monteros

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.