viernes, 21 de febrero de 2014

Nebraska





Hay colas, avances, o tráileres como se les dice ahora, que condensan magistralmente la película, dan un resumen perfecto que la contiene. El de Nebraska es uno de ellos. Para empezar vemos que es en blanco y negro (¿para equiparla al neorrealismo italiano con el que por argumento y tratamiento podría tener un lejanísimo parentesco?, ¿para equipararla con el clasicismo hollywoodense pre tecnicolor?, sabrá el autor…) y que un viejo medio senil se ha tomado al pie de la letra una propaganda engañosa que le llegó por correo y cree haber ganado un millón de dólares. Para que deje de escaparse de la casa, el hijo menor decide llevarlo a Nebraska, donde supuestamente le pagarán el premio, así se desengaña de una vez y se deja de embromar. En el camino visitarán familia y se encontrarán con antiguos amigos en el pueblo natal del viejo.


No es del todo una película de caminos, aunque casi. Como todo viaje cinematográfico es un itinerario de conocimiento, propio y del otro; y así el hijo sabrá más de sí mismo y podrá desentrañar aspectos de la vida paterna que ni imaginaba. Por suerte en algún recodo del camino recuperarán al personaje de la madre, señora muy mal hablada, que no se calla nada y que por momentos oficia de coro griego y llena las lagunas del relato. Rol al que June Squibb le otorga una apetecible simpatía y un noble encanto.


Hay algunas cositas más que podrán deducirse si se mira el tráiler con atención y suspicacia.


Alexander Payne no llega a las alturas de sus venerables Las confesiones del Sr. Schimdt (2002) o Entre copas (2004) pero al menos se repone del traspié de Los descendientes (2010) bodrio de pura cepa tratado con respeto, incluso por quien esto escribe, más que nada debido al afecto ganado por las obras citadas. El  problema principal radica en la dirección que se le da al personaje del viejo, al que el “redescubierto” Bruce Dern corporiza inolvidablemente y por el que ya ganó la palma al mejor actor del último festival de Cannes. Woody Grant, tal es su nombre, sabe por insistencia de sus hijos y esposa que el premio es falso y sin embargo se aferra a la ilusión por las dudas, por el tan humano “y mirá si es cierto”. Y esta falta de fe ciega en algo que lo obsesiona conspira contra el pathos (despertar emoción a partir de un estímulo sensible presente en el desarrollo de una ficción) y la atención que obtiene primero y la burla intentada luego pierden fuerza, carecen del contraste trágico o al menos dramático que se necesita para provocar conmoción. En el drama, las motivaciones de los personajes deben ser maniqueas, el “ni” o el “y si…” propulsan la filosofía, no la pasión que condiciona los “errores” en el devenir de un personaje.


El guión de Bob Nelson (nominado a cuánto premio existe) presenta una primera parte condimentada con humoradas antediluvianas que ya eran viejas cuando los dinosaurios no soñaban con ser petróleo (teoría hoy discutida) ni con protagonizar Jurassic Park. Después se apoya demasiado en la noción de que los ancianos no son pergaminos de un pasado casi momificado. El sexo, las apetencias, los sueños, los anhelos, las envidias pueden haber quedado atrás, pero están ahí, en rescoldo, si se las avienta todavía echan llamas. Y por último el jugueteo que hace con la codicia es blandito, esta codicia tiene dientes… postizos. Con todo la faena es buena.


Will Forte, un comediante sutil, es el perfecto hijo menor que termina por homenajear al padre, porque después de todo un padre borrachín y poco afectuoso sigue siendo un padre y porque como cantaban Julie Andrews y Christopher Plummer en La novicia rebelde: “Nada viene de la nada”, o sea que hasta las cortedades cariñosas o la sed de alcohol tienen motivos atenuantes. El hermano mayor es el ascendente Bob Odenkirk (el inolvidable abogado Saul Bass de Breaking bad) y ya se sabe, el hombre es un muy buen actor. Asoma por ahí otro grande de los setenta, Stacy Keach, que sigue teniendo más dobleces que el hojaldre. El resto del elenco, como ocurre con frecuencia en el cine yanqui, es impecable.


En resumen, una buena historia a la que un director con menos veleidades de autor le hubiera sacado más provecho. Como está tampoco está mal y si eligen verla completa y no solo el elocuente tráiler, les valdrá la pena. Los viajes, al revés del crimen, siempre  pagan.

Un abrazo, Gustavo Monteros

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