viernes, 17 de noviembre de 2023

Lo que ya tendría que haber visto - Hoy: Mi familia y otros animales


 

En el mundo hay muchas películas, demasiadas quizás, y no hay cinéfilo que haya visto todas las que hubiera querido ver. Por motivos distintos, guarda algunas para otra ocasión. Hasta que la lista se le vuelve tan voluminosa como una novela de Tolstoi. Entonces, cuando puede, comienza a disminuir la selección, no sea cosa que se le haga una enciclopedia de varios volúmenes.

Esta sección no se llamará Lo que no fue ni Lo que el viento se llevó sino Lo que ya debería haber visto.

 

Hoy: My Family and Other Animals

Los pueblos cargan una idiosincrasia mítica y falaz, basada en supuestas observaciones objetivas, que si tuvieron algún fundamento fue más efímero que el famoso pedo en la canasta. Y así se dice, peyorativa y estereotipadamente, que los italianos son vocingleros y expansivos, que los franceses son antipáticos y poco amigos del baño, que los alemanes son fríos y carecen de humor, que los argentinos son charlatanes y ventajeros y así.

 

De los ingleses se dicen que son recatados, convencionales, inexpresivos. Esta caracterización se da de bruces con la celebración permanente de los ingleses de la excentricidad. Su historia y literatura rebosa de excéntricos, anticonvencionales, excepciones a la norma. Y si bien ya venían raritos desde los albores, en el siglo XX en cine, teatro, música, moda y literatura fueron el colmo. Y la familia Durrell no fue la excepción. Y para dejarlo en claro, al revés de las familias encumbradas por genios que por regla ostentan uno por árbol genealógico, los Durrell tuvieron dos y ¡en la misma generación!: Gerald y Lawrence.

 

Lawrence es el autor del Cuarteto de Alejandría (Justine (1957), Balthazar (1958), Mountolive (1958), Clea (1960)) y por lo tanto un novelista insoslayable en la historia de la literatura mundial del siglo XX. Gerald fue un divulgador científico de la zoología, un conservacionista y ambientalista único. Su obra científica es medular y si bien ya no se usa observar en cautiverio, su amor por todas las especies animales es tan encomiable como inevitable. Yo, por el contrario, no soy ningún San Roque. Amo a los perros, pero tal predilección no me convierte en adicto al Animal Planet o la National Geography, lejos de ello. Por eso de todas las animaladas de Gerald Durrell, amo su obra literaria, en especial su trilogía de Corfú. (Mi familia y otros animales (1958), Bichos y demás parientes (1969), El jardín de los dioses (1978))

 

Y de las tres, me llevo de respuesta la primera a la pregunta trasnochada de qué libro te llevaría a una isla desierta (me llevaría también Cien años de soledad de Gabo García Márquez y la Santa Juana de Bernard Shaw, pero esa es otra historia). El libro de Gerald Durrell es rico, sustancioso y de una humanidad regocijante.  Y más que admite, invita a adaptaciones teatrales y cinematográficas.

 

Al cine propiamente dicho, todavía no llegó, pero a la pantalla chica, sí y en tres oportunidades. En 1987 como una miniserie de 10 episodios de media hora. En 2005 como una película para la televisión (de la que nos ocupamos aquí) y entre 2016 y 2019 la trilogía de Corfú completa se adaptó como una serie llamada The Durrells y tiene 26 episodios de entre 40 y 50 minutos.

 

A mi desvelaba la película, más que nada por el elenco envidiable. La matriarca de la familia, una mujer de decisiones súbitas, es Imelda Stauton, el hermano mayor, el novelista Lawrence en ciernes, aquí presentado solo como Larry, es Matthew Goode, la hermana que le sigue, Margot, una veinteañera que despierta al sexo es Tamzin Merchant, el hermano que sigue, Leslie, un adolescente fascinado con las armas de todo tipo es Russell Tovey y como el niño Gerald, el futuro experto en animales como tales y los llamados humanos, Eugene Simon. Todos se entregan al juego de interpretar estos más que peculiares individuos con encomio y delicia, y lo bien que hacen porque las aventuras, que se desarrollan un ratito antes de que se declare la Segunda Guerra, tienen su gracia, hay escenas logradísimas y a todos les dieron líneas desopilantes, además disfrutan el privilegio de filmar en la mismísima Grecia. Dirigió Sheree Folkson y el guion es de Simon Nye.

 

La guardé para un día de lluvia y como la ultraderecha preanuncia tormentas, la vi y cumplió su cometido, durante una hora y media, me olvidé de las amenazas que nos acucian.

Gustavo Monteros

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.