En el mundo hay muchas películas, demasiadas quizás, y no
hay cinéfilo que haya visto todas las que hubiera querido ver. Por motivos
distintos, guarda algunas para otra ocasión. Hasta que la lista se le vuelve
tan voluminosa como una novela de Tolstoi. Entonces, cuando puede, comienza a
disminuir la selección, no sea cosa que se le haga una enciclopedia de varios
volúmenes.
Esta sección no se llamará Lo que no fue ni Lo que el
viento se llevó sino Lo que ya debería haber visto.
Hoy: My Family and Other
Animals
Los pueblos cargan una idiosincrasia mítica y falaz, basada
en supuestas observaciones objetivas, que si tuvieron algún fundamento fue más
efímero que el famoso pedo en la canasta. Y así se dice, peyorativa y
estereotipadamente, que los italianos son vocingleros y expansivos, que los
franceses son antipáticos y poco amigos del baño, que los alemanes son fríos y
carecen de humor, que los argentinos son charlatanes y ventajeros y así.
De los ingleses se dicen que son recatados, convencionales,
inexpresivos. Esta caracterización se da de bruces con la celebración
permanente de los ingleses de la excentricidad. Su historia y literatura rebosa
de excéntricos, anticonvencionales, excepciones a la norma. Y si bien ya venían
raritos desde los albores, en el siglo XX en cine, teatro, música, moda y
literatura fueron el colmo. Y la familia Durrell no fue la excepción. Y para
dejarlo en claro, al revés de las familias encumbradas por genios que por regla
ostentan uno por árbol genealógico, los Durrell tuvieron dos y ¡en la misma
generación!: Gerald y Lawrence.
Lawrence es el autor del Cuarteto de Alejandría (Justine
(1957), Balthazar (1958), Mountolive (1958), Clea (1960)) y
por lo tanto un novelista insoslayable en la historia de la literatura mundial
del siglo XX. Gerald fue un divulgador científico de la zoología, un
conservacionista y ambientalista único. Su obra científica es medular y si bien
ya no se usa observar en cautiverio, su amor por todas las especies animales es
tan encomiable como inevitable. Yo, por el contrario, no soy ningún San Roque.
Amo a los perros, pero tal predilección no me convierte en adicto al Animal
Planet o la National Geography, lejos de ello. Por eso de todas las animaladas
de Gerald Durrell, amo su obra literaria, en especial su trilogía de Corfú. (Mi
familia y otros animales (1958), Bichos y demás parientes (1969), El
jardín de los dioses (1978))
Y de las tres, me llevo de respuesta la primera a la
pregunta trasnochada de qué libro te llevaría a una isla desierta (me llevaría
también Cien años de soledad de Gabo García Márquez y la Santa Juana
de Bernard Shaw, pero esa es otra historia). El libro de Gerald Durrell es
rico, sustancioso y de una humanidad regocijante. Y más que admite, invita a adaptaciones teatrales
y cinematográficas.
Al cine propiamente dicho, todavía no llegó, pero a la
pantalla chica, sí y en tres oportunidades. En 1987 como una miniserie de 10
episodios de media hora. En 2005 como una película para la televisión (de la que
nos ocupamos aquí) y entre 2016 y 2019 la trilogía de Corfú completa se adaptó
como una serie llamada The Durrells y tiene 26 episodios de entre 40 y
50 minutos.
A mi desvelaba la película, más que nada por el elenco
envidiable. La matriarca de la familia, una mujer de decisiones súbitas, es
Imelda Stauton, el hermano mayor, el novelista Lawrence en ciernes, aquí presentado
solo como Larry, es Matthew Goode, la hermana que le sigue, Margot, una veinteañera
que despierta al sexo es Tamzin Merchant, el hermano que sigue, Leslie, un
adolescente fascinado con las armas de todo tipo es Russell Tovey y como el
niño Gerald, el futuro experto en animales como tales y los llamados humanos,
Eugene Simon. Todos se entregan al juego de interpretar estos más que peculiares
individuos con encomio y delicia, y lo bien que hacen porque las aventuras, que
se desarrollan un ratito antes de que se declare la Segunda Guerra, tienen su
gracia, hay escenas logradísimas y a todos les dieron líneas desopilantes,
además disfrutan el privilegio de filmar en la mismísima Grecia. Dirigió Sheree
Folkson y el guion es de Simon Nye.
La guardé para un día de lluvia y como la ultraderecha
preanuncia tormentas, la vi y cumplió su cometido, durante una hora y media, me
olvidé de las amenazas que nos acucian.
Gustavo Monteros
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