Ajuste
de cuentas es una producción hípercomercial que no se avergüenza de serlo, que
muestra sus cartas desde un principio y que no se propone otra cosa que
entretenernos con la explotación de viejos mitos cinematográficos. Sí, es la
versión PAMI de Rocky versus El toro salvaje, algo así como una
reedición de Alien versus Terminator
en clave tercera edad.
El film se abre con un programa
televisivo que rememora viejas peleas. Vemos a Robert De Niro y Sylvester
Stallone, jóvenes y pujantes, como cuando los conocimos en aquellas épocas
doradas en las que no teníamos canas ni despuntábamos arrugas. Henry “Razor”
Sharp (Stallone) y Billy “the kid” McDonnen (De Niro), boxeadores ambos, of
course, se enfrentaron dos veces, cada uno de ellos ganó un combate y quedó pendiente
una revancha final. Razor se retiró y regresó a la acería donde trabajaba y The
kid hace hoy shows de stand-up, cualquier parecido con las películas antes
mencionadas no es pura coincidencia. No se necesita ser Hercule Poirot para
deducir que las vueltas de la vida (o del argumento) los volverán a reunir en otro
combate culminante. Antes, of course también, deberán enfrentar algunos temas
pendientes en la forma de hijos, nietos, ex novias, ex entrenadores e hijos de
ex agentes.
Una trama que puede seguir hasta un
niño chino de tres años que jamás vio una película yanqui, pero es imposible no
preguntarse ¿los espectadores jóvenes que no tienen idea de quienes son
Stallone y DeNiro intuirán que hay algo más que una historia de viejos
boxeadores que vuelven al ring solo porque pueden darse ese lujo? ¿Se percibirá
lo metacinematográfico cuando se desconoce el pasado con el que se dialoga?
Sabrá Dios.
A esta altura sobran las pruebas de que
DeNiro es proclive a desacralizar su glorioso pasado. Volvió a subirse a un
taxi en Being Flynn, ahora se calza
los guantes otra vez. Los que lo odian dicen que se autoparodia, yo elijo creer
que se revisita.
Stallone se ha repetido, pero esta es
la primera vez que se cita a sí mismo conscientemente en tono humorístico.
Confesó sentirse incómodo en la comedia, aunque aquí las generosidades de
DeNiro y de Alan Arkin le establecen una zona de confort y entrega una de las
actuaciones más interesantes de su carrera.
El talentoso Arkin, “redescubierto” a
partir de Pequeña Miss Sunshine,
aprovecha cada escena y cada línea para divertirse y divertirnos.
A Kim Bassinger las cirugías
rejuvenecedoras no la volvieron irreconocible, solo le aplanaron los rasgos y
le quitaron algo de belleza, nada grave, sigue siendo hermosa. Es una buena actriz,
no la más expresiva del mercado, nada grave tampoco, compensa la ausencia de
histrionismo con un buen manejo de la emoción y la intención. Es excelente, por
ejemplo, como cierra su escena de dolida explicación con el chiste de las
palomas. No cualquiera.
En resumen, un honesto y entretenido
film comercial. (Ah, como la edad es muy relevante para el argumento, consignemos
que De Niro tiene 70 años y Stallone, 67).
Un abrazo, Gustavo Monteros
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