Hay
colas, avances, o tráileres como se les dice ahora, que condensan
magistralmente la película, dan un resumen perfecto que la contiene. El de Nebraska es uno de ellos. Para empezar
vemos que es en blanco y negro (¿para equiparla al neorrealismo italiano con el
que por argumento y tratamiento podría tener un lejanísimo parentesco?, ¿para
equipararla con el clasicismo hollywoodense pre tecnicolor?, sabrá el autor…) y
que un viejo medio senil se ha tomado al pie de la letra una propaganda
engañosa que le llegó por correo y cree haber ganado un millón de dólares. Para
que deje de escaparse de la casa, el hijo menor decide llevarlo a Nebraska,
donde supuestamente le pagarán el premio, así se desengaña de una vez y se deja
de embromar. En el camino visitarán familia y se encontrarán con antiguos
amigos en el pueblo natal del viejo.
No
es del todo una película de caminos, aunque casi. Como todo viaje
cinematográfico es un itinerario de conocimiento, propio y del otro; y así el
hijo sabrá más de sí mismo y podrá desentrañar aspectos de la vida paterna que
ni imaginaba. Por suerte en algún recodo del camino recuperarán al personaje de
la madre, señora muy mal hablada, que no se calla nada y que por momentos
oficia de coro griego y llena las lagunas del relato. Rol al que June Squibb le
otorga una apetecible simpatía y un noble encanto.
Hay
algunas cositas más que podrán deducirse si se mira el tráiler con atención y
suspicacia.
Alexander
Payne no llega a las alturas de sus venerables Las confesiones del Sr. Schimdt (2002) o Entre copas (2004) pero al menos se repone del traspié de Los descendientes (2010) bodrio de pura
cepa tratado con respeto, incluso por quien esto escribe, más que nada debido
al afecto ganado por las obras citadas. El
problema principal radica en la dirección que se le da al personaje del
viejo, al que el “redescubierto” Bruce Dern corporiza inolvidablemente y por el
que ya ganó la palma al mejor actor del último festival de Cannes. Woody Grant,
tal es su nombre, sabe por insistencia de sus hijos y esposa que el premio es
falso y sin embargo se aferra a la ilusión por las dudas, por el tan humano “y
mirá si es cierto”. Y esta falta de fe ciega en algo que lo obsesiona conspira
contra el pathos (despertar emoción a partir de un estímulo sensible presente
en el desarrollo de una ficción) y la atención que obtiene primero y la burla
intentada luego pierden fuerza, carecen del contraste trágico o al menos
dramático que se necesita para provocar conmoción. En el drama, las
motivaciones de los personajes deben ser maniqueas, el “ni” o el “y si…”
propulsan la filosofía, no la pasión que condiciona los “errores” en el devenir
de un personaje.
El
guión de Bob Nelson (nominado a cuánto premio existe) presenta una primera
parte condimentada con humoradas antediluvianas que ya eran viejas cuando los
dinosaurios no soñaban con ser petróleo (teoría hoy discutida) ni con
protagonizar Jurassic Park. Después
se apoya demasiado en la noción de que los ancianos no son pergaminos de un
pasado casi momificado. El sexo, las apetencias, los sueños, los anhelos, las
envidias pueden haber quedado atrás, pero están ahí, en rescoldo, si se las
avienta todavía echan llamas. Y por último el jugueteo que hace con la codicia
es blandito, esta codicia tiene dientes… postizos. Con todo la faena es buena.
Will
Forte, un comediante sutil, es el perfecto hijo menor que termina por
homenajear al padre, porque después de todo un padre borrachín y poco afectuoso
sigue siendo un padre y porque como cantaban Julie Andrews y Christopher Plummer
en La novicia rebelde: “Nada viene de
la nada”, o sea que hasta las cortedades cariñosas o la sed de alcohol tienen
motivos atenuantes. El hermano mayor es el ascendente Bob Odenkirk (el
inolvidable abogado Saul Bass de Breaking
bad) y ya se sabe, el hombre es un muy buen actor. Asoma por ahí otro
grande de los setenta, Stacy Keach, que sigue teniendo más dobleces que el
hojaldre. El resto del elenco, como ocurre con frecuencia en el cine yanqui, es
impecable.
En
resumen, una buena historia a la que un director con menos veleidades de autor
le hubiera sacado más provecho. Como está tampoco está mal y si eligen verla
completa y no solo el elocuente tráiler, les valdrá la pena. Los viajes, al
revés del crimen, siempre pagan.
Un abrazo, Gustavo Monteros
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