jueves, 4 de julio de 2019

El fin del sueño americano





Y a 17 años de una experiencia en el corto, en 2016 Ewan McGregor debutó en el largo. No se la hizo fácil. Eligió una novela de Philip Roth, American Pastoral, que a la complejidad del tema le suma un largo reparto y es de época. Aquí le pusieron un título revelador de la trama: El fin del sueño americano.


El Sueco Levov (Ewan McGregor) y su esposa Dawn (Jennifer Connelly) son la personificación hecha y derecha del famoso Sueño Americano. Él fue una estrella deportiva en la escuela, fue a la guerra y volvió sin un rasguño, llevó el negocio familiar a nuevas cumbres, es un pequeño Rey Midas. Ella fue una reina de la belleza, con su hermosura y la fuerza de su carácter logra torce el brazo de su suegro y ser aceptada en la familia de su novio. Ellos tienen una hija que es un sol, aunque algo le pasa, de niña tiene  un tartamudeo que no se debe a razones fisiológicas y cuando crece y se convierte en Dakota Fanning, es tentada por los grupos más radicalizados de los sesenta.


McGregor más que contar la historia, la ilustra. A su trabajo le falta rugosidad, espesor. Todo se nombra y se ve más que lo que transmite o se vive. Sin embargo, su labor es bella y fluida y obtiene grandes trabajos actorales.


Jennifer Connelly está espléndida y deslumbra con los innumerables matices con los que abunda su caracterización. Los que me conocen más cercanamente saben que Dakota Fanning no es santo de mi devoción y blanco de cuanto chiste se me ocurra. Sin embargo, debo admitir que aquí está impecable. Las mejores actuaciones son para mí aquellas que uno ve sólidas pero en las que los actores no develaron todas sus trampas, en las que uno si se topara con ellos quisiera averiguar en qué pensaba cuando la armó, qué sentía o qué secreto se guarda. Aquí doña Dakota logra eso, me encantaría preguntarle para ella qué es lo que lleva el personaje a hacer lo que hace.


El único pero del elenco es el propio Ewan, en otra película menos compleja quizá pudiera autodirigirse mejor, aquí solo alcanza la corrección. No es poco, pero suena a poco en lo que nos suele entregar.


De todos modos creo que merece verse, porque el material es bueno y habilita preguntas y discusiones. Si las historias de amor duradero son un misterio irresoluto, las de las frustraciones entre padres e hijos son el colmo de la intriga. ¿Qué se pudo hacer para que lxs hijxs no se fueran tan al carajo? ¿Qué se hizo mal? ¿Se pudo evitar? Ah, si supiera las respuestas sería sabio y rico.


El fin del sueño americano puede verse en Netflix.

Gustavo Monteros






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