La
ladrona de libros se basa en el best seller de Marcus Zusak y transurre
en la Alemania de la Segunda Guerra Mundial. Historia narrada a pura emoción que
parte de una narradora en off muy peculiar, la muerte, personificada por un
hombre, como en el clásico de Bergman de 1957 El séptimo sello. Superada la perplejidad inicial, se comienza a
desconfiar de semejante narrador, el miedo no es sonso y la chica tiene muy
mala prensa. La parca, para nada parca en esta versión, no hace sino enmascarar
a la figura del autor, semidiós autoforjado que determina quién sobrevive y
cómo en toda ficción.
Existen innumerables relatos de vida
en la Alemania de la Segunda Guerra, dicha prepotencia numérica lleva a la
conformación de lugares comunes que por suerte La ladrona de libros se encarga de sortear. Liesel (Sophie Nélisse)
es una niña semianalfabeta que va a parar en custodia a la casa de Hans
(Geoffrey Rush) y Rosa (Emily Watson). Hans y Rosa hacen unos cuantos malabares
para mantenerse al margen de la histeria hitlerista. El pago de una deuda
involucrará a Max (Ben Schnetzer), por cuya recuperación, Liesel, ahora una
voraz lectora, robará libros.
La
ladrona de libros es tanto el relato del nacimiento de una autora como del
mantenimiento de la dignidad humana en medio del desastre moral. El inicio es
detallado y el final elíptico, la historia cierra con unos cuantos puntos
suspensivos que no referiré para no contar más de lo que es debido, pero que
dejan preguntas abiertas no sobre la historia central aunque sí sobre las
subtramas. Preguntas que de todos modos no inhiben que la trama luzca sólida y
concluyente.
Sophie Nélisse a quien conociéramos
en Monsieur Lazhar es una actricita
hipnótica. Aquí está muy pero muy bien, sin embargo la cuestión idiomática
influye, su actuación no fluye en inglés tan bien como lo hacía en francés.
Geoffrey Rush ratifica que es un actor todoterreno al que se le puede pedir lo
que sea que saldrá siempre airoso. Emily Watson hace un personaje típico de la gran Tita Merello, la jetona bocadura
que oculta un gran corazón. El desconocido Ben Schnetzer, si tiene suerte,
logrará que su Max lo posicione mejor en el mercado laboral. Se luce también la
estrella alemana Barbara Auer como la esposa del alcalde, dueña de una
envidiable biblioteca.
Dirigió Brian Percival que en su
haber tiene haber comandado unos cuantos capítulos de la ineludible Downton Abbey. También se hace notar a fuerza de notas bien
puestas el veterano John Williams que añade otra gran partitura a su
frondoso y envidiable currículum.
Ah, es magistral el uso que se hace
en un momento de la trama de una bandera nazi, ejemplo de cómo combatir al
enemigo con sus propias armas.
En resumen, una entrañable historia
sensible que homenajea también a esa antigualla, que ojalá sea eterna, llamada
libro.
Un abrazo, Gustavo Monteros
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